El pasado 22 de noviembre, y tras diez años desde la última ocasión, el cuerpo incorrupto de san Francisco Javier fue trasladado en procesión en una urna de plata y cristal desde la iglesia del Buen Jesús de Goa, donde reposa, a la catedral de la Sé. Allí monseñor D’Souza, obispo de Mangalore, repasó la emocionante vida misionera del santo, exhortando a los presentes a «construir la comunión, fortalecer las familias y renovar la sociedad», en consonancia con el lema elegido para la exposición de sus reliquias. Acabada la celebración, los restos de san Francisco Javier quedaron expuestos en público para la veneración de los fieles hasta el día 4 de enero.
Durante estos días, tras largos viajes, soportando largas horas de espera y manifestando la gran fe que aún conservan los cristianos de la India, más de tres millones de peregrinos han acudido a visitar las reliquias del patrón de las Misiones, santo que los goanos tienen como propio desde que en 1542 desembarcó en esa parte occidental de la India con el objeto de catequizar y convertir a la fe cristiana a los nuevos súbditos de la Corona portuguesa.