Prácticamente de forma inmediata a la publicación de la encíclica Humanae vitae por Pablo VI en 1968 surgieron múltiples y agresivos ataques a la doctrina sobre la familia y el matrimonio plasmada en aquel crucial documento pontificio. Los ataques al profético mensaje de la encíclica también llegaron desde dentro de la Iglesia: a menos de dos meses de su aprobación, solo siete cardenales expresaron su apoyo sin fisuras a Pablo VI para reafirmar la ilicitud de los métodos anticonceptivos. Y desde entonces han sido muchos los obispos, sacerdotes y religiosos que han rechazado y rechazan, más o menos abiertamente, las enseñanzas de la encíclica.
Pero si Humanae vitae también encontró defensores en el momento de su publicación, también hoy se alzan voces que expresan agradecimiento por la claridad y profundidad de la encíclica. Carlos Granados, coordinador de la edición española del reciente Diccionario de sexo, amor y fecundidad, ha propuesto a Religión en Libertad cuatro aspectos proféticos de los que alertó Humanae vitae a partir de los estudios recogidos en ese libro:
1º La autoridad y seguimiento del documento «no admite excepciones»
Uno de los aspectos fundamentales en torno a la validez del mensaje de Humanae vitae es que «no admite excepciones», en palabras de San Juan Pablo II. En el Diccionario, Augusto Sarmiento remarca que tanto la doctrina que rodea «al acto matrimonial y la sexualidad humana» como a «la moralidad» de la píldora «ha sido muchas veces expuesta por el Magisterio» y Pablo VI no hace sino reafirmarlo: «La norma por Nos reafirmada no es nuestra, sino que deriva de la Ley de Dios». Esta doctrina no solo es firme por su autoridad pontificia, sino que está «inscrita en la naturaleza» y «contenida también en la Revelación».
Del mismo modo, la Humanae vitae «compromete la conciencia de todos los miembros del Pueblo de Dios» y se trata de «una decisión magisterial de la cabeza de la Iglesia cuyas directivas deben ser seguidas».
Recuerda, por último, la denuncia emitida al respecto por san Juan Pablo II en 1988, cuando afirmó que «someter [Humanae vitae] a discusión equivale a negar a Dios mismo la obediencia de nuestra inteligencia» y a «preferir la luz de nuestra razón a la luz de la Sabiduría, cayendo así en la oscuridad del error y terminando por atacar otros puntos fundamentales de la doctrina cristiana». Por ello, concluye Sarmiento, la obediencia a la encíclica «no admite excepciones».
2º La anticoncepción es una «distorsión» del acto sexual.
La postura expuesta desde la Iglesia en torno a la anticoncepción es refrendada a lo largo de todo el Diccionario de forma directa o indirecta. Renzo Puccetti, médico internista, profesor de bioética en la Universidad Católica de Roma y de la Regina Apostolorum, aborda de lleno el mensaje sobre la anticoncepción contenido en la Humanae vitae y la cuestiona en todas sus variantes. Al estar destinada a «impedir la concepción de una nueva vida», explica que «todos los métodos químicos o mecánicos» anticonceptivos no solo «vulneran el carácter procreativo de la unión», sino que «distorsionan la naturaleza misma del acto sexual» y «lo contradicen».
«Recurrir a la anticoncepción para tener una unión sexual sin procreación muestra que el acto sexual es instrumentalizado» y «acreditar tal comportamiento como lícito significa discernir la moralidad de los actos utilizando un filtro consecuencialista que hace que la moralidad de los actos descienda de las motivaciones que mueven a realizarlos», aspecto denunciado posteriormente por Juan Pablo II en la Veritatis Splendor.
3º Las amenazas a los «significados» del matrimonio.
A lo largo del Diccionario, son numerosos los especialistas que profundizan en el significado de la unión conyugal en relación a los «bienes y fines» del matrimonio. En este sentido, se afirma que «la relación entre el acto sexual y la reproducción humana, lejos de ser accidental, es sustancial», ya que «todo el proceso de la respuesta sexual humana está naturalmente dirigido a hacer posible la procreación».
Isabelle Ecochard destaca el «fuerte vínculo» que Pablo VI llama a «no modificar» entre unión de los esposos y procreación, ya que «el horizonte de la unión íntima conyugal va mucho más allá de su expresión anatómica y de todas las complejidades de su fisiología. Vivida en el amor, la unión íntima es el gesto donde el don total y la recepción de otro se expresan plenamente».
En este sentido, Ecochard se refiere a la unión conyugal no solo como «fuente y base» del matrimonio y la familia, sino que ésta lleva también a «una apertura a una tercera persona y también al Espíritu Santo, que se da a ellos a través de su amor».
Por ello, alerta de tres amenazas que pesan sobre esta unión:
-Olvidar el designio de Dios: «La primera amenaza es su banalización, lo que nos ofrece nuestra sociedad a través de las imágenes y enseñanzas que se dan a los jóvenes. Conocemos las repercusiones de esta banalización sobre las parejas, las familias y los jóvenes: rupturas, violencias, infidelidad y sexualidad deshumanizadora».
-Agresiones a su carácter unitivo: «Las parejas deterioran el sentido unitivo cuando las viven sin una voluntad de compromiso, sin una promesa de fidelidad, sin elegir por horizonte el carácter definitivo de su pareja. En verdad ya no pueden llamarse uniones. Por este hecho dejan de ser castas».
-Agresiones a su carácter procreativo: «Desde hace alrededor de un siglo, los métodos para evitar un embarazo o para ayudar a la concepción de un hijo son cada vez más sofisticados y están publicitados ampliamente. Todos los métodos químicos o mecánicos vulneran el carácter procreativo de la unión. Solo lo preservan los métodos naturales de regulación de nacimientos. La pareja que los utiliza acepta modificar su comportamiento sexual para no tener que modificar el sentido profundo de sus uniones».
4º La anticoncepción y otros lejanos orígenes de la ideología de género.
El Diccionario incide también en la dimensión pública y social del matrimonio, los hijos y la familia y matiza siguiendo a Pablo VI, que si la sexualidad conyugal tiene un profundo «significado público», la anticoncepción se caracteriza por ser «inpolítica».
Así, el director del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuan sobre la Doctrina Social de la Iglesia, Stefano Fontana destaca la dimensión de sociedad y sociabilidad presente en la relación matrimonial y de la que, por el contrario, carecen los actos homosexuales, ya que «solo» la apertura a la vida «saca a los dos de su individualidad y los une».
Es en este sentido, cuando Fontana habla del «carácter inpolítico de la anticoncepción» y su valoración negativa por parte de la Humanae vitae, ya que «corroe la sociabilidad en lugar de producirla y requerirla», además de «abrir la puerta a la homosexualidad y la ideología de género».
Tras una profunda y completa explicación del proceso que ha dado cabida a los mayores ataques a la familia y el matrimonio, Fontana denuncia la «paradoja de un ámbito privado cada vez más invadido por lo público» en el que los hombres, según profetizó la Humanae vitae, «llegarían a dejar a merced de la intervención de las autoridades públicas el sector más personal y reservado de la intimidad conyugal». Las políticas de las Naciones Unidas en torno a la anticoncepción, esterilización masiva y abortos en cooperación con los gobiernos y ONG internacionales o el proyecto post (o trans) humanista son solo un ejemplo de ello, explica».
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