La actualidad de nuestro país, y parece ser que del mundo entero, gira en torno a la pandemia del coronavirus. Y esta epidemia, seguramente por caminos que no habíamos previsto ninguno de nosotros, nos ha introducido a todos a un desierto cuaresmal diferente pero que no deja de recordar aquellos cuarenta días que pasó Jesús en el desierto, sometido a las tentaciones.
Y si las tentaciones son grandes en estos momentos, muchos son, por otro lado, los testimonios de fe, esperanza y caridad que estamos viendo estos días y que ponen de manifiesto aquellas enérgicas palabras de san Juan Pablo II en Nicaragua en 1987: «El amor vence siempre, como Cristo ha vencido. El amor ha vencido, aunque en ocasiones, ante sucesos y situaciones concretas, pueda parecernos impotente. Cristo parecía impotente en la Cruz. Dios siempre puede más».
Por este motivo, durante estos días la Iglesia nos invita a volver la mirada y el corazón hacia Cristo, poniendo en él toda nuestra confianza e implorando su protección a través de su madre María y José.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor
En estos días de singular y dolorosa experiencia ciudadana y eclesial, la Iglesia católica está llamada a ofrecer sus recursos en favor de los afectados así como la presencia del Señor que salva, animando a todos los cristianos a interceder ante la Madre de Dios, que nos ampara y escucha nuestra oración. Por ello, la Conferencia Episcopal Española ha propuesto a todas las diócesis que lo consideren oportuno que, a la hora del Ángelus, hagan sonar las campanas de sus templos para invitar a orar a quienes permanecen en casa y hacer llegar, a quienes sirven y trabajan, la ayuda del Señor y el agradecimiento de la Iglesia.
Y como en esta crítica situación numerosas diócesis se han visto obligadas a suspender las misas públicas, no han faltado tampoco sacerdotes (como en Barcelona, Valldoreix, la Vall d’Uixó o Málaga), que, con el deseo de que la intercesión del Santísimo Sacramento llegue a todos los fieles, han expuesto a Cristo Eucaristía en lo alto de sus respectivas ciudades para que bendiga a todos sus habitantes, conscientes de que sólo de Él viene nuestro auxilio, mientras otros se entregan por entero al cuidado y consuelo de los directamente afectados por el virus.
¡Oh, María, sin pecado concebida!, rogad por nosotros que recurrimos a Vos
Ante la emergencia que ha generado el coronavirus y la difícil situación que se vive en muchos países, explicaba recientemente la agencia Gaudium Press, el rector mayor de los salesianos, padre Ángel Fernández Artime, ha convocado a la familia salesiana alrededor del mundo para que se una en oración con una novena extraordinaria a María Auxiliadora, que se realizará desde el 15 al 23 de marzo y culminará el día 24 –en la conmemoración mensual a la patrona de los salesianos– con la consagración del mundo a la Virgen Auxiliadora de los cristianos.
Los salesianos también están recomendado llevar en el cuello la medalla de María Auxiliadora, tal como lo hizo el propio san Juan Bosco con sus hijos espirituales en el Oratorio de Turín cuando llegó, en el año 1854, la peste del cólera: «Si cumplís lo que yo os digo –pidió el santo–, os libraréis del peligro. Ante todo debes vivir en gracia de Dios, llevar al cuello una medalla de la Santísima Virgen que yo bendeciré y regalaré a cada uno y rezar cada día un padrenuestro, un avemaría y un gloria con la oración de san Luis Gonzaga, añadiendo la jaculatoria: «Líbranos, Señor, de todo mal».
También algunos gobernantes han acudido a Dios y a la Virgen en busca de protección para sus pueblos. De una forma similar a como el presidente de los Estados Unidos convocó a una jornada de oración por la contención de la pandemia de coronavirus el día 15 de marzo, el alcalde de Venecia (Italia) Luigi Brugnaro, decidió encomendar la protección de los habitantes de su región a la Santísima Virgen María: «Virgen de la Salud, Virgen poderosa, Madre amorosísima, como hijos tuyos volvemos a ti… Hacemos memoria de los muchos beneficios que nunca le han faltado a quien con fe, amor y corazón contrito te ha invocado como su Madre. Socórrenos unos a otros, manifiesta tu omnipotencia sencilla…. Virgen de la Salud, consagramos a tu Corazón Inmaculado la ciudad de Venecia y nuestras tierras vénetas. Amén».
