El padre Mateo llegó a Madrid en octubre de 1914, y llevaba tres meses predicando en Madrid la entronización del Corazón de Jesús en las familias, cuando de improviso le llegó una seca comunicación del obispado desaprobando su actuación, por ser «la entronización novedad sin fundamento teológico que cae bajo la condena de la Santa Sede, especialmente de un reciente decreto de la Congregación de Ritos que prohíbe los títulos inusuales en el culto.» Tras las consultas oportunas, el conflicto se recondujo, y como despedida el 22 de enero de 1915 se celebraba en la cripta de la Almudena una fiesta de las familias que habían entronizado al Corazón de Jesús, presidida por el obispo de Madrid por la mañana, y por el Nuncio por la tarde. En ella el padre Mateo anunciaría su adiós a España, alegando ser reclamado por Francia.
Buscó refugio en Paray, su Betania, donde pedir luz y gracia, sin pensar que la obra de la entronización iba a recibir también allí el sello de la cruz. El arzobispo de Besançon, Mons. Gauthey, antiguo capellán de Paray y reconocido historiador de la entonces beata Margarita María, de cuyos escritos había publicado una edición crítica, le hacía saber que desaprobaba formalmente la palabra entronización y tachaba la obra de novedad de la que desconfiar.
El misterio de las oposiciones en el bien se vale muchas veces de nuestras miserias humanas. Paray pertenecía al obispado de Autun del que Mons. Gauthey era metropolitano, y éste se sintió dolido porque el arzobispo de Lyon y el obispo de Moulins se habían atrevido a invitar a un joven religioso chileno que apenas hablaba francés, a predicar en Francia sobre el Corazón de Jesús, sin consultarle. Su decisión provocó reacción en cadena, y el rector de la basílica de Paray, que antes le había alabado, manifestó ahora también al padre Mateo su desacuerdo, al igual que el de la basílica de Montmartre.
Cuando monseñor Gauthey conoció la aprobación de la obra del padre Mateo por Benedicto XV tuvo la elegancia de reconocer su error, y le escribió: «Vuestro celo ha sido alabado y aprobado por el Papa; está dicho todo. Hace mucho tiempo que estoy en la escuela de Margarita María para no haber aprendido a hacer actos de humildad. Pido al Corazón de Jesús que de nuestro conflicto sobre la manera de honrarle, saque provecho para su gloria.»
Invitación del cardenal de Lyon y del obispo de Burdeos
Habló en Fourvière cautivando al auditorio, y al final el arzobispo de Lyon declaró que la Consagración de las familias al Corazón de Jesús debía ser la corona de todas las obras de la diócesis, nombrando director del secretariado al jesuita Padre Perroy, que mantendría toda su vida su colaboración con el padre Mateo, y redactaría un folleto que se haría muy popular: el Catecismo de la entronización y la consagración de las familias. En la Visitación de Lyon predicó a las hermanas de santa Margarita María que: «El Rey de Amor no es amado; pero el Rey de Amor quiere ser amado, y el Rey de Amor será amado». El cardenal Andrieu, arzobispo de Burdeos, declaraba el 15 de agosto de 1915: «Oyéndoos hemos sentido algo de que los discípulos experimentaron camino de Emaús hablando con el misterioso desconocido, hemos notado como nuestro corazón ardía de amor.»
El padre Mateo pone su obra en manos del nuevo Papa Benedicto XV
Ya no gobernaba la Iglesia el santo papa Pío X, quien en 1907 había bendecido el proyecto del joven padre Mateo y le había conferido el mandato de predicarla: «Salvando la familia se salva la sociedad. Emprendéis una obra de salvación social, consagradle vuestra vida». Esta había sido su carta de presentación hasta entonces, pero el santo papa había fallecido, y voces críticas extendieron el rumor de que esos sus poderes con el fallecimiento de su poderdante habían caducado, y que había que estar a lo que decidiera su sucesor.
