El hasta ahora presidente Andrzej Duda, del partido Prawo i Sprawiedliwość (PiS, Ley y Justicia), consiguió la victoria y un nuevo mandato en las elecciones presidenciales polacas del pasado 12 de julio con el 51,2% de los votos. Las elecciones fueron seguidas con gran interés en toda Europa y en ellas se desplegaron todos los esfuerzos posibles para derrotar a Duda por parte del entorno progresista. El candidato alternativo, el liberal progresista Rafał Trzaskowski, de la Coalición Cívica (Koalicjabywatelska, KO) y actual alcalde de Varsovia, contaba con el respaldo de numerosas fuerzas políticas, desde el centro liberal hasta la izquierda y de grupos de presión internacionales contrarios a la familia natural y favorables a la ideología de género. Con la reelección de Duda, Polonia ha resistido a todas las presiones y, por un estrecho margen, mantiene en la presidencia a un político que se niega a que el país se asimile a los paradigmas anticristianos vigentes en gran parte de Europa. Durante su pasado mandato, el presidente Duda alentó y apoyó las iniciativas del ejecutivo en favor de la familia y, en vísperas de las elecciones, el 10 de junio, firmó la Carta de la Familia para garantizar ayudas económicas a las familias polacas, al tiempo que reitera el matrimonio como unión entre una mujer y un hombre. Esta posición contrasta con la de Trzaskowski, promotor de la ideología de género en las escuelas y firmante de la llamada Carta LGBT como alcalde de Varsovia.
La victoria de Duda, por un estrecho margen, refleja la división de Polonia entre un país rigorosamente católico y patriótico y otro mucho más secularizado y entregado a las ideologías disolventes hegemónicas en Occidente