Id a José
«En medio de esta pandemia –nos recordaba monseñor Munilla– celebramos la solemnidad de san José, a quien la tradición católica invoca como el Custodio. San José fue la persona clave a la que pudieron confiarse Jesús y María cuando arreció la prueba. El cuidado y protección de José fueron determinantes para escapar de la matanza de Herodes, así como para hallar refugio en Egipto, donde permanecieron confinados hasta la muerte del tirano. Cuando la peste devastaba Europa, las víctimas recurrían a san José y a su intercesión milagrosa. Por ello, el papa Francisco, al mismo tiempo que recalca la imperiosa necesidad de seguir todos los requerimientos sanitarios dados por las autoridades, nos enseña a dirigirnos al Custodio: “En la vida, en el trabajo, en la familia, en la alegría y en el dolor siempre buscó y amó al Señor, mereciendo en las Escrituras el reconocimiento de un hombre justo y sabio. Invócale siempre, sobre todo en los momentos difíciles, y confía tu existencia a este gran santo”».
Una cuaresma marcada por una cruz universal
«Debemos saber escudriñar –afirmaba recientemente la madre Adela Galindo, SCTJM, en una carta dirigida a su familia espiritual– no solo lo que dicen las noticias, sino detenernos a tener una sintonía profunda con el Corazón de Dios y escuchar qué nos quiere decir Él en esta situación universal que ha cambiado al mundo en cosa de semanas. Muchos nos dan noticias del virus, pero ¿quién nos da noticias de lo que Dios quiere hablarle al mundo a través de este momento de gran vulnerabilidad y de darnos cuenta que las prioridades de las vidas de muchos han estado puestas en las cosas erradas? No podemos nunca negar ni minimizar su gravedad, eso sería ser como los avestruces. Pero tampoco podemos negar que Dios es el Señor de la historia y que si nos está permitiendo vivir esta situación de tanta incertidumbre y de tantas limitaciones para protegernos, ¿qué tiene Él que decirnos? ¿Quién se detiene a pensar que hay una voz que grita en medio de todos los medios de comunicación y que casi nadie quiere escuchar? ¡Esa voz es la de Dios! (…)
Estamos en cuaresma, y no creo que sea casualidad que este virus haya explotado a nivel mundial durante la cuaresma; en este santo tiempo de oración, penitencia, ayuno, moderación y mortificación, y de ayudar a los necesitados. Todo con el propósito de la conversión (…). Pareciera que el Señor nos ha querido enseñar que en la Cuaresma debemos contemplar su pasión no desde afuera, sino dejándola tocar nuestras vidas: estamos azotados por un virus que no hace distinción de personas. Estamos sin la movilidad a la que hemos estado acostumbrados, a viajar donde sea y cuando sea; pareciera que experimentamos la inmovilidad de los clavos de Cristo. Estamos sin escape humano de esta amenaza y pareciera que la corona de espinas nos pincha sin poder escapar. Muchos son prisioneros en sus propias ciudades o casas, como lo fue Jesús el Jueves Santo en la casa de Caifás. El mundo entero parece sentirse angustiado como los apóstoles el Jueves Santo… El Señor nos daba la Eucaristía y, sin embargo, pasarían días antes de que la pudieran celebrar. ¿Saben lo que significa para muchos no recibir la Eucaristía en tiempos de tribulación?
(…) ¡Es tiempo de volverse a Dios! Ojalá muchos se tornaran a Él y hubiera una conversión universal, un despertar universal, al menos. Todo sufrimiento trae una fuente de gracia, amor y santidad. Démosle al Señor su lugar en nuestras vidas y tornemos nuestro ser a la oración, a la reflexión, a la sabiduría y a la prudencia. ¿En qué mejores manos estamos que en las de nuestro buen padre? Que esta cuaresma marcada por una cruz universal nos traiga un despertar universal a la necesidad de batallar los virus corporales, pero con más fuerza también, los virus del pecado que matan el alma.