PublicacionesRelacionadas
La Santa Sede anunció el pasado sábado 15 de julio que el papa Francisco ha reconocido formalmente a Joseph Shen Bin como obispo de la diócesis de Shanghai. La medida se produce tres meses después de que las autoridades chinas anunciaran el traslado de Shen desde la diócesis de Haimen. El reconocimiento del Vaticano es la última aceptación por parte de Roma de una medida canónicamente ilegal decidida unilateralmente y sin consultar con Roma por parte de la Asociación Patriótica Católica China, controlada por el Partido Comunista, que ejerce un control cada vez más unilateral sobre los nombramientos episcopales en el país, a pesar del acuerdo fi rmado en 2018
entre la Santa Sede y Pekín.
El obispo Shen tomó posesión de la diócesis de Shanghai de forma ilícita en abril, tras transferirse a
la sede desde la diócesis de Haimen con el respaldo del Estado.
El Secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Parolin, reconoció la gravedad de la situación pero argumentó que la Santa Sede acepta la usurpación de Shen de la sede de Shanghai porque la considera como «un mayor bien de la diócesis.»
Lo cierto es que el acuerdo entre la Santa Sede y China nunca ha funcionado, pues desde el primer momento las autoridades chinas han nombrado a obispos sin la aprobación del Vaticano. De hecho, Pekín ha llegado incluso a crear nuevas diócesis, al margen del reconocimiento de la Iglesia, y a suprimir de hecho otras erigidas por la Santa Sede. Es el caso de la diócesis de Jiangxi, que el
Vaticano aún no ha aceptado formalmente, aunque Parolin ha afi rmado que se encontrará una «solución justa y sabia a su debido tiempo».
Dada la debilidad del Vaticano, que ha aceptado hasta el momento todas las situaciones de hecho provocadas por el régimen comunista chino, que nunca ha dado marcha atrás en un nombramiento ilegal, parece sólo cuestión de tiempo que Roma ceda también en este grave asunto.
