El judaísmo es la religión y cultura del pueblo judío. Según los judíos creyentes, tiene sus raíces en la revelación en el monte Sinaí donde Yahvé le dio la Torah a la humanidad. Las doctrinas y leyes reveladas allí al pueblo judío obligan para siempre. Los estudiosos y santos judíos llevan siglos explicando la Ley. Y estas explicaciones forman parte a su vez de la tradición judía. Esta definición del judaísmo fue universalmente aceptada por el pueblo judío hasta la Ilustración en Europa.
Las ideas de la Ilustración en el siglo xviii ejercieron gran influencia sobre el pensamiento de las comunidades hebreas del centro y este de Europa, convertidas en centro del judaísmo. Las esperanzas mesiánicas cedieron paso al deseo de una realización personal y nacional claramente terrenal, ideas que se plasmaron en el movimiento conocido como Haskalá (la Ilustración judía).
En el albor del abandono masivo de Dios, muchos judíos, lo mismo que muchos cristianos en el mundo entero, llegaron a rechazar sus creencias. Con la idea de crear una religión fabricada por el hombre, surgieron movimientos tales como la reforma, el judaísmo conservador y reconstruccionista. Estos movimientos rechazaban algunos, muchos o todos los puntos básicos de la fe en la Torah. En varios de los libros proféticos del Antiguo Testamento, se advertía al pueblo judío que una rebelión seria contra la voluntad de Yahvé acarrearía el castigo más severo. Si no se recapacitaba, esto podía llevar al exilio de la totalidad de la nación judía. Y llegaron a producirse todos los horrores anunciados. Fueron expulsados los judíos de la Tierra prometida y destruido el Templo de Salomón. El primer exilio de Babilonia, sólo duró setenta años. Devueltos a su tierra se inició la reconstrucción del segundo Templo. Este estuvo allí desde hace unos 2500 años hasta 1900 años atrás, cuando fue destruido por los romanos. La causa fue nuevamente la pésima conducta del pueblo, al cual le correspondía cumplir con la fidelidad a Yahvé.
Para los judíos creyentes, las profecías de desgracia venían acompañadas con promesas de consuelo. El exilio no duraría siempre. Vendrían años de dispersión, muchos de ellos padecidos junto con la persecución. Pero todavía estaba la promesa de que el pueblo volvería a la tierra, aunque el retorno no está en poder de los seres humanos. Lo anunciaría el advenimiento del profeta Elías, acompañado por muchos milagros. Y esta vez la redención no llegaría solamente para el pueblo judío, sino para el mundo entero. Se les enseñó, por medio de los profetas y sabios siguientes, que su exilio era el castigo por sus pecados. El único camino razonable y permitido para poner fin al exilio eran el arrepentimiento y la oración. Sugerir que uno pudiera usar medios políticos o militares para huir del mandamiento divino era visto como una herejía, una negación del gobierno divino sobre el pecado y el perdón. Y así, han ido pasando los siglos mientras el pueblo judío rezaba y esperaba los milagrosos acontecimientos de la redención.
Durante estos largos años no hubo un judío que sugiriera que el exilio pudiese concluir por intervención humana; y eso consta en un pueblo que siempre ha estado estudiando y escribiendo sobre ello. Por supuesto, en la Tierra prometida siempre existieron pequeñas colonias dedicadas a la oración, la contemplación y el estudio.
El sionismo, en cambio, es un movimiento político internacional no religioso, mayormente racionalista y agnóstico, que propugnó desde sus inicios el restablecimiento de una patria segura para el pueblo judío en la tierra de Israel («Eretz Israel»). Dicho movimiento fue el promotor y responsable de la fundación del moderno Estado de Israel.
Aunque sus orígenes son algo anteriores, el movimiento político laico actual fue establecido oficialmente por Theodor Herzl a fines del siglo xix. El movimiento tuvo, y tiene, como objetivo fomentar la migración judía a la Tierra prometida. En 1948 se fundó el Estado de Israel. El nacimiento del sionismo está ligado a la eclosión de los nacionalismos en el siglo xix europeo, que tuvieron como bandera común la idea «un pueblo, un Estado» y que está en el origen del concepto de Estado-nación.
Afirman los judíos creyentes que el concepto mismo de sionismo es una refutación de la creencia tradicional de la Torah en el exilio como castigo y redención, en dependencia de la penitencia y la intervención divina.
A lo largo del siglo xx un amplio sector de dichos judíos ha permanecido inmune a la tentación sionista, en cambio, otros han aceptado el sionismo, mientras que otros intentan coexistir con él. Muchos de los judíos que mantienen la fe judaica, tal como nos fue impartida a lo largo de los siglos, han combatido y combaten el sionismo en Tierra Santa y en el mundo entero. Estos judíos, que tienen muchos descendientes viviendo en Jerusalén, hasta el día de hoy, se niegan a reconocer el Estado judío.
Desde su punto de vista, el Estado de Israel existe en violación de los principios fundamentales de la Torah, dicen que no representa al pueblo judío, pues es vil y corrupto. Al aceptar no creyentes como dirigentes judíos estos personajes profanan el nombre santo de Yahvé públicamente, pecado muy grave a los ojos de la Torah.
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