Es habitual hablar del «genocidio» con el que los españoles habríamos castigado el continente americano. Un relato falaz que no es difícil de desmentir. Noticias como la publicada en Il Giornale el pasado 29 de abril nos dan pistas de por qué los conquistadores españoles fueron recibidos como liberadores en tantos lugares:
«En abril de 2018 arqueólogos de la Universidad Americana de Tulane y de la Universidad Peruana de Trujillo, financiados por la National Geographic Society, descubrieron en la costa norte de Perú una fosa común con 140 esqueletos de niños (comprendidos entre los 5 y 14 años), varios adultos (de diferentes grupos étnicos) y doscientas llamas, éstas con sus cabezas mirando a los Andes, mientras que los humanos miraban hacia el mar. Les habían arrancado el corazón a todos.
Los esqueletos databan de entre el 1400 y el 1450 y correspondían al Imperio chimú, que se extendía a lo largo de mil kilómetros en las costas del Pacífico, entre Perú y Ecuador, inferior sólo a los incas por extensión y poder. El mayor sacrificio de niños descubierto hasta el momento era el que se encontró en el Gran Templo de Tenochtitlán, la capital azteca: 42 esqueletos. El de los chimú podría ser, según los estudiosos, sólo la punta de un iceberg aún por revelar».
La beata Jacinta Marto
Jacinta nació el 11 de marzo de 1910 en el caserío de Aljustrel, pequeño agregado situado a un km de Fátima, formado por una hilera de humildes casas de campesinos con sus huertos y sus cuadras, alineadas a lo...