L a Visitación y la Compañía de Jesús recibieron el encargo del Sagrado Corazón de forma desigual. En la Orden de la Visitación lo reciben con mucho entusiasmo y aunque no puedan celebrar el culto públicamente mientras la Iglesia jerárquica no acredite que es la cosa divina, muchos monasterios de la Visitación se transforman en centros de apostolado de la devoción al Sagrado Corazón. Diferente decisión toma el General de la Compañía de Jesús: «Sin vituperar el culto del Sagrado Corazón de Jesús en sí mismo, se opone su Reverencia a la Cofradía particular, como también a la comunión de los Primeros Viernes». Solamente en los lugares en que el padre Claudio de la Colombière estuvo, en Avignon y en Lyon, y quizás en algunos otros centros, el entusiasmo por la devoción creció, pero no así en el resto de la Compañía. La situación en aquellos momentos, en la Santa Sede, es de no facilitar las nuevas devociones, pues en los mismos años se condenaron el jansenismo y el molinismo, entre otras, e incluso el libro De cultu sacrosanti Cordis Dei Iesu del padre Gallifet, de la Compañía de Jesús, se prohibió su publicación y se puso en el Índice de libros prohibidos.
¡Hasta el año 1765 no fue autorizado el culto público al Sagrado Corazón en la Iglesia por el papa Clemente XIII! ¡Ya había anunciado el Señor las dificultades!
El Sagrado Corazón parecía tener prisa por extender esta devoción por el mundo entero y tras las espléndidas promesas que había concedido ya a los devotos de su Corazón, en el primer viernes del mes de abril o mayo de 1688, su Divino Corazón le consigna a Margarita la llamada Gran Promesa, de una autenticidad irrebatible y grandiosidad sin precedentes. Transcribimos las palabras que le comunicó el mismo Jesús, después de comulgar el primer viernes: «Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor todopoderoso concederá, a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; que no morirán en su desgracia ni sin recibir los Sacramentos siendo su refugio seguro en este último momento».
Pero el Sagrado Corazón parece tener muchas ganas de dar a conocer su Amor a todos los hombres, desde los más sencillos hasta los de dignidad más alta y le pide a Margarita lo que ella expone en una carta a la M. de Saumaise,
Dice Margarita en su carta: (…) «Reinará este amable Corazón a pesar de Satanás (y sus secuaces)». Esta palabra me transporta de alegría y constituye todo mi consuelo. Pero no es posible explicaros las grandes gracias y bendiciones que esto atrae sobre nuestro instituto y, en particular, sobre las casas que le procuran mayor honor y gloria. He aquí cómo me lo dio a entender: «Me mostró la devoción a su Corazón adorable como un hermoso árbol que había destinado desde toda la eternidad para que germinase y echase sus raíces en medio de nuestro Instituto, y que extendiese después sus ramas por las Casas que lo componen, a fin de que cada una pueda recoger los frutos conforme a su deseo y gusto». Con todo, la abundancia de gracias no será igual para todas, sino según el trabajo que pusiere cada una, lo mismo que el provecho, que será mayor o menor, conforme a la buena disposición de las que se alimenten de estos frutos de vida y de salud eterna. Éstos deben renovarnos en el primitivo espíritu de nuestra santa vocación.
Pero no quiere pararse aquí: tiene aún designios mucho mayores que sólo puede ejecutar su omnipotencia, la cual puede cuanto quiere. Me parece, pues, que desea entrar con pompa y magnificencia en las casas de los Príncipes y de los Reyes, para ser en ellas tan honrado cuanto fue ultrajado, despreciado y humillado en su Pasión, y recibir tanto contento viendo a los grandes de la tierra abatidos y humillados ante Él, cuanto fue la amargura que sintió viéndose anonadado a sus pies. Y he aquí las palabras que oí referentes a nuestro Rey: Haz saber al hijo mayor de mi Sagrado Corazón, que, así como se obtuvo su nacimiento temporal por la devoción a los méritos de mi Sagrada Infancia, así alcanzará su nacimiento a la gracia y a la gloria eterna por la consagración que haga de su persona a mi Corazón adorable, que quiere alcanzar victoria sobre el suyo, y por su medio sobre los de los grandes de la tierra. Quiere reinar en su palacio, y estar pintado en sus estandartes y grabado en sus armas para que queden triunfantes de todos sus enemigos, abatiendo a sus pies a esas cabezas








