¡Oh mi santo protector, glorioso patriarca san José, que, estando en el lecho de vuestro dulce tránsito, os
visteis rodeado de ángeles y asistido de su Rey, Cristo Jesús, y de su Reina, la Santísima Virgen María,
esposa vuestra, y que con esta amabilísima compañía salisteis en una paz celestial de esta miserable vida!
Alcanzadme la gracia de perseverar en el bien hasta que muera reclinado en vuestros brazos. Sí, santo mío, por aquella dulce compañía que Jesús y María os hicieron hasta la hora de vuestra muerte, protegedme en la mía hasta que me vea con Vos en el Cielo. Compadeceos también de las pobres almas del Purgatorio que invocan vuestra gracia y poder para con ellas; amparadlas y llevadlas pronto a vuestra gloria, para que juntas con la mía, glorifiquemos vuestro santo nombre con el de Jesús y María por todos los siglos. Amén.
LA REVOLUCIÓN COMUNISTA FUE, SOBRE TODO, ANTIDIVINA
Y porque Dios es el más profundo cimiento de una sociedad bien ordenada –lo era de la nación española–, la revolución comunista, aliada de los ejércitos del gobierno, fue, sobre todo, antidivina. Se cerraba así el ciclo de la...