El sionismo luchó por establecer un estado judío de modo que los judíos pudieran normalizar su situación y equipararse así a los otros pueblos. Nacía así el Estado de Israel en 1948, un estado para los judíos de todo el mundo que, no obstante, siempre ha tenido una minoría árabe. Los últimos meses estamos asistiendo a una serie de gestos encaminados a fortalecer y afianzar el carácter judío del Estado de Israel, entre los que el más destacado ha sido el traslado de la embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv a Jerusalén, un reconocimiento explícito del carácter judío de la Ciudad Santa que ha provocado airadas protestas árabes.
Un paso más en esta dinámica ha sido la aprobación, el pasado 19 de julio, por parte del Parlamento israelí, de una «ley básica» que establece que el país es el «hogar nacional» del pueblo judío. Dado que Israel no posee constitución escrita, las leyes «básicas» actúan a modo de leyes supremas, de la que la llamada ley «Israel –Estado nacional judío» se convierte en la número 16.
La ley oficializa los símbolos patrios judíos como la bandera, el himno (hatikva) y el escudo con la menorá, declara el hebreo como única lengua oficial, al tiempo que reafirma la responsabilidad del Estado en fomentar la inmigración judía y velar por el carácter no laboral del shabat. Asimismo establece a Jerusalén como «capital unificada y completa» de Israel y considera el asentamiento de judíos como un valor nacional.
No estamos ante ningún cambio en relación a lo que ya era la práctica común, pero a partir de ahora estas prácticas quedan establecidas como las propias, sin duda posible, del Estado de Israel. Al mismo tiempo vienen a bloquear algunos intentos de promover lo que llaman un «Estado binacional», judío y árabe, que ahora deja de ser ni tan sólo planteable. Uno de los motivos por los que se ha dado este paso es el creciente peso de los árabes dentro de la población israelí (ya son el 21%) y el agotamiento de grandes bolsas de judíos que pudieran estar interesadas en emigrar a Israel después del gran aflujo que supuso la caída de la Unión Soviética. Sea como fuere, con esta nueva ley básica el foso existente entre judíos y árabes se hace un poco más profundo.
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