El Concilio Vaticano II, en su declaración sobre la libertad religiosa, recordaba que «la autoridad civil, cuyo fin propio es velar por el bien común temporal, debe reconocer la vida religiosa de los ciudadanos y favorecerla». Este principio, cuya aplicación práctica puede ser muy diversa, no cabe duda que tiene un presupuesto básico en el reconocimiento y respeto por parte del poder público de la ley natural expresada en los diez Mandamientos. Sin embargo, desde que el laicismo se ha hecho dueño del escenario político, este deber del poder político lo vemos repetidamente silenciado, cuando no explícitamente negado.
Por ello no resulta sorprende el silencio mediático que se ha impuesto sobre el acto de consagración al Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María llevado a cabo por el actual presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski el pasado 21 de octubre en el marco del Desayuno Nacional de Oración organizado anualmente por los Pequeños Grupos de Oración y que este año ha girado en torno al tema de «La misericordia del amor de Dios».
«Yo, Pedro Pablo Kuczynski, Presidente de la República del Perú, con la autoridad que se me ha otorgado, hago un acto de consagración de mi persona, mi familia, aquí presente mi esposa, y la República del Perú al amor y protección de Dios Todopoderoso a través de la intercesión del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María. Pongo en sus manos amorosas mi gobierno con todos sus trabajadores y ciudadanos que están bajo mi responsabilidad. Ofrezco a Dios Todopoderoso mis pensamientos y decisiones como presidente para que los utilice para el bien de nuestro país y siempre estar consciente de los diez Mandamientos al gobernarlo. Le pido a Dios que, a través de la intercesión del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, escuche y acepte mi acto de consagración y cubra a nuestro país con su especial protección. Al hacer esta plegaria le pido a Dios perdón por todas las transgresiones que haya cometido en el pasado, todas las que se hayan hecho en el pasado de la República y por todas aquellas decisiones que se hayan tomado estando en contra de sus mandamientos y le pido su ayuda para cambiar todo lo que nos separa de Él. Yo, Pedro Pablo Kuczynski, como presidente de la República del Perú, declaro este juramento solemne ante Dios y los ciudadanos de nuestro país hoy, 21 de octubre de 2016».
Según explicó al día siguiente el cardenal Cipriani, arzobispo de Lima, se trata de una iniciativa absolutamente inesperada que debería ser noticia de primerísimo nivel por lo poco frecuente que es en el mundo que un gobernante exprese públicamente su deseo de conformar todos sus actos de gobierno con la voluntad de Dios. «Creo que lo más importante –afirmó el primado del Perú– es contemplar ese acto del Presidente y conocer el contenido y que cada uno lo reciba en su propio corazón, en su propia familia. Para mí es un motivo de enorme alegría que invoque a Dios para que nos bendiga, que invoque a Dios para que conduzca y guíe sus actos al frente del gobierno. Y pienso que junto a esta consagración tan bonita y tan profunda también viene, lógicamente, trabajo y esfuerzo. (…) Se está dirigiendo a un país que con mucha ilusión y agradecimiento acoge esta consagración que no tiene ninguna intencionalidad política ni es un desviar la atención. Es un acto puro y espontáneo, con una humildad ejemplar y con una rectitud que yo creo que no queda más que agradecerle y pedirle a Dios que reciba esa consagración y le ayude». Con el fin de dar la mayor difusión posible al acto y paliar el vacío informativo, el cardenal Cipriani pidió que se leyera el texto de la consagración en todas las misas dominicales.