Hace 75 años la revista Cristiandad conmemoraba un acontecimiento ocurrido cien años antes, la solemne profesión de la fe católica y la consiguiente recepción del bautismo del presbítero anglicano John Henry Newman. El papa Benedicto XVI, con motivo de su beatificación (19/09/2010) afirmaba:
«El lema del cardenal Newman, cor ad cor loquitur, “el corazón habla al corazón”, nos da la perspectiva de su comprensión de la vida cristiana como una llamada a la santidad, experimentada como el deseo
profundo del corazón humano de entrar en comunión íntima con el Corazón de Dios. Nos recuerda que la
fidelidad a la oración nos va transformando gradualmente a semejanza de Dios. Como escribió en uno de
sus muchos hermosos sermones, “el hábito de oración, la práctica de buscar a Dios y el mundo invisible en cada momento, en cada lugar, en cada emergencia –os digo que la oración tiene lo que se puede llamar un efecto natural en el alma, espiritualizándola y elevándola. Un hombre ya no es lo que era antes; gradualmente… se ve imbuido de una serie de ideas nuevas, y se ve impregnado de principios diferentes”».
En el mismo Newman se produjo este cambio, fruto del estudio de los primeros concilios ecuménicos de la Iglesia. Estudio que le llevó a pedir su ingreso en la Iglesia católica, al comprobar que en ella se encontraba el verdadero depósito revelado.
El mismo Francisco Canals, en su obra Los siete primeros concilios, apuntaba la importancia que tuvo
la lectura del texto que presentamos a continuación, en su decisión de comenzar el estudio de esta época
de la Iglesia en la que se fundamentaron los dogmas trinitarios y cristológicos: «La proporcionalidad y armonía entre el misterio de Cristo y la economía salvífica explica que el cultísimo presbítero anglicano que fue después cardenal Newman se convirtiese a la Iglesia romana por haber advertido una común actividad errónea en el eutiquianismo, que creyendo proclamar mejor la divinidad de Cristo minimizaba su humanidad, y el luteranismo, impulsado a la negación del libre albedrío humano y el mérito de las buenas obras por lo que entendía ser una exigencia del reconocimiento de que nos salvamos y somos justificados por la fe y la gracia de Cristo.
No puedo olvidar que la lectura de aquellos párrafos de John Henry Newman fueron decisivos para
poner en marcha y orientar mi interés por el estudio de los concilios de Oriente…».
El texto que presentamos es un extracto de su obra Apología pro vita sua, obra publicada en 1864 y en
la que, a modo de biografía espiritual, defiende sus creencias religiosas católicas frente a las críticas de
los protestantes anglicanos. En el presente texto narra el «encuentro» que tuvo con la doctrina de los
primeros concilios ecuménicos, y que fue uno de los hitos de su conversión, al poner en tela de juicio la
validez de la doctrina protestante frente a la católica.