La crisis de la Iglesia abierta a fines del siglo xiv como consecuencia de la permanencia del papado en Aviñón durante varios años, y la vuelta a Roma del pontífice Gregorio XI en 1377, provocaría la división de obediencias en la Cristiandad. A la muerte de este papa en 1378, el cónclave romano eligió a Urbano VI dentro de un clima de tensión que fue aprovechado por los cardenales partidarios del papado de Aviñón –que no habían vuelto a Roma– para declarar ilegítima la elección y designar a Clemente VII con el apoyo de Francia y de sus aliados.
Los reinos hispánicos sufrieron también las consecuencias del Cisma, y aunque Castilla se unió a la causa del papa francés, la Corona de Aragón permaneció en un principio a la expectativa, hasta que el fallecimiento de Clemente VII permitió designar como sucesor en Aviñón al aragonés don Pedro de Luna, que tomó el nombre de Benedicto XIII, en 1394, a pesar de que unos años antes había sido elegido en Roma Bonifacio IX como sucesor de Urbano VI. Así se inició el gran Cisma de Occidente, que no finalizó hasta 1417 con la elección de Martín V. Durante este período los cristianos vivieron una época de gran inquietud de conciencia. Las heridas abiertas en esta época duraron aún algunos años más.
El abad de Poblet fray Vicente Ferrer (no confundir con san Vicente Ferrer), elegido en 1393, junto con un buen número de monjes era probablemente partidario del papa romano y el año 1400, con motivo de celebrarse el jubileo en Roma, algunos monjes, con aprobación del abad, decidieron asistir para ganar el jubileo.
Habiéndose enterado de ello el rey Martín el Humano, cuya obediencia era al papa aragonés Benedicto XIII, el Papa Luna, de Aviñón, escribió al abad recriminándole tal peregrinación y amenazándole de excomunión por el papa de Aviñón. En una carta fechada el 21 de febrero de 1400, el rey ordena al abad Vicente Ferrer que desistan de dicha peregrinación o serán llevados como fugitivos y castigados, según es costumbre en la Orden. Por lo que parece esta carta no logró que los monjes desistieran de sus ansias de ganar el jubileo, pues en otra carta pocas fechas después, 3 de marzo, el rey Martín escribe a Benedicto XIII, que designe un santuario donde estos monjes puedan ganar el jubileo o que les autorice a ir a Roma. No sabemos cómo acabó este asunto, pero indudablemente debía crear tensiones en el interior de la comunidad benedictina o aumentarlas. Es muy probable que estas tensiones fueran la causa de las dimisiones de los abades de este período, especialmente la de Fray Vicente Ferrer, en 1409. No hay duda de que fue a causa del Cisma que Benedicto XIII intervino en el monasterio con el nombramiento, un hecho completamente nuevo en la historia de Poblet y que sin duda no debía contribuir a la pacificación de la comunidad, ya que como en todos los monasterios de la Orden, y también en Poblet, los superiores eran elegidos con completa independencia.
He aquí los hechos en 1393, a la muerte del abad Agulló fue elegido abad por los monjes el prior hasta entonces, fray Vicente Ferrer. La elección fue absolutamente normal con completo acuerdo entre toda la comunidad y en una atmósfera de continuidad en el abadiado. Se puede sospechar que en aquel momento reinaba en la comunidad una adhesión al papa de Roma. Pero a partir de la elección del papa aragonés, al que se adhirió el rey Martín, fueron creciendo los partidarios de Benedicto XIII. El caso es que el abad Vicente Ferrer presentó la dimisión, en 1409, (algunos dicen por causa de la edad) porque no pudo unir de nuevo toda la comunidad y no estaba de acuerdo con el rey a causa de la adhesión al Papa Luna. Fray Vicente, envió a Aviñón a fray Jaume Carbó, para comunicar al papa su dimisión, cosa que cumplió con mucho éxito, pues poco tiempo después recibió el nombramiento de abad, sin que hubiera elección en el monasterio. Se dijo que fray Vicente, en carta aparte recomendaba la elección de fray Jaume Carbó, para contentar al rey y así pacificar la casa, considerando que los partidarios de Benedicto XIII, en la comunidad, habían aumentado. También el rey apoyó al Papa Luna en dicha elección. La imposición de un abad desde fuera creó un aumento de tensión en la comunidad. Era la primera vez que esto ocurría, pues si bien los partidarios del Papa Luna se alegraron, no así los partidarios del papa romano.
El nuevo abad se ocupó muy intensamente de la organización y de los intereses de la casa, pero por el hecho de no haber sido elegido por la comunidad como siempre se había hecho, no le fue fácil adquirir autoridad sobre la comunidad y menos habiendo disensiones relativas al Cisma. Ello dificultó de tal manera el ejercicio de su cargo que, muy pronto, el 6 de abril de 1413, en Tortosa, presentó la dimisión al propio Benedicto XIII.
El Papa Luna quiso continuar teniendo bajo su tutela al monasterio de Poblet y volvió a nombrar abad a un adicto suyo. Y así, de nuevo, otro abad se instalaba en Poblet sin intervención de los monjes. El abad sucesor de fray Jaume Carbó fue el padre Juan Martínez de Mengucho, o fray Joan Martí.
El periodo abacial de fray Martínez de Mengucho fue largo, pues duró hasta 1433, y tuvo también sus problemas por el hecho de no haber sido elegido y su diferente psicología. Tenía un carácter muy duro y austero y las ganas de reformar el monasterio le crearon grandes problemas, lo que le hizo chocar con la comunidad. Durante su período abacial finalizó el Cisma de Occidente.
«Tesoro escondido» de Bernardo de Hoyos
En mayo de 1733 el padre Agustín de Cardaveraz escribe a su amigo el padre Hoyos, entonces residente en el colegio San Ambrosio de Valladolid, acabando sus estudios de teología, y le pide que le envíe un extracto del...