¡Oh mi santo protector, glorioso patriarca san José, que, estando en el lecho de vuestro dulce tránsito, os
visteis rodeado de ángeles y asistido de su Rey, Cristo Jesús, y de su Reina, la Santísima Virgen María,
esposa vuestra, y que con esta amabilísima compañía salisteis en una paz celestial de esta miserable vida!
Alcanzadme la gracia de perseverar en el bien hasta que muera reclinado en vuestros brazos. Sí, santo mío, por aquella dulce compañía que Jesús y María os hicieron hasta la hora de vuestra muerte, protegedme en la mía hasta que me vea con Vos en el Cielo. Compadeceos también de las pobres almas del Purgatorio que invocan vuestra gracia y poder para con ellas; amparadlas y llevadlas pronto a vuestra gloria, para que juntas con la mía, glorifiquemos vuestro santo nombre con el de Jesús y María por todos los siglos. Amén.
La columna de Monseñor José H. Gómez, Arzobispo de Los Ángeles
Los que gobiernan y moldean la dirección de la sociedad han desarrollado una hostilidad a la religión y a los valores tradicionales de la familia y de la comunidad. Con una frecuencia cada vez mayor, vemos que están utilizando...