En una entrevista en el National Catholic Register, el antiguo capellán de la reina de Inglaterra explica cómo es su vida desde su conversión: «No me esperaba la gran sensación de paz y claridad mental que ha supuesto ser católico».
Sin embargo, Ashenden no sólo siente paz desde que se hizo católico, sino también alivio.
«La vida como anglicano protestante siempre implicó una serie de cuestiones controvertidas», explica, «que iban al corazón de lo que constituía la autenticidad de la Iglesia [de Inglaterra], a menudo empeorada por tratar de juzgar las cosas por lo que les gustaba a los laicos, considerados como consumidores». Considera que la «maravillosa y sólida continuidad» de la Iglesia católica, en lo que respecta a las órdenes religiosas y los sacramentos, «en contraposición a la incoherencia protestante y la consiguiente confusión», es a la vez «un alivio y un constante deleite.»
Nombrado capellán de la reina Isabel en 2008, ocupó el cargo hasta 2017, cuando dimitió después de que se leyera en la catedral de Glasgow de la Iglesia Episcopal Escocesa un pasaje del Corán que negaba la divinidad de Cristo. Sin embargo, él ve su conversión al catolicismo como parte de un movimiento más amplio y continuo en ese cuerpo eclesial. Sugiere que hay «un grupo muy numeroso de personas [que] saben que el anglicanismo se ha acabado, pero les aterra abandonarlo. Están empezando a compartir la perspectiva que empezó a aclararse [para mí] hace unos veinte años: que el anglicanismo era un experimento ecuménico de 400 años que había fracasado repentina y terminantemente».
Su pronóstico es sombrío para la religión estatal de Inglaterra. Ve su futuro «colapso en un grupo progresista secularizado de protestantes», lo que, a su vez, conducirá finalmente a su desaparición.
En un momento en que, por una u otra razón, muchos católicos están desanimados, esto hace que sea interesante escucharle. Ashenden dice que, en este último año, ha habido lo que él describe como «un movimiento serio del Espíritu Santo haciendo todo lo que se puede hacer para unir a la Iglesia».
Lo que está añadiendo ímpetu a este movimiento, percibe, es una «creciente sensación de que la persecución que la Iglesia está experimentando en nuestra generación en diferentes partes del mundo se está extendiendo trágicamente y llegará a gran parte de la Iglesia en Occidente».
«Nos esperan un gran número de seres queridos» (1 Jn 1, 2)
Nunca debemos olvidar que nosotros no hemos de cumplir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmediatamente al imperio de...