Acaba de publicarse el «Informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2018» elaborado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, que señala que la libertad religiosa se ha deteriorado en más de la mitad de países que ya padecían graves violaciones. La situación de los grupos religiosos minoritarios se deterioró en 18 de los 38 países (casi la mitad) en los que se han encontrado violaciones graves de la libertad religiosa. En China y la India, especialmente, se notó un importante empeoramiento de la situación en que viven los creyentes.
Especialmente grave es el caso de la India, ya que es el segundo país más poblado del mundo. Un informe tras otro han ido documentando atroces actos de violencia, todos ellos por motivos claros de odio religioso. Persecution Relief, institución de defensa de los derechos humanos, ha documentado 736 ataques contra cristianos en 2017, frente a los 358 de 2016.
A pesar de este empeoramiento general, la situación de los cristianos ha mejorado en las zonas sometidas al Estado Islámico (Daesh) hasta hace poco. De hecho, el Informe recoge un rápido e inesperado reasentamiento de cristianos y yazidíes en algunas zonas de Oriente Medio anteriormente ocupadas por el Daesh y otros grupos yihadistas. Cuando Qaraqosh, la última ciudad de mayoría cristiana de Irak, cayó en manos del Estado Islámico, muchos temieron que no volvería a haber futuro para los cristianos del país. Sin embargo, en junio de 2018 no sólo se había expulsado a los yihadistas, sino que cifras recientes demostraban que cerca de la mitad de los habitantes de la ciudad habían regresado; en concreto, según las estadísticas elaboradas por Ayuda a la Iglesia Necesitada registran que los cristianos que han retornado a Qaraqosh son 25.650. Asimismo también se ha registrado una marcada disminución de las acciones yihadistas de Al Shabab en Tanzania y Kenia.
No obstante, los éxitos de las campañas militares contra el Daesh y contra otros grupos yihadistas tienen su contrapeso en el avance de los movimientos islamistas en otras zonas de África, Oriente Medio y Asia. Como por ejemplo lo que está sucediendo en la República Centroafricana, donde ha tenido lugar hace pocas semanas lo que ya se conoce como la masacre de Alindao. El pasado 15 de noviembre tuvo lugar una masacre en Alindao en la que fueron asesinadas 48 personas, en gran parte refugiados del campamento contiguo a la catedral, incluidos mujeres y niños, así como el vicario general de la diócesis, el obispo Blaise Mada y el padre Celestin Ngoumbango. Además la catedral y sus edificios anexos fueron incendiados. La masacre fue perpetrada por las milicias islamistas de Seleka, lideradas por el general Fulani Ali Darassa.
El obispo Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, limítrofe con Alindao, ha denunciado que estos grupos islamistas están formados en gran parte por combatientes de otros países financiados por algunos estados del Golfo: «Entran desde Chad cruzando Birao, con armas vendidas por Arabia Saudita… Quieren dividir a la República Centroafricana, alimentando el odio entre musulmanes y no musulmanes… quieren usar la República Centroafricana como una puerta para introducir el islam radical en la República Democrática del Congo y al resto del continente».
Y así, entre masacres y la indiferencia del resto del mundo, el islam sigue avanzando hacia el sur de África como siempre lo ha hecho, a través del terror, la violencia y la conquista militar.
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