El próximo 13 de mayo se cumplen cien años de la primera aparición de la Virgen a los pastorcitos en Fátima, y con tal motivo Cristiandad quiere participar de este gozoso acontecimiento de tanta trascendencia para los cristianos de estos tiempos dedicando el presente número y los dos próximos a glosar los diversos aspectos de estas apariciones marianas.
Cualquier consideración sobre Fátima tiene que partir de aquello que constituye el mensaje central de las apariciones. Es un mensaje de misericordia y de esperanza que podría resumirse en estos términos: una llamada a contemplar el amor de Dios para con todos los hombres y su misericordia por los pecadores. La última palabra de la Virgen en Fátima, epílogo de todo cuanto dijo, fue esto: «No ofendan más a Nuestro Señor, que ya está muy ofendido». Así, el mensaje de Fátima nació del Corazón maternal de la Madre de Dios y de los hombres: reparación por las ofensas cometidas contra la Divina Majestad, a la cual es debida toda la honra y toda la gloria, y solicitud por la pobre humanidad que a medida que se aparta de Dios camina hacia la ruina, hacia la guerra, hacia la muerte, hacia la perdición.
Hay en el mensaje de Fátima una llamada, una recomendación, una petición, una promesa: llamada vehemente a la norma cristiana de vida; recomendación insistente (seis veces repetida) de la oración del Rosario; petición de la consagración a su Corazón y promesa de su singular protección, principalmente para la conversión de los pecadores, para obtener la paz y para la conversiónde Rusia. Y de un modo especial la promesa de su triunfo contenida en sus consoladoras palabras: «Al final mi Corazón Inmaculado triunfará». Este triunfo tiene ya sus primicias con todas aquellas gracias que han sido derramadas sobre la Iglesia en estos últimos tiempos: documentos pontificios, Papas santos elevados a los altares, nuevos movimientos eclesiales de gran fecundidad apostólica, y de un modo especialísimo por el testimonio de tantos mártires que Nuestro Señor ha querido asociar a su Cruz redentora. ¡Tantos hombres y mujeres han derramado su sangre dando testimonio de su fe, movidos por el amor a este Dios que parece olvidado y despreciado por tantos! Nunca en la historia de la Iglesia se había dado en un periodo de tiempo relativamente corto tal número de mártires, que ha llevado a poder afirmar que el siglo xx es el siglo de los mártires. Como comentó el Cardenal Ratzinger el «siglo de los sufrimientos y de las persecuciones contra la Iglesia».
El presente número lo hemos dedicado principalmente a los aspectos proféticos de estas apariciones, que hacen referencia a los hechos que se sucedieron en el siglo xx, confirmación de las palabras de la Virgen a los pastorcitos: guerras mundiales, ideologías ateas, revoluciones políticas con inusitada crueldad que reflejan un mundo sin Dios necesitado de la misericordia divina. Desde esta perspectiva tenemos que atender la apremiante llamada de la Virgen a la oración, especialmente a la oración del rosario, pidiendo por la paz del mundo y la conversión de los pecadores.
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