Eduardo Crawley-Boevey y Murga nació en 1875 en Tingo, cerca de Arequipa, Perú, hijo de madre católica, «arequipeña de sangre española con gotas irlandesas», y padre inglés, protestante. A sus 18 meses sus padres se trasladan a Inglaterra, y por temor a que no soporte el viaje lo dejan al cuidado de sus abuelos maternos, que le educan en su acendrada fe católica española. Sus padres, con sus dos hijos mayores y otros tres nacidos en Inglaterra, regresarán a Perú siete años después, y la familia se traslada a Valparaíso (Chile) ingresando Eduardo en el colegio de los Padres de los Sagrados Corazones de Jesús y María, conocidos como «los picpusianos». A sus 15 años, al conocer la piadosa vida y muerte del padre san Damián de Veuster, héroe de Molokai, apóstol de los leprosos, sintió la vocación de profesar en dicha congregación, y las continuas oraciones de su madre lograron convencer a su padre a que le permitiera entrar en su noviciado.
Le encargaron un día ordenar el contenido de un armario, y en él encontró el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús con el cetro de Rey y el globo del mundo en sus manos, ante el que el presidente mártir Gabriel García Moreno consagró el Ecuador al Sagrado Corazón en 1873, acto por el que sería asesinado por las logias masónicas que desataron persecución religiosa en el país. Para proteger el cuadro un corazonista se lo llevó a Chile. Se le daba por perdido hasta que el novicio Eduardo lo descubrió y colocó en su habitación. Sepultado bajo los escombros en el terrible terremoto de 1906, el cuadro quedó intacto.
En 1898 era ordenado sacerdote a sus 22 años en la catedral de Santiago de Chile, tomando el nombre de Mateo y siendo enviado como profesor al colegio de los Sagrados Corazones de Valparaíso.
El padre Mateo recién ordenado sacerdote
El 16 de agosto de 1906 un devastador terremoto reduce a escombros casi toda la ciudad. El padre Mateo se dedica noche y día a atender a los innumerables indigentes que se han quedado sin hogar. Su salud quedó tan gravemente deteriorada, que los médicos le prohíben todo trabajo durante un año, y sus superiores, como reposo, le envían a Europa, viaje que significará un giro en su vida.
Llegado a Roma en junio de 1907, era recibido en audiencia privada por san Pío X, presentándole su proyecto de entronización del Corazón de Jesús en las familias. El Papa le felicitó y dijo: «Estamos ante una obra providencial. La de salvar a la sociedad en peligro de paganizarse, por el Sagrado Corazón… Consagre su vida a esta obra». El padre Mateo le pregunta: ¿Vuestra Santidad aprueba y bendice entonces la obra de la entronización?, y el Papa exclama sonriente: «No solamente la autorizo; la quiero, y le ordeno que se consagre totalmente a este gran apostolado: ¡Dios lo quiere!» (Mem. 1957, p. 4). El padre Mateo presentó a San Pío X el ceremonial que había redactado y le pidió un autógrafo. Pío X escribió: «Que Dios cumpla lo que ha obrado en ti». De Roma se dirige a Lourdes a pedir su curación a la Virgen; pero María no se la concede, pues no esa gracia Jesús se la reservaba.
El 24 de agosto de 1907 llega a Paray-le-Monial, el santuario donde el Sagrado Corazón se apareció a Sta. Margarita María, y mientras rezaba en la capilla de las Apariciones se sintió físicamente sanado. Curación instantánea, que así la cuenta a su amigo Antonio María osb, de la Abadía de San José de Clairval: «El 24 de agosto de 1907, un joven sacerdote enfermo y agotado entra en la capilla de las Apariciones de Paray-le-Monial». «Allí, me puse a rezar, y sentí en mi interior una extraña sacudida. Acababa de recibir la llamada de la gracia, a la vez muy fuerte e infinitamente suave. Cuando me levanté, estaba completamente curado. Entonces, arrodillado en el santuario, absorto en la acción de gracias, comprendí lo que Nuestro Señor quería de mí. Aquella misma tarde, concebí el plan de conquistar el mundo para entregárselo al amor del Corazón de Jesús, casa por casa y familia por familia».
Lo recuerda la placa expuesta en la puerta de la capilla de la Visitación de Paray-le-Monial:
«En esta capilla donde Jesús prometió reinar por su Corazón, el padre Mateo Crawley de los SS.CC. recibió la misión de lanzar una cruzada mundial por el reino social de su Sagrado Corazón por su entronización en el hogar. Animado por todos los papas desde san Pío X, y llamado por Paulo VI «El apóstol moderno del Sagrado Corazón», el padre Mateo se entregó durante 50 años a la extensión del reino del Rey de Amor. Murió en Chile el 4 de mayo de 1960».
