El pasado 20 de noviembre se inauguraba en la sala de exposiciones de la plaza Serapio Esparza de Pamplona la exposición «Desenterrados» de D. Abel Azcona dedicada a los fusilados de la guerra civil española y que pretende ser una reflexión sobre el sufrimiento propio y ajeno.
Dentro del compendio de fotografías, vinilos de palabras y otras instalaciones incluidas en la exposición se encuentra una obra perteneciente al proyecto denominado «Amen». Para su realización el Sr. Azcona ha manifestado que estuvo acudiendo en Pamplona y Madrid a un total de 248 misas en las que se acercó a comulgar para guardarse la Hostia consagrada sin ser visto. Dichas formas consagradas fueron usadas posteriormente para realizar diferentes fotografías ofensivas contra la Iglesia católica y expuestas en un plato en la sala mencionada.
Ante semejante profanación del Santísimo Sacramento el arzobispo metropolitano de Pamplona-Tudela, Mons. Francisco Pérez González, manifestó su enérgica condena de estos dolorosos hechos, que constituyen un atentado contra la fe de los fieles de esa archidiócesis y de todos los católicos, y agradeció la multitud de manifestaciones de repulsa y actos de amor a la Eucaristía que dicho acto ha provocado, tanto dentro como fuera de la diócesis.
Con el fin de reparar esta grave ofensa recibida por el Corazón de Jesús el miércoles 25 de noviembre tuvo lugar en la catedral de Pamplona una misa de desagravio, presidida por Mons. Pérez, en la que participaron más de cuatro mil fieles. En la homilía, Mons. Pérez recordó que «el ser humano es un ser necesitado de muchas cosas, pero lo que le distingue de otros seres vivos, la diferencia genética más honda que lleva dentro, es que es necesitado de amor: de amar y de ser amado. (…) El amor no sólo redime a la persona, sino que rehace la vida social. Descubriéndose amado por Dios, el ser humano comprende su propia dignidad trascendente, aprende a salir al encuentro del otro creando una red fraterna y solidaria de relaciones humanas. Ese amor que redime a la persona y a la sociedad tiene su máxima expresión en la Eucaristía, el gran sacramento del amor. (…) Como arzobispo de la sede episcopal de Pamplona, como sucesor de los apóstoles en esta diócesis, recogiendo el sentir del pueblo cristiano no sólo de aquí sino de todo el mundo, me veo en la obligación de decir que la verdadera libertad de expresión no comprende un supuesto derecho a la ofensa o un desprecio a lo más sagrado. La cultura es belleza y armonía. Es patrimonio de fe y vida que nuestra tierra de Navarra goza desde siglos. La Eucaristía es el signo sacramental de la más excelsa hermosura que existe en toda la historia de la humanidad. (…) Vamos a soñar juntos en una Pamplona y una Navarra que se dejen inundar por el manantial de gracia y salvación que brota del costado abierto de Jesucristo presente en la Eucaristía.»
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