Las elecciones alemanas en las que la canciller Ángela Merkel optaba a su cuarto mandato se han saldado con un resultado que parece que no cambia nada… pero que podría cambiar mucho.
Ángela Merkel, efectivamente, repetirá como canciller de la principal potencia europea. Su partido, la democristiana CDU-CSU, ha ganado con el 33,5% de los votos, seguido por el socialdemócrata SPD, que ha obtenido el 20,5%, siete puntos más que AfD, Alternativa por Alemania, el partido que ha hecho bandera de su oposición a la llegada masiva de más inmigrantes y que entra por primera vez en el Parlamento alemán. El Partido Liberal obtiene el 10% de apoyo, mientras que los Verdes se quedan en el 9%.
No parece tan trágico, pero si uno se fija en los detalles comprende enseguida que el escenario ha cambiado. Los resultados, de hecho, han sido una debacle para los dos principales partidos, que hasta ahora gobernaban juntos: la CDU-CSU pierde 65 escaños y ocho puntos porcentuales. Es el peor resultado democristiano desde 1949. Por su parte, el SPD sigue su imparable caída: en 1998 obtuvo más del 40% de los votos, unos veinte millones, ahora se queda en el 20% y con menos de diez millones de votos, lo que también supone el peor resultado de su historia. El viejo partido socialdemócrata que una vez dominara la política alemana se ha volcado en la defensa de un Estado-niñera de dimensión europea en el que creen cada vez menos votantes.
Este enorme desgaste de los dos partidos que gobernaban en coalición Alemania ha pillado a algunos por sorpresa, habida cuenta de que la situación económica de Alemania es buena, casi no tiene paro, las pensiones parecen aseguradas y la economía crece, lenta pero segura. A pesar de ello, la apuesta de Merkel de abrir las puertas a un millón de inmigrantes en 2015, con los consiguientes problemas de orden público que esta medida acarreó, ha sido suficiente para llevar al Bundestag a AfD.
Y eso que las divisiones internas dentro de Alianza por Alemania son muy grandes, tanto como para que su antigua líder, Frauke Petry, haya anunciado el día después de ser elegida diputada que abandonaba el partido y el grupo parlamentario. La realidad es que, frente a lo que la mayoría de los medios pretenden, el fenómeno AfD es complejo y agrupa desde a quienes se oponen, en diversos grados, a más inmigración musulmana, hasta conservadores cristianos contrarios al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo, pasando por nacionalistas nostálgicos del chauvinismo guillermino (cuando no algunos personajes peligrosamente cercanos a posiciones propias del nacionalsocialismo) y euroescépticos liberales. Una amalgama que a duras penas se sostiene y que quizás se hubiera diluido si no llega a ser por los reiterados ataques a Alemania del primer ministro turco, Erdogan, que han indignado a muchos alemanes y les ha llevado a depositar su confianza en AfD. A esto se une una porción de antiguos votantes de Merkel que, decepcionados por sus concesiones a la izquierda, que han desfigurado el antaño claro posicionamiento moral de la CDU, han buscado una alternativa y han castigado al partido de la Canciller.
Señalaba algún analista que las categorías en que los políticos dividían a la sociedad, por ejemplo entre ricos y pobres, están quedando cada vez más superadas por nuevas categorías que dan lugar al surgimiento de nuevas fuerzas políticas. En concreto, entre los que el politólogo británico David Goodhart llama «los de cualquier lugar» y «los de aquí». Los primeros son instruidos, cosmopolitas y abrazan la globalización, que les beneficia; los segundos están enraizados en sus territorios y en sus costumbres y sufren las consecuencias de las oleadas migratorias (un escenario, por otra parte, con evidentes paralelismos al que llevó a la Casa Blanca a Donald Trump). La realidad es que AfD ha vencido en áreas económicamente débiles, muy en particular en la antigua Alemania Oriental, donde ha obtenido cerca del 21% de los votos de media (con puntas del 25,4% en Sajonia y del 22,5% en Turingia) contra el 11% de media en la parte occidental. Todo lo contrario de liberales y verdes, que obtienen mucho mejores resultados en la próspera Alemania Occidental que en la antigua RDA. De hecho, se puede afirmar que ha renacido la división del país en dos partes, separadas por el ya desaparecido Muro.
Tras el anuncio del SPD de que regresa a la oposición, se perfila cada vez con más fuerza la llamada «coalición jamaicana», por los colores de los tres partidos involucrados, el negro de la CDU, el amarillo del Partido Liberal y el verde del Partido Verde. Una coalición que intentará no seguir alimentando el número de descontentos que alimenten aún más a Alternativa por Alemania.