Desde el comienzo de su pontificado, el papa Francisco ha manifestado un profundo cariño por santa Teresita del Niño Jesús. Le tenía una gran devoción que le llevaba a experimentar su cercanía de forma muy viva. La pequeña carmelita de Lisieux, con su «caminito» de confianza, humildad y abandono, ha marcado la espiritualidad del Santo Padre y ha sido fuente de consuelo y guía a lo largo de su vida y su pontificado.
Francisco ha compartido en numerosas ocasiones cómo pide favores a santa Teresita y cómo recibe de ella pequeñas señales, especialmente a través del símbolo de las rosas. «Cuando tengo un problema con una persona —contó en una entrevista—, la encomiendo a santa Teresita y le prometo: si me ayudas, te ofrezco una rosa.» El Papa explica que, de una manera u otra, siempre recibe ese pequeño signo: a veces una rosa verdadera, otras veces una imagen o un detalle inesperado en el que aparece la flor. Para él, esta costumbre es una expresión de fe sencilla, confiada, donde se ve reflejada la confianza en la intercesión de los santos como amigos verdaderos en el Cielo. Esta relación viva con santa Teresita muestra cómo su mensaje de confianza total en el amor de Dios puede hacerse concreto también en la vida cotidiana.
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