Los que se oponían a la devoción al Corazón de Jesús veían que la forma de consagración de la familia al Corazón de Jesús que promovía el padre Mateo desmentía su taimada crítica de devoción sentimental, meramente individual, sin trascendencia eclesial ni social, pues tal como era propuesta por él, mediante la presencia del sacerdote en el hogar y su predicación a domicilio, se presentaba como una fuente de espiritualidad no sólo personal, sino eminentemente familiar y social, que propiciaba una convivencia con Cristo.
El padre Mateo decidió ir a Roma para zanjar la cuestión dejándola en manos del nuevo papa. Le remitió un informe exponiendo la historia de su obra como un intento de renovar y ratificar en el ámbito familiar el acto de León XIII de consagrar el mundo al Corazón de Jesús en 1899, y cómo las pruebas que atravesaba la Cristiandad exigían que el remedio para salvarla se aplicara a la raíz, y por ello actuar sobre la familia, transformándola por el amor en familia del Corazón de Jesús.
A la espera de la audiencia pedida al Papa, el padre Mateo consultó al prestigioso cardenal Billot, profesor de la Gregoriana, sobre los ataques de novedad y falta de fundamento que recibía su obra. Su respuesta fue terminante:
«No se trata de ningún modo de una devoción nueva que pudiera parecer sospechosa; no, se trata pura y simplemente de la franca devoción al Corazón de Jesús, tal como nos ha sido transmitida por las revelaciones de la beata Margarita María y tal como la Iglesia la ha aprobado con su suprema autoridad. Veo en ella un medio sencillo y práctico de realizar los deseos del Corazón de Jesús, y el medio más apropiado de santificación de la familia, y por ella de toda la sociedad». Y demostraba en su dictamen que «por el gran sacramento sobre el que se basa, la familia cristiana nos aparece como sumergiendo sus raíces en las mismas profundidades del Corazón del que ha nacido la Iglesia, y por ello ¿dónde mejor que en la familia puede tener su sitio la devoción al Corazón de Jesús?».
La audiencia con Benedicto XV tuvo lugar el 6 de abril de 1915, y de ella escribirá en unas notas el padre Mateo: «Ha durado una media hora; el Papa me ha tratado y animado como si fuera Jesús. Le he leído mi informe; me ha pedido se lo dejara, y me ha dicho que me responderá con una carta que escribiría él mismo.»
«Instalar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en el lugar más noble de la casa, de tal modo que Jesucristo Nuestro Señor reine visiblemente en los hogares católicos.» (Benedicto XV)
La respuesta del Papa no se hizo esperar, y su carta autógrafa sería publicada en la Acta Apostolicae Sedis, diario oficial de la Santa Sede del 6 de mayo de 1915. El documento comienza precisando como la entronización «Es instalar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en el lugar más noble de la casa, de tal modo que Jesucristo Nuestro Señor reine visiblemente en los hogares católicos», definición que será retomada por sus sucesores Pío XI y Pío XII.
La carta señala los tres frentes sobre los que se dirige el ataque contra la familia, y que serían el tema de una de sus conferencias cuatro años después en los Jerónimos de Madrid en la víspera de la Consagración del Cerro de los Ángeles:
«El divorcio que quebranta su estabilidad; el monopolio de la enseñanza, que elimina la autoridad de los padres; y la búsqueda del placer que se opone a la observancia de la ley natural… continuad vuestros esfuerzos y apostolado para suscitar a través de los hogares católicos las llamas de amor que nos inflaman mirando al Corazón de Jesús. Nada hay más oportuno que vuestra empresa en los tiempos presentes, y actuando así obedecéis al mismo Jesucristo».
