Mientras Europa vive una de sus peores pesadillas, en Oriente Medio la situación está mejorando y el Estado Islámico está sufriendo importantes reveses en lo que ha constituido su base territorial, entre ellas la pérdida de la ciudad-símbolo de Palmira, famosa por sus ruinas, que el Ejército regular sirio ha reconquistado. Esta nueva situación se debe, en gran medida, a la colaboración, inédita hasta ahora, entre rusos y estadounidenses, coordinados en una ofensiva aérea que da cobertura tanto al Ejército sirio, protegido por Rusia, como al Ejército iraquí, apoyado por milicias chiíes, protegidos por los Estados Unidos, que estarían avanzando en dirección a Mosul, en la llanura de Nínive, la que se ha constituido en la capital del Estado Islámico desde hace dos años.
A estos avances se suma la muerte del número dos del ISIS en una acción estadounidense, completando un nuevo escenario que es probable que también haya influido en el desencadenamiento de los atentados de Bruselas. Se va configurando así un nuevo escenario en el que el Estado Islámico va perdiendo territorio y capacidad de actuación, lo que es una magnífica noticia para las castigadas comunidades cristianas de la región. Evidentemente esto no significa que los problemas en la zona vayan a resolverse. Sin ir más lejos, la participación de las milicias chiíes en la reconquista de la llanura de Nínive, si bien necesaria por la debilidad del ejército iraquí, supone un riesgo importante de que se eternice la guerra en una zona suní cuya población, incluso aquella no especialmente favorable al ISIS, ve con aprensión la llegada de conquistadores chiíes.
Lo que está sucediendo sobre el terreno es también una victoria para la estrategia seguida por Putin. Antes de que Rusia se involucrara en el conflicto, el régimen de Bashar al Assad estaba en una situación crítica, al borde del colapso, aislado y retrocediendo por doquier. La intervención rusa fue determinante para salvarlo, evitando que Estados Unidos impusiese un cambio de régimen y dando nuevos bríos al Ejército regular sirio. Ahora, cuando el ejército ruso se retira de Siria (aunque mantiene presencia militar en las bases que ha instalado en el país y continúa apoyando militarmente al Ejército sirio), lo hace con un al Assad recuperando cada día terreno y unos Estados Unidos a los que no ha quedado más remedio que aceptar que deben contar con él de cara al futuro de Siria y que el enemigo prioritario no era el régimen sirio, sino el Estado Islámico, acerca del cual finalmente la administración americana ha tenido que reconocer que está cometiendo un genocidio contra cristianos y yazidíes, después de que tanto el Parlamento Europeo como el mismo Congreso de los Estados Unidos se hubieran pronunciado en este sentido. De este modo, desde el pasado 27 de febrero, en que fue anunciada una tregua entre los aliados de Rusia y Estados Unidos para concentrar todos los esfuerzos bélicos sobre el ISIS y el Frente Al Nusra, los avances sobre el terreno han sido notables.
Evidentemente queda por solventar el futuro de Siria una vez neutralizados los grupos islamistas, pero esa más que probable crisis queda para un futuro que no parece muy lejano. Por el momento, se vislumbra una pequeña luz en medio de tanta oscuridad y sufrimiento provocadas por el odioso Estado Islámico.
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