Como conocen bien nuestros lectores Cristiandad expresa con su lema: «Al Reino de Cristo por la devoción a los Corazones de Jesús y María» lo más nuclear de su contenido y desde esta atalaya luminosa dirigimos nuestra atención y juicio a una gran variedad de temas eclesiales, históricos y políticos, pero al llegar el mes de junio queremos centrar nuestra atención en algunos aspectos singulares de la misma devoción siguiendo la invitación de la Iglesia a contemplar y aumentar nuestro fervor al Corazón de Jesús. Como recordaba san Juan Pablo II hace justamente veinte años: «La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es una fiesta litúrgica que irradia una tonalidad espiritual sobre todo el mes de junio».
Con la reciente convocatoria del Año Santo extraordinario de la Misericordia con la bula «Misericordiae Vultus» sentimos más vivamente esta invitación anual. La devoción al Corazón de Jesús es de un modo singular una llamada a contemplar el amor misericordioso que brota de su Corazón. Esta llamada tiene una especial urgencia para el hombre de nuestro tiempo. Desgraciadamente en nuestros días, como consecuencia de la creciente secularización, es patente el desconocimiento de Dios y con ello la frecuente experiencia de desamparo y soledad que arrastra a muchos a una vida sin esperanza. Por esta razón resulta de extraordinaria importancia la convocatoria de este nuevo año jubilar, para que todos podamos descubrir de una forma más intensa y viva la fuente de toda esperanza: el amor misericordioso que brota del Corazón de Jesús. El hombre de hoy más que nunca necesita oír como señala el Papa en la bula de convocatoria «el anuncio alegre del perdón. Es el tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una nueva vida e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza».
En este número queremos recordar la vida y actividad apostólica de algunos santos y fervorosos apóstoles del Corazón de Jesús de los últimos dos siglos. En primer lugar el padre Ramière que como señala el padre Didier S.I. ha sido quizá quien mejor ha cumplido la misión confiada por el Corazón de Jesús a la Compañía, el «munus suavissimum» aceptado en el acuerdo de la congregación general de 1883. A la actividad apostólica tan extraordinariamente fecunda del padre Ramière, desarrollada especialmente a través del Apostolado de la Oración, se debe la universalización a toda la Iglesia de esta devoción. Otro apóstol, menos conocido pero de un extraordinario vigor apostólico es monseñor Stadler, primer arzobispo de Bosnia, que con su propósito de propagar en su nueva diócesis la devoción al Corazón de Jesús por medio de los escritos de los primeros apóstoles logró terminar con la injusticia que suponía, a finales del siglo xix, el mantenimiento en el Índice de libros prohibidos del libro el padre Croiset, uno de los confidentes de santa Margarita María de Alacoque. Finalmente dos religiosas de finales del siglo xix y principios del S. xx: sor Benigna Consolata, religiosa de la orden de la Visitación y sor Josefa Menéndez, religiosa del Sagrado Corazón que en la vida oculta de sus conventos recibieron las confidencias del Corazón de Jesús y con la difusión de sus escritos han contribuido de modo muy decisivo a extender la devoción a su Amor Misericordioso.