«La auténtica interpretación de la historia necesita la luz de la fe»
Junto a los grandes acontecimientos históricos recogidos como tales en los libros de historia, son innumerables los hechos que han ido aconteciendo a lo largo de los siglos, y que pasan desapercibidos e incluso olvidados a los ojos de los historiadores. La interpretación positivista de la historia, cuando no marxista, impide ver la trascendencia de algunos de estos acontecimientos olvidados a los ojos demasiado abajados a la materialidad de la vida. Así se expresaba Nicolás Berdiaeff , en un fragmento de su obra El sentido de la historia: «La historia es algo que tiene su significado oculto, que contiene en sí un misterio. Es algo que ha tenido un comienzo y que tendrá su fin. La historia también tiene
un centro, que es la aparición de Cristo en la Tierra. La historia se dirige hacia este hecho primordial, y luego parte de este mismo hecho. Es así cómo se determina el profundísimo dinamismo de la historia, que, en su movimiento, se dirige hacia un punto central y luego prosigue, teniendo este mismo punto por origen».
En la misma línea, apunta el editorial del número de Cristiandad de hace 75 años que presentamos (febrero de 1948): «La auténtica historia moderna dista mucho de haber sido escrita. Descartemos por imposible todo intento que prescinda de la realidad y presencia de lo sobrenatural y de lo preternatural: porque ni tendrá profundidad de observación ni certero juicio».
En este caso recogemos un artículo del padre Ramón Orlandis quien, a propósito de un suceso extraordinario acaecido en Manresa en el siglo XVI, refl exiona sobre dos fi guras cuyo paso por dicho lugar ha ejercido y sigue actuando a modo de un «foco perenne de luz». Se trata de la beata María del Divino Corazón (1863 –1899) y san Ignacio de Loyola. La primera de ellas, nacida en Alemania, y priora del convento del Buen Pastor de Oporto, quien al paso por Manresa recibió grandes luces para su vocación y fue llamada a ser la mensajera del Corazón de Jesús para solicitar al papa León XIII la consagración del mundo al Corazón de Jesús. El segundo, entró como peregrino en la cueva de Manresa, y salió de ella con un pequeño librito debajo del brazo que transformaría a millares de personas.
La luz de Manresa prenunció la luz de Oporto.
¡1898, 1548! … No brillan estas fechas con la luz fosforescente y deslumbradora de lo humano; su luz no es sino aquella suave, pero profunda, claridad de lo divino, que sólo es perceptible a los ojos que Dios se digna abrir a lo sobrenatural. ¿Qué importancia podrá dar a estas fechas la moderna historiosofía laica o laicizante, que después de siglos y siglos que el género humano ha vivido arrastrándose sobre nuestro planeta, anda buceando bajo la superfi cie de los hechos aquello a que se ha dado en llamar «sentido de la historia»? Para todo el que cierre los ojos a la Luz eterna que es vida de los hombres, vida del género humano y, por ende, vida verdadera y profunda de la historia, ésta siempre carecerá de sentido, será un enigma, un absurdo desesperante. Año 1898 ¡Año de la guerra, año del desastre! ¡Año nefasto para España y de tremendas perspectivas para un mundo que iba acostumbrándose cada vez más a reconocer y a acatar la soberanía y la legitimidad de la fuerza! Pocas
personas, tal vez ninguna, pensaría en aquel entonces que allá, en la nación vecina, en Portugal, en Oporto, en una casa religiosa, la comunidad oraba fervorosa e instantemente por la paz y por España. Pocas personas sabrían que en la casa de religiosas del Buen Pastor, la superiora era una amiga fi el y desinteresada de España, de la nación católica, como ella la apellidaba….
Ella fue, en efecto, quien, como mensajera del Cielo, pidió y alcanzó de León XIII la consagración
del género humano al Sagrado Corazón de Jesús, acto que aquel excelso pontífi ce califi caba el más grandioso de mi vida. Aquella consagración fue, en realidad, la proclamación del reinado de Jesucristo, reinado universal de derecho, en cuya realización de hecho León XIII y sus sucesores nos hacen esperar, estribando en las promesas anejas a la devoción del divino Corazón. Aquella joven religiosa era
la Madre María del Divino Corazón…
Y, ¿qué relación podrá tener todo esto con la llamada luz de Manresa?… Destinada por la obediencia a Portugal, salió de Münster por enero de 1894 y a principios de cuaresma llegó a Barcelona. «Al salir de Barcelona, nos dice su biógrafo, se detuvo en Manresa… En Manresa recibió gracias especialísimas en relación con las pruebas que pasaba y con las dificultades que le aguardaban; de forma que su paso por allí, consecuencia fortuita del gran rodeo que se le había impuesto, fue, en realidad, el momento capital de su viaje y su preparación defi nitiva para el cumplimiento de los designios de Dios sobre ella.»
