En la Catedral de Nuestra Señora de la Almudena de Madrid tuvo lugar la Beatificación de catorce mártires Concepcionistas Franciscanas asesinadas por odio a la fe en la persecución religiosa desatada en España en el año 1936, presidida por el Cardenal Ángelo Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los santos, en representación del Papa Francisco. Concelebraron con él el Nuncio en España Mons. Renzo Fratini, el Arzobispo de Madrid, Cardenal Carlos Osoro; Mons. José Carballo, OFM, Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica; el Cardenal Ricardo Blázquez, Arzobispo de Valladolid y Presidente de la CEE; el Cardenal Carlos Amigo, Arzobispo emérito de Sevilla, y Mons. Braulio Rodríguez Arzobispo de Toledo.
Con ellos estuvieron presentes en el altar Mons. Juan del Río, Arzobispo castrense; Mons. Eusebio Hernández, Obispo de Tarazona; Mons. Juan Antonio Martínez Camino, S.J. Obispo auxiliar de Madrid. Así como los superiores de la Provincia de los Capuchinos de España
Homilía de Monseñor Ángelo Becciu
El Cardenal Becciu comenzó su homilía recordando las palabras de san Pablo proclamadas en la primera lectura: «Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Cor-12.10), palabras que podemos aplicar a las catorce monjas dela Orden contemplativa de Franciscanas de la Inmaculada Concepción asesinadas durante la persecución religiosa que pretendía eliminar a la Iglesia en España.”
Prosiguió Mons. Becciu: «Ellas se mantuvieron fuertes en la fe, no se asustaron ante los ultrajes, las dificultades ni la persecución. Estaban preparadas para sellar con su vida la verdad que profesaban con sus labios, asociando el martirio de Jesús a su martirio de fe, de esperanza y de caridad… Lo que determinó su martirio fue precisamente la aversión a Dios y a la fe cristiana; de hecho sufrieron persecución y muerte por su estado de vida religiosa y por su total adhesión a Cristo y a la Iglesia.
Sus verdugos eran milicianos que, guiados por el odio a la Iglesia católica, eran protagonistas de una persecución religiosa general y sistemática contra las personas más representativas de las comunidades católicas…
»Ellas son un ejemplo y un estímulo para todos, pero sobre todo para las monjas concepcionistas y para todas consagradas que dedican sus vidas totalmente a la oración y contemplación. En esta preciosa misión orante, las religiosas de clausura están llamadas a “gustar y ver qué bueno es el Señor”, para dar testimonio a todos de lo cautivador que es el amor de Dios. En distintos lugares y tiempos, perseverando en su consagración a Dios dieron sus vidas por la fe y como prueba suprema de amor, y enfrentaron con generosidad y coraje su entrega de sacrificio al Señor.
La integridad espiritual y moral de estas mujeres ha llegado hasta nosotros a través de testigos directos y documentos. Nos impresionan profundamente los testimonios relacionados con su martirio.
En el asalto al monasterio de Madrid «los atacantes gritaban: “¡Mueran las monjas!”, y ellas morirían exclamando: ‘¡Viva Cristo Rey!”»
En el caso de las religiosas de El Pardo, sus verdugos, cuando descubrieron a las monjas junto con las personas que las habían escondido tras el asalto del monasterio, les preguntaron: “¿Vosotras sois monjas?” Las religiosas respondieron: “Sí por la gracia de Dios”. Lo que para ellas equivalía a una sentencia de muerte, que los milicianos ejecutaron sin ninguna otra motivación.
Por su parte las religiosas de Escalona en Toledo, desalojadas de la comunidad, fueron expulsadas del municipio y llevadas a la Dirección General de Seguridad de Madrid para obligarlas a abandonar la fe y apostatar. Para forzar a las monjas más jóvenes a tal acción, separaron a las más ancianas del grupo, y las llevaron a un lugar donde fueron torturadas y finalmente fusiladas. Todos los testimonios que hemos recibido nos invitan a afirmar que las monjas concepcionistas murieron porque eran discípulas de Cristo, porque no quisieron renegar de su fe y de sus votos religiosos.
