El 5 de junio, festividad de Pentecostés, cuando los fieles de la parroquia de san Francisco Javier de
Owo (Ondo, Nigeria) acababan la celebración de la misa y se disponían a abandonar el templo apareció de pronto un grupo de terroristas que comenzaron a disparar a los asistentes e hicieron explotar diversos artefactos dentro y fuera de la iglesia, asesinando a 38 personas y dejando heridas a más de sesenta.
Aunque aún no se conoce con certeza la identidad de los atacantes, presumiblemente pastores musulmanes de la etnia fulani, monseñor Jude Arogundade, obispo de Ondo, ha afirmado que, sin duda, se trata de terroristas cuyo principal objetivo es «aterrorizar a los cristianos y matar todos los que era posible».
«Otro motivo remoto y sin fundamento –añadía monseñor Arogundade– podría ser enviarle un mensaje
político al gobernador del estado de Ondo, Rotimi Akeredolu, cuyos grandes esfuerzos para expulsar a
los bandidos de los bosques de Ondo y su firme decisión de enfrentarse a la insurgencia en el país ha suscitado la atención nacional y el descontento de algunos». En cualquier caso «el motivo detrás de la idea satánica de asesinar a personas inocentes que viven en paz solo podría hacernos concluir que quienes lo hicieron son asesinos sin sentido».
De hecho, cada vez son más frecuentes los ataques hacia cristianos en este país africano de mayoría
musulmana que cuenta con un 28% de población cristiana y el mayor número de seminaristas de todo
África y donde el pasado año fueron asesinados por su fe al menos 4.650 cristianos y casi 900 lo han sido en los tres primeros meses de este año. A mediados de mayo una turba de musulmanes atacó e incendió iglesias católicas en Sokoto, en protesta por la detención de los sospechosos de lapidar y quemar viva a la joven cristiana Deborah Yakunu, acusada de ofender a Mahoma, y la medianoche
del pasado 25 de mayo hombres armados irrumpieron en la rectoría de la iglesia de san Patricio, también en la diócesis de Sokoto, y secuestraron al párroco padre Stephen Ojapa y al padre Oliver Okpara, junto a dos niños que viven en la casa parroquial. Aunque muchas veces estos ataques
se intentan justifi car como consecuencia de disputas territoriales, pobreza y desigualdades sociales –el
presidente de Irlanda, Michael D. Higgins, ha llegado a afi rmar que el ataque de los pueblos pastores
contra cristianos en las iglesias es consecuencia del cambio climático y la necesidad de estos pueblos de buscar cierta seguridad alimentaria–, dicha conclusión es totalmente equivocada.
«Los terroristas –insiste monseñor Arogundade– están masacrando, hiriendo e instalando el terror en
diferentes partes de Nigeria desde hace más de 8 años, no por algo razonable sino porque son malvados, ¡y punto!». «La persecución a los cristian os es muy real y cualquiera que diga lo contrario está siendo deshonesto ». En caso contrario, continúa el obispo de Ondo, cómo justifi car los incesantes casos de secuestros (muchos con resultado de muerte), ataques a muchas iglesias y seminarios,
ataques a comunidades, ataques al transporte público, ataques a mercados, etc., que han sido las
marcas registradas de los terroristas, especialmente en la región norte de Nigeria. Hay un miedo profundo en todas partes del país.
Y el horrendo crimen del pasado 5 de junio pone de manifi esto una vez más el genocidio que viene perpetrándose contra los cristianos en Nigeria, procurando no solo el exterminio de las personas sino también de su religión, sus valores y sus tradiciones.
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