Coincidiendo con la festividad de san Francisco de Sales, Mons. Boulanger, obispo de la diócesis de Bayeux-Lisieux, anunció el pasado sábado 24 de enero en el monasterio de la Visitación de Caen la apertura oficial de la causa de beatificación de Leonia Martin, hermana de santa Teresa del Niño Jesús.
Leonia Martin Guérin nació en Alençon (Francia) el 3 de junio de 1863. Desde bien pequeña sufrió de mala salud, siendo así que a los nueve meses de edad contrajo la tos ferina y poco después el sarampión. Sus padres, los beatos Luis y Celia, estaban muy preocupados temiendo que la niña no sobreviviera a su primer cumpleaños. Su madre Celia se puso en contacto con su hermano Isidore Guérin, que era farmacéutico en Lisieux, preguntándole si él tenía algún remedio que pudiera ayudar a Leonia a curarse. No pudo aportar ninguna cura. Entonces Celia escribió a su hermana sor María Dositea, que era monja de la Visitación de Le Mans. Ella le responde sugiriendo la posibilidad de una novena a la entonces beata Margarita María de Alacoque. Celia rezó la novena diciendo esta frase: «Si María Leonia va a ser santa algún día, entonces cúrala». Su padre Luis hizo una peregrinación a Notre-Dame du Sees (Nuestra Señora de los Mares) pidiendo una cura para la enfermedad de su hija. Después de la novena Leonia se curó. Nos dice Celia: «Nueve días después de la enfermedad de Leonia, era capaz de ponerse en pie de nuevo, corriendo por la casa como un pequeño conejo».
Su educación fue difícil por el carácter tan rebelde que tenía, pero totalmente impregnada de buenos sentimientos hacia su familia y el prójimo. Tras una «infancia detestable», según ella misma dirá más tarde, conoció una adolescencia más serena, y como sus hermanas, aspiró a la vida religiosa. No obstante, antes de conseguir realizar sus sueños, tuvo que recorrer un camino de sufrimiento. Quiso hacerse monja clarisa, pero no pudo soportar los rigores de la Regla y abandonó el convento. Leonia volvió a rezar pidiendo por su vocación y decidió seguir los pasos de su querida tía María Dositea, intentando hasta por tres veces su ingreso en la vida religiosa en la Visitación, durante los cuales tuvo que pasar muchas pruebas. Continuamente escuchaba los consejos de su hermana santa Teresa del Niño Jesús. Ésta la escribió por última vez el 17 de julio de 1897: «Si quieres ser una santa, te será fácil, porque en lo profundo de tu corazón el mundo no significa nada para ti… Quiero decir que mientras tú te entregas devotamente a trabajos externos, sólo tienes un fin, agradar a Jesús y unirte más íntimamente con Él». Leonia continuó firme con su deseo de ser santa y pidió hasta el final de su vida la intercesión de su hermana santa Teresita para que la ayudara. Semanas antes de morir, santa Teresita tuvo una conversación con sor María (otra de sus hermanas) en la que le dijo que, después de su muerte, Leonia volvería a la Visitación de Caen. También afirmó que Leonia se mantendría firme y perseverante hasta su muerte.
Esta visión de santa Teresita se cumplió. Dos años después de la muerte de santa Teresita, Leonia, escoltada por su tío Isidore, entró en el monasterio de la Visitación de Caen, por última vez y definitivamente, el 30 de enero de 1899. Leonia le dijo a su nueva madre superiora: «Estoy aquí para siempre, ésta es mi única ambición: esconderme como una humilde violeta para que la perfecta obediencia a mis superioras haga de mí lo que sea». El 30 de junio del mismo año recibe el santo hábito y el nombre de Francisca Teresa. Leonia se reviste de una humildad serena, muy alegre en las recreaciones, y coloca su felicidad en el servicio, para agradar a su comunidad. Llena de delicadeza y cuidados para con las hermanas, sonríe en todo y para todas, irradiando dulzura, humildad y paz. Ella escribía: «Quiero ser pequeña… olvidada… confiada…». Gran alegría en su vida fue ver canonizada a su hermana santa Teresa del Niño Jesús, el 17 de mayo de 1925. Fallece el 17 de junio de 1941 en olor de santidad en su monasterio de Caen, convirtiéndose en el refugio de los padres preocupados por sus hijos difíciles, que acuden confiados a su intercesión.
Como ha afirmado el padre Laurent Berthout, delegado episcopal, «desde hace muchos años, numerosas personas se encomiendan a Leonia Martin, acudiendo a rezar a su tumba, en el monasterio de la Visitación donde fue religiosa. Estas personas dan testimonio de gracias recibidas por su intercesión. Leonia Martin vivió una vida sencilla, escondida, humilde, a la sombra del claustro. Quiso vivir la espiritualidad de san Francisco de Sales, haciendo ‘todo por amor y nada por fuerza’, según expresión del Santo. Ella se benefició del descubrimiento espiritual de su santa hermana Teresa que le enseñó a vivir de amor en los gestos más humildes y cotidianos».