Vuelto a Paray el mes de junio, puede celebrar la fiesta del Corazón de Jesús en el lugar donde Jesús pidió a la Iglesia que la instituyera, y en el día por Él elegido y expresamente señalado. Predicó como el fin que se propone su obra es la «realización práctica y concreta del Evangelio de misericordia revelado en Paray», haciendo que una consagración al Corazón de Jesús, que pudiera ser pasajera, sea una institución permanente que prepare el reinado social de Cristo Rey:
«La familia es la fuente de la vida. Si la fuente de la vida de una nación es envenenada, la nación perecerá. Queremos inyectar en la familia la ley del amor del Corazón de Jesús. Si Jesús está injertado en el árbol, todo el árbol será Jesucristo.
»Jesucristo viene a reclamar su sitio en el hogar, como en sus correrías apostólicas pedía hospitalidad en Betania, lugar de honor porque es el Rey y debe reinar en cada familia para poder reinar cuanto antes en la sociedad. Su lugar íntimo es la familia porque es el Amigo que quiere reinar por el Amor de su Corazón. La familia, célula social, debe ser el primer trono vivo del Rey de Amor. »
»Es el cumplimiento de las promesas a Margarita María de que el Salvador vuelve al mundo para reconquistarlo por su Corazón».
El cardenal Van Rossum, prefecto de la Congregación de Propaganda Fide, propuso a Benedicto XV que oyera la predicación del padre Mateo, y el Papa le convocó el 17 de mayo de 1916 a su misa en su capilla privada. Luego en audiencia el Papa le preguntó: «¿Qué respondéis a quienes se quejan de estar tan abrumados por tantas obras como ya existen como para introducir una más? ‒Esto, Santo Padre: Yo no os traigo una lámpara más a añadir a las doce o a las veinticuatro que ya tenéis, os traigo aceite para todas vuestras lámparas».
El Papa confió la obra del padre Mateo en Roma a su buen amigo el jesuita padre Anzuini, que aun predicando con él cinco veces al día, entre ambos no podían dar abasto. El padre Mateo prefería predicar la Hora Santa, pues «Una hora de adoración vale más que cuatro sermones».
De vez en cuando el padre Mateo se retiraba varios días, que pasaba desde la mañana a la noche solo ante el Santísimo, sin leer, ni meditar. En uno de ellos se refugió en la trapa de las Siete Fuentes de la que era abad Dom. Chautard, el autor de El alma de todo apostolado. Se presentó allí creyendo pasar desapercibido, pero al día siguiente el abad le pedía que predicara a sus monjes. «¡Pero si yo he venido aquí a rezar, no a predicar!» El abad le contestó: «Precisamente, sólo os pido que recéis, pero que recéis en voz alta». No pudo negarse: «Ya veo que he venido a la Trapa para dejarme atrapar». Sus charlas fueron luego editadas por la abadía y su séptima edición fue de 200.000 ejemplares.
Llega a la Vendée, tierra privilegiada del Corazón de Jesús, cuyos antepasados ofrecieron sus vidas con su «sauvegarde», nuestro «detente», prendido en el pecho en defensa de su fe católica que la Revolución francesa quería arrancarles. El obispo de Luçon refiere como el movimiento de entronizaciones ha desbordado las familias y ha alcanzado a la vida pública, donde numerosos ayuntamientos vendeanos, y el mismo departamento han sido consagrados al Corazón de Jesús para que reine en ellos.
Pasó a Italia, y por medio del jesuita padre Anzuini contactó con la popular «Unión de Mujeres Católicas», que puso a su disposición sus cuadros y comités, funcionando trescientos secretariados. Surgieron críticas alegando que, de suyo, este apostolado correspondía al clero, y fueron relevadas. El Papa preguntó al superior general de los Sagrados Corazones si disponía de religiosos para la obra en Italia, y al decirle éste que la congregación no tenía por entonces más que un pie en Roma, el Papa confió la dirección de los secretariados y la consagración de las familias al Apostolado de la Oración, en cuyas manos ordenó el padre Mateo a todos los directores que pusieran sus cuadros, locales y publicaciones. Benedicto XV advirtió que «la medida afectaba sólo a Italia, que el nombre en definitiva importaba poco, que lo esencial era que no fuera una consagración pasajera, una fiesta familiar sin día siguiente, sino que Jesús fuera colocado no sólo aparentemente, sino realmente, sobre un trono en la familia, y que quede allí como Rey, para que, alrededor de ese trono, la familia le ofrezca su tributo de amor y adoración».
