Sin embargo este paraíso está profundamente herido. Uno de los peores males es el aumento de refugiados en su población: adanes y evas que cada día tienen que abandonar sus casas por las guerras y la violencia. En este caso es el propio hombre el que expulsa al hombre del jardín del Edén. En ningún otro lugar del mundo hay tanta gente que esté huyendo de la guerra y el hambre, en total quince millones de personas, según ACNUR. Cualquier dato de Europa sobre refugiados se queda pequeño.
La Iglesia católica no se queda indiferente ante esta realidad que en muchos casos es desconocida. Trabaja por la paz allí donde el odio genera el flujo humano hacia otros países, y no duda en ayudar a todo el mundo a encontrar un refugio y una vida digna. El pasado mes de noviembre, durante la visita del Papa a varios países africanos, el Santo Padre visitó un centro de refugiados en la parroquia de San Salvador de Bangui, capital de la República Centroafricana, y dirigió estas palabras «La paz sin amor, sin amistad, sin tolerancia, sin perdón no es posible. Cada uno de nosotros debe hacer algo. Yo les deseo a ustedes y a todos los centroafricanos la paz, una gran paz entre ustedes».
Huyendo del sinsentido de la violencia, auxiliados por el sentido de la caridad
El 83% de los refugiados que han llegado a Europa en 2015 proceden de países azotados por la guerra o grupos terroristas. Más de la mitad vienen de Siria, pero también de Nigeria, Eritrea, Irak, Afganistán y Pakistán. La violencia es la principal máquina del terror que provoca la huida de millones de personas. La Iglesia no es ajena a este sufrimiento, trabaja por paliarlo y por favorecer el regreso a las zonas pacificadas.
Maiduguri, al noreste de Nigeria, es una de las ciudades más castigadas por el grupo terrorista islámico Boko Haram. En 2015 han fallecido ya unas cuatrocientas personas sólo en esta población por atentados terroristas. Los cristianos se han convertido en uno de los objetivos de los radicales que han destruido cientos de iglesias, centros parroquiales, hospitales, casas y colegios.
Más de 80.000 cristianos, incluyendo sacerdotes y religiosas, se han visto obligados a huir hacia las montañas, a los bosques e incluso a cruzar la frontera hacia Camerún. Mons. Oliver Dashe, obispo de Miaduguri, es uno de los principales agentes para la paz y la atención a las víctimas. Nos ha pedido recientemente ayuda para las familias que están regresando poco a poco a sus casas ante el retroceso de los terroristas.
Los desplazados se han encontrado con pueblos fantasma que poco tenían que ver con los hogares que han dejado atrás. Ahora necesitan rehacer sus vidas y comenzar de cero. Para ello AIN ha destinado 60.000 euros para que más de 2.000 familias puedan recibir alimentos, mantas, mosquiteras, medicinas y bienes de primera necesidad.
Mons. Dashe nos escribe: «En nombre de los sacerdotes, las religiosas y todos los necesitados, os damos profundamente las gracias. Estad seguros de que la Iglesia que sufre en el noreste de Nigeria continúa rezando por todos los benefactores de Ayuda a la Iglesia Necesitada».
Dos capillas para refugiados en Etiopía
Etiopía es el segundo país más poblado de África, después de Nigeria, con más de 91 millones de habitantes (World Bank, 2012). Está situado en el «Cuerno de África», una zona caliente de conflictos y pobreza que han provocado la llegada de miles de refugiados. Desde 2012 han llegado más que en los siete años anteriores. Actualmente se calcula que hay unos 565.000 refugiados en el país, la guerra civil de Sudán del Sur ha provocado más desplazamientos: 200.000 refugiados son sursudaneses, 240.000 somalíes y 93.000 provienen de Eritrea.
La población de refugiados en Gambella, al este de Etiopía, llega a las 350.000 personas según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. Llegan entre ochocientas y mil personas cada día. El 95% son niños y mujeres procedentes de los estados del Nilo Superior y Jonglei, en Sudán del Sur.
En Gambella hay cinco campos de refugiados. Las llegadas masivas provocan el descontrol de las ayudas ofrecidas y la nueva carencia de medios. Kule 1 y Kule 2 son dos campos gemelos de fácil acceso. Están cerca de la parroquia de Itang. El párroco padre Desalegn Doelaso visita periódicamente los campamentos cuando las autoridades locales se lo permiten y asiste a los refugiados católicos. El sacerdote coordina el reparto de ayuda de emergencia entre los refugiados, pero también ve muy necesaria una ayuda pastoral «entre otras necesidades, la ayuda espiritual es muy necesaria y es el elemento más olvidado en los campos de refugiados». En Kule 1 hay quinientos católicos y en Kule 2, setecientos. El registro lo han hecho un grupo de catequistas de la parroquia.
Mons. Angelo Moreschi, vicario apostólico de Gambella, ha visitado los campos recientemente. Ha visto la grave situación y el sufrimiento físico y psicológico de los refugiados. Mons. Angelo ha pedido al párroco de Itang buscar un lugar donde puedan rezar y celebrar la misa. El obispo ha conseguido el permiso de las autoridades para edificar dos capillas donde los fieles católicos del campo de refugiados pueden celebrar la misa y orar, puedan recibir acompañamiento espiritual y sanar sus heridas psicológicas. Ayuda a la Iglesia Necesitada les ha prometido 47.000 euros para la construcción de los dos templos.