EL cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, clausuró el pasado 7 de enero de 2024 el año jubilar con motivo del 150 aniversario del nacimiento y del centenario de la beatificación de santa Teresita del Niño Jesús con una misa solemne y posterior cierre de la Puerta santa del Santuario de Lisieux.
En su homilía, y teniendo ya en mente el gran jubileo convocado por el papa Francisco para el año 2025, monseñor Semeraro presentó a santa Teresita como «peregrina de la esperanza», señalando a su vez la actualidad de su mensaje en este momento de gran sufrimiento para la Iglesia y para toda la humanidad.
Aprovechando la festividad de la Epifanía, el cardenal Marcello remarcó algunas semejanzas que podemos descubrir entre la historia de la santa de Lisieux y la de los Reyes Magos. Era todavía una niña –comentó monseñor Semeraro– y ya le fascinaban las estrellas, en las que había descubierto su nombre escrito en el cielo. «Alegraos, porque vuestros nombres están escrito en el cielo» (Lc 10,20): esta declaración de Jesús, que la pequeña Teresa apli[1]ca a sí misma, es raíz de la alegría y de la confianza cristiana. (…) Teresa es consciente de ello desde el principio y permanece en esta certeza».
«(…) Cuando Teresa, mirando las estrellas, afirma que su nombre está escrito en el cielo, es todavía una niña y podríamos aplicarle las palabras con las que san Gregorio Magno comenta la historia de la estrella que guía primero a los Reyes Magos y luego les muestra el lugar del encuentro con Jesús: “No es el niño quien corre hacia la estrella, sino que es ella quien va hacia Él”. (…) Por tanto, es Jesús quien indica el significado de esta estrella: ¡Dios te ama! Teresa comprende este significado y lo madura a lo largo de su vida».
«(…) Una antigua etimología –comentó monseñor Semeraro– deriva la palabra “deseo” de mirar las estrellas (desidera). Tanto es así que incluso san León Magno predicó que, observando el signo de su resplandor de fuego y siguiendo la estrella, los tres Reyes Magos se acercan al niño Jesús y, cumpliendo su deseo, “adoran en la carne al Verbo, en la infancia la sabiduría, en la debilidad el poder y en la verdad de la humanidad el Señor de la majestad. Para manifestar el sacramento de su fe y de su inteligencia, rinden homenaje con dones a Aquel en quien creen en su corazón”. Incluso Teresa, que vio su nombre escrito en el cielo, no sólo se llenó de deseos, sino que también alimentó la certeza de que sus deseos coincidían con los de Dios. (…) Podríamos pensar en una niña egoísta, pero en realidad es todo lo contrario. Su deseo era ser una rosa sin hojas. Además, Teresa desea arrojar flores. Es la maduración de su vida espiritual, que el papa Francisco describe así en su exhortación apostólica C’est la confiance: «La transformación que se produjo en ella le permitió pasar de un fervoroso deseo del cielo a un constante y ardiente deseo del bien de todos, culminando en el sueño de continuar en el cielo su misión de amar a Jesús y hacerlo amar. En este sentido, en una de sus últimas cartas escribió: “Tengo la confianza de que no voy a estar inactiva en el cielo. Mi deseo es seguir trabajando por la Iglesia y por las almas”. Y en esos mismos días dijo, de modo más directo: “Pasaré mi cielo en la tierra hasta el fi n del mundo. Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra”».
«Uno de los simbolismos queridos por Teresa –continuó monseñor Semeraro– era el de quitar las hojas de las flores. Cuando era niña le en[1]cantaba hacerlo durante las procesiones. Incluso imagina una verdadera lluvia de fl ores, que primero se eleva hacia el cielo y luego se arroja a la tierra: al purgatorio, cuyas llamas debe apagar, dice, y luego a toda la Iglesia para sostenerla. En la reflexión de Teresa es central la doble sed que la devora: “el deseo de amor que está en el corazón de Jesús, y el de salvar almas”. Esta doble sed dominará toda su existencia como carmelita. Teresa está firmemente convencida de que Jesús quiere que le ayudemos en su obra de salvación, que seamos salvadores con él».
El mensaje de santa Teresita concluyó monseñor Semeraro, es un mensaje de esperanza para todos. Ella misma nos cuenta este punto de inflexión radical en su vida; cuando, en efecto, comprendió no sólo que su nombre estaba escrito en el cielo, sino también que «¡en el Cielo habrá más alegría por un solo pecador que hace penitencia que por noventa y nueve justos que no necesitan penitencia!». En la Navidad de 1886, Teresa obtuvo la gracia de dejar atrás la infancia y convertirse en pescadora de almas. Que, por su intercesión, esto suceda también para cada uno de nosotros.