Los cada vez más frecuentes ataques a iglesias, no ya en territorios sometidos a las atrocidades de grupos yihadistas, sino en el propio Occidente, son analizados por Matthew Schmitz en las páginas del Catholic Herald.
Parte Schmitz de una constatación: «el auge de la violencia contra los católicos ha sido extrañamente ignorado o minimizado, no sólo por los medios de comunicación, sino también por los mismos católicos».
Parte del problema radica en la posición sociológicamente única de los católicos en Occidente. Nuestra cultura liberal tiene un vocabulario muy desarrollado para proteger los derechos de las minorías. Pero no hay un conjunto de términos para describir la violencia contra la fe que de múltiples maneras definió a Occidente y que sigue siendo la fe mayoritaria en muchos países occidentales.
Dado el papel constitutivo único que ha jugado el cristianismo católico en la vida de Occidente, describirlo como otra fe más entre muchas otras siempre será complicado. Incluso en las naciones protestantes, donde los católicos han sido una minoría oprimida, el catolicismo es identificado de manera generalizada con un pasado opresivo. Mientras que otros grupos religiosos han abandonado la oposición cristiana, antes universal, a la anticoncepción y al aborto, el catolicismo se ha mantenido firme. Esto lo convierte en símbolo de tradición y autoridad incluso en sociedades que hace mucho tiempo rechazaron su autoridad.
Debido a que Occidente fue definido por su aceptación del catolicismo y ahora se define por su rechazo del mismo, lograr un tratamiento igual y neutral para el catolicismo es casi imposible. La sociedad occidental mira a la Iglesia como uno podría mirar a un antiguo amante. Dada su estrecha e íntima historia, las únicas posibilidades futuras son, o bien una obsesión resentida, o bien un renacimiento apasionado de esa relación»
La consagración de Polonia al Sagrado Corazón de Jesús
Lo sentimos, este contenido no está disponible en la versión online. Puede leerlo en la versión impresa solicitando la suscripción a la revista. Disculpe las molestias, La redacción