COMO ya anunciamos en el pasado mes de enero, hemos querido unirnos en este número al año jubilar de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz que el papa Francisco ha convocado coincidiendo
con la celebración de tres aniversarios: 150 años de su nacimiento, un siglo desde que fue beatifi
cada por Pío XI y 25 años de haber sido declarada doctora de la Iglesia por san Juan Pablo II. Quien conozca la revista sabrá de la atención devota y entusiasta de que han gozado siempre las enseñanzas de la Santa en nuestras páginas, prueba de ello son los más de 150 artículos que han ido apareciendo a lo largo de su ya dilatada historia dedicados a glosar su vida y escritos.
Queremos en esta ocasión recordar que ya en enero de 1971 se escribía en favor de la conveniencia de que la Iglesia proclamase doctora a santa Teresita. Desde su canonización ya se habían levantado voces en su favor, pero en aquel momento no existía ningún precedente en el que se declarase
a una mujer doctora de la Iglesia. Este posible obstáculo desapareció en el momento en que Pablo VI en septiembre de 1970 declaró a santa Teresa de Jesús doctora de la Iglesia, y al cabo de dos meses a santa Catalina de Siena. En estas nuevas circunstancias se publicó en Cristiandad una nota fi rmada por el presidente de Schola Cordis Iesu en los siguientes términos :
«Ha parecido a diversos sectores de la Iglesia, en España y fuera de ella, que sería de gran provecho espiritual, en el mundo de hoy, la proclamación de santa Teresita de Lisieux doctora de la Iglesia universal. El entusiasmo con que hemos recogido, desde el primer momento, esta iniciativa es fruto
natural de la devoción que a esta gran santa nos inculcó nuestro fundador el padre Orlandis, S.J. Schola Cordis Iesu siente como muy suya la tarea de colaborar a que esta proclamación sea pronto una realidad de incalculables benefi cios para la Iglesia».
Con este propósito, entre otras iniciativas, se dedicó el número de enero de 1971 a glosar la oportunidad de esta declaración. En el largo editorial que con el título: «¿SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS DOCTOR DE LA IGLESIA Y PATRONA DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN?», escrito por uno de los colaboradores más asiduos de aquellos años, el padre Roberto Cayuela S.I, que conocía
íntimamente al padre Orlandis, se argumenta en favor del doctorado y el patronazgo sobre el Apostolado de la Oración; gracias a Dios hoy día ambos concedidos. Creemos oportuno reproducir uno de los párrafos en que se dan los motivos propios que ha movido a Cristiandad a unirse a esta petición:
«Cristiandad, se ha animadoa cooperar a la iniciativa de proponer que se preparen los caminos para que otra gran hija de la Iglesia, santa Teresa del Niño Jesús, obtenga el mismo título que su insigne Madre, santa Teresa de Ávila.
Con ello cree fi rmemente Cristiandad que sigue con toda fi delidad su lema y consigna de promover el
Reino de Cristo, por la devoción a los sagrados Corazones de Jesús y María. Ni podemos olvidar los que colaboramos en la Revista, y tuvimos la dicha de vivir en íntimo trato con el que fue su fundador, el padre Ramón Orlandis, S.I, que su devoción entrañable a santa Teresa de Lisieux, y el profundo estudio de su vida y escritos, fue una de las características más señaladas de su espiritualidad y de su acción apostólica. Sí; era de ver, y se mostraba como cosa notabilísima, que aquel eminente fi lósofo y teólogo; versadísimo en la teología de la historia; acudía continuamente a buscar inspiración, luz y acierto en los escritos de la “Petite Thérèse”.
El articulista ha sido invitado para ser como el portavoz, en Cristiandad, de esta idea e iniciativa, tiene muy presente, y lo consigna con emocionado recuerdo, que muchas veces, al entrar en la habitación del padre Orlandis, como lo hizo por varios años muy asiduamente, le sorprendía arrobado en extática contemplación, a la vez intelectual y sensible, como quien veía cerca de sí a santa Teresita, y tenía con ella coloquios de afecto entrañable; de algunos de los cuales fui partícipe, con indecible edifi cación
y gozo de mi alma. Otras veces, mostrándome alguna página de los inimitables escritos de la Santa, me
hacía ver, entusiasmado y asombrado, las geniales intuiciones con que ella descubría el profundo sentido de sus predilectas enseñanzas del Evangelio; y las expresaba con un candor humilde y sublime. Es “la gran santa de la confi anza”, decía; y “Su doctrina es como de doctor de la Iglesia”».
¿No nos hizo con esto el gran padre Orlandis, una invitación, y nos dio pie para lo que ahora intentamos
se promueva?» Si hace ya cincuenta años escribíamos sobre la oportunidad de este doctorado, nos parece que hoy podemos insistir aún con más convicción y experiencia sobre el bien que signifi ca para toda la Iglesia y para nuestro mundo la difusión universal que han tenido las enseñanzas de santa Teresita. Así lo reconocía san Juan Pablo II en su carta apostólica «Divini amoris scientia»: «no es solo
la doctora más joven en edad sino que además es también Teresa la más cercana a vosotros en el tiempo y por sus enseñanzas se puede afi rmar que es “maestra para nuestro tiempo”».
Nuestro tiempo es tiempo en el que se proclama con insistencia la falta de esperanza, se multiplican los anuncios catastrofi stas por diversidad de causas: clima, medio ambiente, crisis económicas, guerras, terrorismo etc., no discutimos el fundamento real o no de tales anuncios, pero sí podemos afi rmar que cuando se pierde la confi anza en Dios, la desesperanza invade la vida de los hombres, y así está
ocurriendo en nuestros días. La vida y los escritos de Teresa son una confesión continua de esperanza fundada en la misericordia que brota del amor del Corazón de Jesús: «La confi anza, y nada más que la confi anza, la que ha de llevarnos al amor» (carta 197 a Sor María del Sagrado Corazón). Por todo
ello Canals escribía: «El sentir de los fi eles y el lenguaje del Magisterio convienen en proclamar la providencial congruencia del mensaje evangélico que tuvo la misión de enseñar, con las necesidades del mundo de nuestros días». (Cristiandad n. 749-751)
Estas consideraciones nos invitan a pensar que si bien se le ha reconocido como «doctora en la ciencia
del amor de Dios» también se podría afi rmar su doctorado en «la esperanza en la misericordia divina».
Beatificación de Pablo VI
El pasado mes de abril celebrábamos la canonización de dos papas del siglo xx: san Juan XXIII y san Juan Pablo II, y al cabo de pocos meses otro papa es beatificado de nuevo, en este caso Pablo VI....