»Cuando al inicio de la guerra en la zona republicana las comunidades se refugiaron en casas y hogares de familiares y amigos, ellas se adecuaron sin quejarse nunca, dando un ejemplo de heroísmo. Nunca tuvieron actitudes de animosidad hacia aquellos que fueron la causa de sus sufrimientos, sino que los trataron con caridad. Se dirigieron al sacrificio glorificando a Dios y perdonando a sus verdugos, siguiendo el ejemplo de Cristo, que dijo en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”
El testimonio de esas beatas constituye un ejemplo vivo y cercano para todos.
»Sus muertes heroicas son un signo elocuente de cómo la vitalidad de la Iglesia no depende de proyectos o cálculos humanos, sino que brota de la total adhesión a Cristo y a su mensaje de salvación. De ello eran totalmente conscientes estas monjas que ofrecieron sus vidas por su amor sin reservas por Jesucristo…
»La fuerza se realiza en la debilidad, respondió el Señor al apóstol Pablo; hoy damos gracias por esta fortaleza que también se ha convertido en la fuerza de los mártires en tierras de España. La fuerza de la fe, de la esperanza y del amor, ha demostrado ser más fuerte que la violencia.
»Cristo se hizo presente junto a los mártires, y con Él ha sido vencida la crueldad de los pelotones de fusilamiento y de todo el sistema de odio organizado. Vino a ellos con la fuerza de su muerte y de su martirio, y al mismo tiempo con la fuerza de su Resurrección.
»El martirio de hecho es una declaración particular del misterio pascual que continua actuando y se ofrece a los hombres de todos los tiempos como promesa de nueva vida. Así escribió Tertuliano «sangre de mártires, semilla de cristianos». No podemos dudar de la fecundidad de esta simiente, aunque las fuerzas que intentan arrancar de las conciencias y del tejido social el semen christianorum parecen crecer bajo diversas formas…
»Estas catorce nuevas beatas que perseveraron en la fe, incluso en el momento de la oblación suprema, representan un estímulo para confirmar, testimoniando con alegría y esperanza en todos los ámbitos el amor y la misericordia de Dios que nunca nos abandona, singularmente en la hora del fracaso y de la derrota.
»Nos confiamos en la intercesión de aquellas cuya existencia se ha convertido para toda la Iglesia, especialmente para el pueblo peregrino de Dios en España, en un poderoso catecismo, una invitación urgente a vivir su ejemplo de manera radical, ofreciendo un testimonio radiante de la fe que supera todas las barreras y abre horizontes de esperanza y fraternidad.
»Podemos rezarles diciendo: ¡Beatas María del Carmen y compañeras mártires, rogad por nosotros!»
Al salir de la Almudena, la Madre María Torres, presidenta de la Federación de conventos Santa Beatriz de Silva de Castilla, manifestó ante un grupo de muchachas que le felicitaban: «¡Ojalá esta beatificación, y el sacrificio de las hermanas, sea semilla de nuevos cristianos y de muchas vocaciones. ¡Espero que os deis cuenta de que merece la pena la radicalidad de nuestra vida!»
Recuerdo del Papa a las nuevas beatas
En la plaza de San Pedro, tras el rezo del Ángelus del domingo 23 de junio, el papa Francisco ha recordado la beatificación de las catorce religiosas concepcionistas «asesinadas por odio a la fe durante la persecución religiosa que tuvo lugar en España de 1936 a 1939. Estas monjas de clausura, como las vírgenes prudentes, esperaron con fe heroica la llegada del Esposo divino», y ha significado como «su martirio nos invita a todos nosotros a ser fuertes y perseverantes, especialmente en la hora de la prueba», terminando con esta exhortación, cumplimentada por la multitud de fieles que llenaba la plaza: «¡Saludemos con un aplauso a las nuevas beatas!»