Con piadoso entusiasmo visitó todos los sitios santifi cados por la presencia del penitente caballero y particularmente la cueva en que escribió los Ejercicios… «No me acuerdo, dice ella, de haber sido nunca tan bien comprendida y de haber reconocido tan clara y distintamente la voluntad de Dios.» «Momentos después, prosigue narrando el biógrafo, de nuevo postrada en la misma cueva y bajo
aquellas rocas que habían sido testigos de las conversaciones del santo con Jesús y con María, fue ella favorecida con una comunicación íntima del divino Maestro… En tanto que rezaba, oyó una voz que le preguntaba si quería sacrifi carse por salvar una casa del Buen Pastor que corría grave peligro; tres veces se le hizo la misma pregunta; ella, al cabo, sin saber de qué casa se trataba, respondió que sí,
que aceptaba.» …María del Sagrado Corazón esperaba al pasar por Ávila, en la patria de santa Teresa, un eco de las impresiones de Manresa… «Lo que en lo más íntimo de mi experimenté no hallo palabras con que explicarlo; era como el día de mi profesión al comulgar, sólo que más tranquilo, más hondo, más íntimo; acordéme de lo que me pasó en Manresa cuando me sentí penetrada de un deseo vivo y apremiante de sufrimiento y sacrifi cio cuando Nuestro Señor me presentó la cruz con todo su peso y
yo la acepté con santo ardor, cuando me fueron propuestos los trabajos de Oporto… A los pocos meses de esta visita a Alba de Tormes comenzó para María del Divino Corazón aquella durísima enfermedad que la tuvo tres años casi ininterrumpidos en cama…
[Este episodio de tan dura enfermedad tenía lugar por el año de 1898, año de la guerra hispanoamericana].
La sierva de Dios seguía las operaciones militares con sumo interés en el comunidad reunida en la
capilla rezaba por España, invocando principalmente al Sagrado Corazón y a san Ignacio…
«La guerra hispanoamericana me ha hecho sufrir mucho, primero por su duración, hasta que obtuve
del señor rector –su director espiritual, el rector del seminario de Oporto– la autorización de transmitir
al Papa una comunicación de Nuestro Señor; luego, después de una batalla cerca de Cuba que se creyó decisiva, como se prolongara aún la guerra, sufrí mucho para alcanzar la paz del Sagrado Corazón. No está aún todo concluido, pero se me ha asegurado que a la confi anza corresponderá el éxito; consagración al Sagrado Corazón, desagravios, abandono y confi anza, sufrir con Él y por Él.»
Observa al llegar a este punto el biógrafo que la carta al Romano Pontífi ce de la cual habla el abad de
Seckau es la primera que María del Divino Corazón escribió a León XIII comunicándole el deseo de Jesucristo de que consagrara todo el género humano a su Corazón. Esta carta se escribió y remitió en junio de 1898; desgraciadamente, se ha perdido y no obtuvo contestación…
Lo esencial y valioso, lo que a todo español, a todo catalán, a todo manresano debería llenar de gozo
y de esperanza y de santo orgullo es que en España, en Cataluña, en Manresa, Dios quisiera disponer y
preparar a su fi el sierva, a la condesa Droste Zu Vischering, a María del Divino Corazón, para recibir del Cielo el mensaje a León XIII y para urgir su transmisión en el año de 1898, de tristes recuerdos. Y si en este año la carta remitida a Roma aparentemente no dio resultado, sin duda preparó la de 1899, que determinó al Vicario de Cristo a realizar aquel acto que apreciaba como el más grandioso de su pontifi cado. LA LUZ DE MANRESA PRENUNCIÓ LA LUZ DE OPORTO. La luz de Roma y la luz de Manresa.
«Año 1548»
En el año 1548 a la luz de Pedro se examinó la luz de la Cueva de Manresa y se halló ser verdadera luz. Íñigo de Loyola, peregrino de Tierra Santa en 1523, veinticinco años antes había salido de Manresa llevando consigo un librito manuscrito al parecer insignifi cante. En aquel librito se contenía en cifra la
luz que había iluminado a Íñigo durante aquel año de su estancia en Manresa, en aquel período de su vida del cual decía que había sido su primitiva Iglesia. Veinticinco años de prueba, veinticinco años de frutos, podrían parecer sufi ciente garantía de que en el libro de los Ejercicios se contenía la verdad.
Veinticinco años más tarde un prócer español, un exvirrey de Cataluña, el santo duque de Gandía san
Francisco de Borja, que por propia experiencia estaba íntimamente persuadido de la verdad de aquel librito, de que la luz de la Cueva de Manresa era verdadera luz, quiso que se contrastara esta luz a la luz de la Cátedra de Pedro y aquel al parecer insignificante librito quedó sellado con la aprobación pontifi cia, que garantiza la verdad que en él se contiene: la verdad, la autenticidad de la luz de la Santa Cueva. El 31 de julio de 1548, el papa Paulo III aprobó el libro de san Ignacio de Loyola, y desde entonces ¿quién contará y ponderará bastante las aprobaciones que sobre aquel librito han llovido? LA LUZ DE ROMA ILUMINÓ LA LUZ DE MANRESA. Beata María del Divino Corazón (Maria Droste zu Vischering)