En el número anterior notábamos el inmenso número de mártires que ha habido en el siglo xx. Pues el pasado 2 de junio, coincidiendo con el viaje apostólico del papa Francisco a Rumanía (31 de mayo–2 de junio) y durante la celebración de la «Divina Liturgia» (misa en el rito bizantino) en la que estuvieron presentes más de sesenta mil fieles y otros veinte mil la siguieron a través de pantallas instaladas por toda la ciudad de Blaj, el Santo Padre beatificó a siete nuevos mártires, siete obispos greco-católicos asesinados durante la dictadura comunista en los años cincuenta.
Los mártires (Valeriu Traian Frențiu, Vasile Aftenie, Ioan Suciu, Tit Liviu Chinezu, Ioan Bălan, Alexandru Rusu y Iuliu Hossu) fueron encarcelados y torturados entre 1950 y 1670 durante la durísima persecución contra los greco-católicos que sacudió Rumanía al finalizar la segunda guerra mundial.
Durante la homilía, el Papa resaltó que «ante la feroz opresión del régimen, estos obispos manifestaron una fe y un amor ejemplar hacia su pueblo. Con gran valentía y fortaleza interior, aceptaron ser sometidos a un encarcelamiento severo y a todo tipo de ultrajes, con tal de no negar su pertenencia a su amada Iglesia. Estos pastores, mártires de la fe, han recuperado y dejado al pueblo rumano una preciosa herencia que podemos resumir en dos palabras: libertad y misericordia. (…) También hoy reaparecen nuevas ideologías que, de forma sutil, buscan imponerse y desarraigar a nuestros pueblos de sus más ricas tradiciones culturales y religiosas. Colonizaciones ideológicas que desprestigian el valor de la persona, de la vida, del matrimonio y la familia y dañan con propuestas alienantes, tan ateas como en el pasado, especialmente a nuestros jóvenes y niños dejándolos desprovistos de raíces desde donde crecer».
Apenas una semana después de esta beatificación, el Santo Padre autorizaba la promulgación del decreto que reconoce el martirio de las siervas de Dios María Colón Gullón Yturriaga y dos compañeras, enfermeras de la Cruz Roja asesinadas «por odio a la fe» en Pola de Somiedo (Asturias) el 28 de octubre de 1936, y el 22 de junio el cardenal Ángelo Becciu beatificaba en la catedral de la Almudena a catorce concepcionistas franciscanas martirizadas el 7 de noviembre de 1936 en Madrid.
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