El Papa es infalible cuando habla no, cuando calla». Al afirmar esto, el padre Orlandis tenía conciencia de establecer un principio y de proponer una advertencia decisivamente urgente para la defensa de la fe. Los silencios pontificios –los de Pío XII antes de 1950– comenzaban ya a ser invocados con intención sistemática contra algunos aspectos de la doctrina y de la espiritualidad católicas.
El silencio de quien ejerce un magisterio supremo parece mostrarse como significativo y como definible en su intención, cuando resalta sobre la abundancia y la multiforme variedad de sus intervenciones. En nombre del respeto al Pontificado –y posteriormente al Concilio–, una serie de presiones convergentes se han esforzado en sugerir al pueblo cristiano una inversión de valores según la cual había que ir considerando como de menor trascendencia, o de menor oportunidad, todos aquellos temas en los que por lo visto (o mejor diríamos, por no oído), ya no se centra la atención de la Iglesia de hoy.
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