Antes de dejar Paray hace colocar sobre la puerta de la capilla de las Apariciones un exvoto de mármol rojo sobre el que hizo grabar este texto:
«Este es el santuario del divino amor, la fuente inagotable de la vida. Basta con venir una vez junto al Corazón dulcísimo de Jesús para poder decir: ¡qué bien se está aquí! esta es la puerta misteriosa por donde se llega al paraíso de tu Corazón de rey, de hermano, de amigo, dulcísimo Jesús. En el Cielo tú has inscrito ya nuestros nombres con caracteres imborrables. Haz que, escondidos en esa herida íntima, te estemos unidos eternamente en vida de santidad, en sed de gloria y en amor de reparación. 1 de septiembre de 1907».
De regreso a Chile funda en 1908 el Secretariado de la Entronización y su revista El Primer Viernes. Envía a todos los párrocos un folleto explicativo de su obra cuyo fin es «instalar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en el lugar más noble de la casa, de tal modo que Jesucristo Nuestro Señor reine visiblemente en los hogares católicos». De las familias pasa a las comunidades religiosas y colegios y hasta los periódicos, que entronizan el Sagrado Corazón en sus redacciones. En 1911 más de cien mil hogares de Chile, Argentina y Uruguay le tenían entronizado.
Sentía los deseos del Corazón de Jesús de presidir también los hogares de las familias de la vieja y orgullosa Europa
Moviliza a sus amigos europeos; Luis Veuillot presenta en su Univers: «El Corazón de Jesús, Rey de las familias», y El Universo de Madrid reproduce sus escritos. En la embajada de Chile en Roma se establece un secretariado bajo la presidencia de Mons. Federico Tedeschini, y los obispos de Barcelona, Granada y Mallorca recomiendan la entronización.
La ocasión propicia para su venida al Viejo Continente fue el Congreso Eucarístico Internacional de Lourdes de julio de 1914. El inicio de la Guerra Europea hizo demorar el viaje, y el padre Mateo no pudo llegar a tiempo, conociendo al desembarcar la muerte del papa Pío X que tanto le había animado, y cuyas aprobaciones y bendiciones iba a presentar como carta de acreditación.
En su ausencia, su ponencia no fue admitida por estimarla ajena al tema, pero su amigo el padre Baños, respaldado por el cardenal de Sevilla, logró incluirla en la sección de habla española, y luego en el pleno hizo adoptar por unanimidad sus conclusiones: «El Congreso aprueba la entronización del Corazón de Jesús en el hogar, y ve en ello el medio escogido por ese divino Corazón para establecer su reinado social en el mundo, y en este espíritu, invita a todos los hogares católicos y a todos los centros privados y públicos, a introducir su imagen en la habitación principal de la casa».
San Juan Pablo II afirmaba el 23 de febrero de 2002 que el mal que corrompe la sociedad es el laicismo, «la exclusión de Dios y de la ley moral natural de todos los aspectos de la vida humana», y lo reiteraba Benedicto XVI en el discurso inaugural del CELAM el 13 de mayo de 2007: «el laicismo se opone diametralmente al Reino de Cristo, fuente no solamente de la felicidad del creyente, sino de la armonía de la vida pública»
Un siglo antes, el Padre Mateo iba a recibir en Paray-le Monial la gracia de comprender que el laicismo social era el moderno enemigo del Reinado del Corazón de Jesús, y que para vencerlo era preciso entronizar su imagen como Rey en los hogares de las familias cristianas.
Actual mural central de la Capilla de las Apariciones de Paray con el padre Mateo arrodillado a la derecha de santa Margarita, entre los apóstoles del Corazón de Jesús.
A su llegada a Francia, el padre Mateo se dirigió a Paray-le-Monial a pedir al Corazón de Jesús su gracia de darlo a conocer. Hizo un retiro de doce días en el que permanecía de las 6 de la mañana a las 3 de la tarde en la capilla de las Apariciones. Predicó en la Basílica sobre su tema predilecto: el Corazón de Jesús y la Eucaristía, exponiendo que ser apóstol de la Eucaristía no era cosa distinta que serlo del Corazón de Jesús: «Nunca se podrá insistir demasiado en la unión indispensable que debe haber entre estos dos cultos, son dos palabras, dos títulos pero un solo amor, uno sólo». Pese a su mal francés, fue tal su éxito que se le requirió continuase la predicación en la parroquia y conventos de Paray durante dieciséis días más, a razón de cuatro sesiones diarias.
Un dominico de Saint-Maximin al oír su predicación resumió así su impresión: «Al principio, uno queda desconcertado por esa oratoria que no es oratoria, por esas frases elípticas, esas imágenes inesperadas, esos gestos apasionados… pero luego, queda uno cogido, se pone al unísono con él, y cuando al final hace aclamar a Cristo Rey: “Te amo, Jesús, porque eres Jesús”, brotan lágrimas de muchos ojos.»
En octubre de 1914 el padre Mateo pisaba por primera vez la tierra de sus antepasados maternos, confiado en la promesa del Corazón de Jesús al padre Hoyos de que reinaría en ella con más veneración que en otras partes, sin sospechar que allí iba a comenzar a sufrir la prueba de la contradicción, el misterio de las oposiciones en el bien. De ella trataremos en próximo artículo.