El pasado mes de mayo el Camino Neocatecumenal reunió en Galilea a cardenales –George Pell, prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede; Stanislaw Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos; Telesphore Placidus Toppo, arzobispo de Ranchi (India); Christoph Schönborn, arzobispo de Viena (Austria); Josef Cordes, presidente emérito del Pontificio Consejo Cor Unum; Yeom Soo-Jung, arzobispo de Seúl (Corea del Sur) y Paolo Romeo, arzobispo de Palermo (Italia)– obispos y rabinos de treinta países junto a diversas personalidades de la docencia, el arte y la cultura de las dos confesiones religiosas para analizar algunos desafíos comunes en el marco del cincuenta aniversario de la declaración Nostra aetate y en el recuerdo del setenta aniversario del fin de la Shoah (Holocausto).
Los temas tratados durante los cuatro días que ha durado el encuentro han girado en torno a la misión salvífica del pueblo judío y de la Iglesia católica en el mundo de hoy, la transmisión de la fe a la siguiente generación, el contraste entre la antropología judeo-cristiana y las antropologías que tienen como premisa la negación de Dios y el resurgir del antisemitismo y el fundamentalismo xenófobo.
Uno de los momentos fundamentales del Encuentro fue la sinfonía de homenaje y oración «El Sufrimiento de los Inocentes» interpretada por la Orquesta y el Coro del Camino como un acto de amor y de reconciliación con el pueblo judío por el sufrimiento del Holocausto.
Muchos rabinos participantes han valorado con satisfacción la reunión, que han calificado como «un encuentro histórico». «Hemos quedado impresionados –manifestaban en su comunicado final– de cómo, en el Camino Neocatecumenal, se está transmitiendo la fe a los hijos, las familias se reconstruyen y los fieles llegan al conocimiento de las Escrituras y a las raíces del cristianismo: de todo esto ha nacido un gran respeto y amor por el pueblo hebreo. (…) Hemos expresado nuestro común empeño por la presencia de Dios en el mundo y en nuestro común deseo de trabajar en el tikkun olam, en reparar el mundo, para toda la humanidad, incluyendo la creciente preocupación por el sufrimiento de los pobres, un respeto aún mayor por la creación y por el refuerzo de la familia. Reflexionando sobre Nostra aetate y el enorme cambio que ha promovido, se han evidenciado grandes oportunidades y desafíos. En cualquier caso, se ha dado un inmenso cambio de los prejuicios y las divisiones del pasado y este evento hace presagiar una nueva primavera de amor entre el hebraísmo y el cristianismo».