«Cristo cura la humanidad herida»
Al fin pasó un samaritano. Cristo se da adrede el nombre de samaritano. Él, de quien se había dicho, para ultrajarle: «Eres un samaritano y estás poseído de un demonio» (Jn 8,48). El samaritano viajero, que era Cristo –porque verdaderamente viajaba– vio a la humanidad que yacía en tierra. Y no hizo caso omiso, porque el fin de su viaje era «visitarnos» (Lc 1,68.78) a nosotros por quienes bajó a la tierra y se alojó en ella. Porque no solamente «apareció, sino que conversó con los hombres» en verdad (Ba 3,38).
Sobre nuestras llagas derramó vino, el vino de la Palabra, y como la gravedad de las heridas no soportaba toda su fuerza, lo mezcló con el aceite de su dulzura y su «amor por los hombres» (Tt 3,4).Seguidamente condujo al hombre al hostal. Da a la Iglesia este nombre de hostal, por llegar a ser el lugar donde habitan y se refugian todos los pueblos… Y, una vez llegados al hostal, el buen samaritano mostró al que había salvado una solicitud todavía mayor: Cristo mismo estaba en la Iglesia, concediendo toda gracia. Y al jefe del hostal, símbolo de los apóstoles, y pastores y doctores que le han sucedido, les da al marchar, es decir, al subir al Cielo, dos monedas de plata para que tengan gran cuidado del enfermo. Podemos entender que estas dos monedas son los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo, el de la Ley y los profetas, y el que nos ha sido dado con los evangelios y los escritos de los apóstoles. Los dos son del mismo Dios y llevan en sí la única imagen del único Dios de lo alto, igual que las monedas de plata llevan la imagen del rey, e imprimen en nuestros corazones, por medio de sus santas palabras, la misma imagen del rey, puesto que es uno sólo y el mismo Espíritu el que las ha pronunciado. Son las dos monedas de un solo rey, dadas por Cristo al mismo tiempo y con el mismo título al jefe del hostal.
En el último día, los pastores de las santas iglesias dirán al Amo del hostal, a su regreso: «Señor, me diste dos monedas de plata, he aquí que, empleándolas, he ganado otras dos con las que he engrandecido el rebaño». Y el Señor responderá: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante. Pasa al banquete de tu Señor» (Mt 25, 21).