Finalmente el presidente norteamericano, Donald Trump, presentó su plan de paz para Israel y Palestina, un plan muy favorable a los intereses de Israel y que ha sido recibido con hostilidad generalizada en el mundo árabe. Un plan que hasta sus mismos promotores asumen que tiene nulas posibilidades de hacerse realidad pero que, proponen, establece nuevas bases sobre las que negociar, intentando romper con concepciones del pasado que bloquean cualquier intento de acuerdo.
Quizás la novedad más destacada sea el reconocimiento del principio de indivisibilidad de Jerusalén, que en realidad reconoce una situación de hecho. Lejos queda aún el reconocimiento del carácter sagrado para judíos, cristianos y musulmanes de la Ciudad Santa, pero al menos se asume que ésta no se puede fragmentar.
Mientras tanto, la situación de bloqueo, que se remonta a 2014, agrava cada vez más la precaria situación de la población palestina y favorece el caldo de cultivo perfecto para el yihadismo. En los territorios bajo autoridad palestina el antisemitismo no deja de crecer, alimentado por un adoctrinamiento escolar generalizado y por la propaganda cotidiana en los medios de comunicación árabes. Tampoco se atisban mejoras para la población cristiana: continúa atrapada en medio de un conflicto en el que es vista con desconfianza por ambos contendientes.
A propósito de las calendas cristianas
Este mes de diciembre en que se acaba el año litúrgico parece apropiado reflexionar sobre la importancia del calendario como elemento posibilitador y configurador de todas las civilizaciones. Todas las culturas, desde la sumeria hasta la romana, han organizado...