Ya nos hemos hecho eco aquí de la creciente presión que la China comunista está desplegando con mano de hierro para incrementar su área de influencia y someter cualquier disidencia. Es el caso de Hong Kong, ciudad que pasó a formar parte de China en 1997 bajo la fórmula, acuñada entonces por Deng Xiaoping, de «un solo país con dos sistemas». Una situación que parece ahora muy lejana a la vista de las reiteradas amenazas por parte del actual líder chino, Xi Jinping, para imponer una serie de leyes que destruirían la especificidad de Hong Kong.
Es en este contexto en el que el cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, ha realizado unas declaraciones en las que señala «que en este momento tenemos la impresión de que el líder chino se encuentra en una situación en la que tiene miedo y por lo tanto quiere mostrarse fuerte imponiendo la nueva Ley de Seguridad Nacional».
Por de pronto, el tradicional acto en conmemoración de la matanza en la plaza de Tiananmen en 1989, que se venía realizando en Hong Kong todos los años, ha sido prohibido por la autoridades comunistas chinas. Una señal que no augura nada bueno para el futuro de la antigua colonia británica.
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