Para estudiar la doctrina de los pontífices, el padre Orlandis, fundador de Schola Cordis Iesu, nos recordaba la importancia de «sobrenaturalizarlos». Esta recomendación es aún más pertinente para el papa Francisco, recientemente fallecido, cuyo magisterio ha sido reinterpretado por diversos grupos según sus propias ideologías. Es por ello que el presente artículo quiere centrar esta mirada sobrenatural sobre el pontífice, el «dulce Cristo en la tierra» como gustaba llamar a santa Catalina de Siena, en aquello para lo que ha sido llamado: confirmar la fe del Pueblo de Dios. Y entre todos los actos de su magisterio que buscaban este fin nos vamos a centrar en las enseñanzas que sobre san José ha impartido.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el Papa mantenía una gran intimidad con el santo Patriarca, al que acudía en los momentos de dificultad. Como muestra de esta afirmación recogemos dos testimonios salidos de su misma mano. El primero de ellos lo encontramos en la carta apostólica, Patris Corde, en la que afirmaba: «al cumplirse ciento cincuenta años de que el beato Pío IX […] lo declarara como patrono de la Iglesia católica, quisiera que “la boca hable de aquello de lo que está lleno el corazón”, para compartir con ustedes algunas reflexiones personales sobre esta figura extraordinaria [san José], tan cercana a nuestra condición humana». En un segundo lugar recogemos el testimonio que ofreció con motivo de su viaje apostólico a Filipinas en el que nos daba a conocer la devoción que tenía a este santo: «Yo quiero mucho a san José, porque es un hombre fuerte y de silencio y en mi escritorio tengo una imagen de san José durmiendo y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, puede hacerlo, lo sabemos. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de san José, para que lo sueñe. Esto significa: para que rece por ese problema».
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