En 1920 será canonizada santa Margarita María de Alacoque, y Benedicto XV invita personalmente al padre Mateo. Ante sus reparos por sus múltiples compromisos, el Papa le envía este terminante cable: «Deje todo, y asista a la canonización.» Así lo hizo, y al verle el Papa le reprocha: «¿Cómo pudo usted pensar en estar ausente en la canonización de su hermana? Por eso creí de mi deber hacerle violencia para darle este inmenso gusto».
Con la bendición de Pío XI, el padre Mateo funda en 1927 «la Adoración nocturna en el hogar», en la que las familias se turnan durante la noche ante la imagen del Corazón de Jesús, para convertir así su hogar en nuevas Betanias. Miles de inscripciones llegan de toda Italia, con las que se organizan las «noches de Adoración». En enero de 1935 el Papa le dio la misión de instruir a los misioneros en la India, Ceilán, China, Indochina, Japón y Hawai, y de allí pasó a los Estados Unidos y Canadá.
A sus 69 años, la diabetes le obligaba a acudir continuamente al hospital, y el Jueves Santo 14 de abril de 1949 se le manifiesta una afección cardíaca que le acompañaría el resto de sus días.
El padre Mateo empezó a cumplir lo que había anunciado: «Cuando ya no pueda predicar, escribiré; cuando ya no pueda escribir, rezaré; cuando ya no pueda rezar, siempre podré amar sufriendo y sufrir amando».
Estuvo hospitalizado en Canadá, y en febrero de 1956 tuvo que regresar definitivamente a Valparaíso. Se le diagnosticó leucemia y no pudo celebrar ya la Santa Misa. Unas úlceras malignas le gangrenaron las piernas, y se las amputaron en 1960. Falleció apaciblemente el 4 de mayo de 1960 a sus 84 años de edad. Sus restos reposan a los pies del Sagrario en la cripta de la iglesia de los Sagrados Corazones de Valparaíso.
«Es preciso que Él reine» fue su carisma, que el padre Esteban Gumucio SS.CC., en su misa de exequias resumió en estos puntos: Vivió a cuenta del reinado del Corazón de Cristo, no tuvo otra intención. Apóstol fiel, combatió por su reinado con la espada de la palabra, pues «Jesús es el Señor, el Rey de Amor, el único amor que salva.» Centró su vida en la Eucaristía en adoración reparadora ante el Santísimo, viviendo ejemplarmente su misa. Dios lo marcó con la Cruz, sello de autenticidad de su vida y su misión.
El cardenal Gracias y numerosos obispos de la India con el cardenal Landázuri y la Conferencia Episcopal de Perú en unión con otros 38 obispos hispanoamericanos han iniciado su proceso de beatificación. El arzobispo de Valparaíso, monseñor Tagle, ha autorizado esta oración:
«Sagrado Corazón de Jesús, Rey de Amor, acuérdate de todo lo que el padre Mateo Crawley hizo durante su vida para hacerte conocer, amar y servir; si es tu adorable voluntad, dígnate manifestar la santidad de tu celoso apóstol concediéndonos la gracia que humildemente te pedimos por su intercesión. En retorno te prometemos convertirnos en apóstoles de la familia y del reinado social de tu Sagrado Corazón. Amén. Sagrado Corazón de Jesús, venga a nosotros tu Reino. Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros. San José, ruega por nosotros. Santa Margarita María, ruega por nosotros. Santa Teresa del Niño Jesús, ruega por nosotros.»
Que Dios escuche nuestras súplicas.