En agosto de 2008, el distrito de Kandhamal, del estado indio de Odisha, fue testigo de la peor persecución cristiana en la historia moderna de la India. El desencadenante fue el asesinato de un líder hinduista local: los radicales hinduistas calificaron el asesinato de «conspiración cristiana internacional», culparon al Vaticano, a Europa y a Estados Unidos.
Además, clamaron venganza contra los bautizados, lo que condujo a la muerte de 100 personas y a la destrucción de 300 iglesias y 6.000 hogares. Siete cristianos, falsamente acusados del asesinato del líder hinduista, pasaron nueve años en la cárcel. A principios de diciembre, finalmente, los cinco cristianos aún presos fueron puestos en libertad bajo fianza.
Durante la ola de violencia que azotó el distrito de Kandhamal, la Hna. Meena Barwa fue violada y la hicieron desfilar semidesnuda por las calles. Después de pasar largo tiempo traumatizada y de años de procesos judiciales –que aún continúan–, la Hna. Barwa decidió inscribirse en la Facultad de Derecho y trabajar en favor de los marginados. Recientemente ha hablado con Ayuda a la Iglesia Necesitada:
«El trauma fue casi insoportable, y me mudé varias veces por motivos de seguridad. En ocasiones viví en lugares donde ni siquiera conocía el idioma local, llegando incluso a disfrazarme. Durante años, estuve separada de mi familia. Las noches eran especialmente duras, soñaba a menudo con la violación. Además, saber que los cristianos de Kandhamal estaban sufriendo, solo aumentaba mi dolor.»
Las víctimas de los ataques de 2008 se calculan en unas 60.000. La mayoría de ellas tuvieron que huir a la fuerza de sus hogares, ante los crecientes ataques que se fueron dando por todo el distrito. Los radicales incendiaron casas, escuelas, dispensarios médicos e iglesias. Varias oenegés también tuvieron que lamentar la pérdida de sus locales y dejaron de operar en la zona.
«De vez en cuando, regresaba a Odisha por el proceso judicial», continúa su relato la hermana Meena Barwa. «El primer juicio, me traumatizó de nuevo. Tras él, no pude dormir durante días, pues me vi humillada, ofendida y torturada psicológicamente. Desarrollé una seria aversión hacia el sistema jurídico de la India».
«Pero eso no me deprimió; al revés, decidí actuar en nombre de la gente que sufría conmigo, buscando justicia para ellos. En 2009, me matriculé anónimamente en una universidad de las afueras de Odisha; simplemente era una más de las estudiantes que vivían en un albergue de un convento. En 2015 empecé a cursar un máster de Derecho de tres años de duración, mientras continuaba desempeñando mis deberes como religiosa.»
En los últimos años el radicalismo hindú ha crecido en todo el país. La ideología radical «hindutva» seguida por los grupos extremista establece que la India debe ser un único país unido por una lengua, el hindi, y una religión, el hinduismo. Alejado de la imagen de tolerancia y respeto que nos llega desde India, las corrientes ultranacionalistas, de la mano de un exacerbado mensaje hinduista, están provocando la amenaza de las minorías religiosas de este país, el segundo más poblado del mundo y que exhibe con orgullo el ser la democracia más numerosa de nuestro planeta.
Estas corrientes extremistas se están canalizando políticamente a través del partido BJP (Bharatiya Janata Party, traducido como «Partido Popular Indio»), actualmente en el poder de la nación y cuyo máximo representante es el actual primer ministro de la India Narendra Modi. El BJP además gobierna en numerosos estados, y en 19 de ellos están vigentes leyes recién aprobadas calificadas como de «anti-conversión». Estas normativas ponen límites a la conversión de personas hindúes a otras religiones, y restringen la actividad misionera de la Iglesia. El objetivo es que, especialmente miembros de castas inferiores o de los conocidos como «dalit» o «intocables», no puedan convertirse al cristianismo, atraídos por una mejor educación y el mensaje del Evangelio de que todos somos hijos de Dios con igual dignidad y derechos.
De hecho muchos de los cristianos del distrito de Kandhamal procedían de estas castas o eran miembros de tribus nativas que están fuera del sistema de castas ancestral. Aunque la ley establece el fin de las castas en la India, éstas siguen existiendo en la práctica. La libertad religiosa también está reconocida en la Constitución de la India, pero el ordenamiento jurídico de cada estado está impulsando el poner trabas a la mismo y aumenta la tendencia hacia una marginación mayor de las minorías religiosas.
La hermana Meena Barwa también habla abiertamente, después de muchos años, de un trauma que ha conseguido superar gracias a la ayuda de muchas personas y a la oración: «Muchas cosas han cambiado en la última década. Hoy llevo una vida normal y me he vuelto mucho más fuerte. Las personas que he conocido me han ayudado a olvidar mi dolor; las considero bendiciones de Dios. Han sido ángeles enviados para guiarme, para que no me hundiera en la miseria. En su lugar, logré superar el trauma y encontré una forma de dar esperanza a mi pueblo. Me he vuelto más humilde, más paciente y más humana.»
«Rezo el padrenuestro todos los días, pero esta oración sólo tiene sentido si perdono. ¿Cómo voy a rezar el Padre Nuestro si no perdono? Al perdonar a mis agresores me he liberado de mi trauma, del miedo, de la vergüenza, la humillación y la rabia. Siento que estoy viviendo una vida normal y soy feliz porque los he perdonado. De lo contrario, me habría vuelto loca. No albergo ningún sentimiento negativo hacia mis agresores; solo deseo que se conviertan en buenas personas.»
«Estoy agradecida por mi vida, mi fuerza y mi motivación, todo lo cual me ha sido otorgado por Dios. Él es mi fuerza, también en vista de que mi proceso se prolonga. Él me ha empoderado para servir al prójimo».
«El pueblo de Kandhamal ha sufrido mucho, pero ha depositado toda su confianza en el Señor. El sufrimiento en sí mismo es un don, una gracia. Lo veo como un desafío para salir crecida de él. La actitud de la comunidad cristiana hacia lo que sucedió en Kandhamal en 2008 no es negativa. Están esperanzados y ahora tienen una fe más profunda. La tragedia los ha hecho más fuertes. A este respecto, me vienen a la mente las palabras de San Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” La gente de Kandhamal es la prueba viviente de que nadie puede hacerlo».