EL Reino mesiánico es el reino fundado por la pasión y la predicación del Mesías, Cristo Señor.
Por la predicación promulgó la ley nueva y evangélica y propuso premios o penas eternas a los que la observen o la infrinjan. «Por la pasión, por la que fue vencido el diablo, satisfizo a Dios por los pecados del género humano y reconcilió a los hombres con Dios, expiando la inmundicia del pecado y arrancándolos del poder del demonio. Así los unió a sí con nexo muy estrecho y místico, como sarmientos a la vid, como los miembros a la cabeza, Él mismo, Salvador de su cuerpo, hecho obediente en todo por ellos, fue causa de salud eterna». Este Reino mesiánico es la Iglesia de Cristo, la cual, recibiendo de su esposo Cristo, Unigénito de Dios lleno de gracia y
de verdad, el Espíritu de santificación y la palabra de la predicación, prosigue en la tierra la obra del mismo Cristo por la predicación de la doctrina y por la comunicación de la gracia, que se produce por los sacramentos y se dirige a promover y completar la santificación de los hombres y su salvación eterna.
Este Reino mesiánico fue propagado, en primer lugar, entre los israelitas. Después de Israel, que lo rechazó por su incredulidad, fue propagado entre los gentiles, con no poco fruto y ahora es propagado con lucha. Es evidente que a ello contribuye la repugnancia de los hombres concupiscentes y la firme y fuerte oposición de los poderes antiteocráticos y mundanos.
Ciertamente, consta que este Reino mesiánico tendrá su plena y perfecta consumación en el Cielo, en la visión de Dios, el amor beatífico y la alegría sempiterna. Sin embargo, ahora nos preguntamos si es admisible además esperar alguna consumación del Reino mesiánico en la tierra.
Tiempo de siega, tiempo de juicio
Todos los católicos admiten que en un tiempo posterior ha de haber un juicio de Dios y de Cristo, pero no todos lo explican de la misma manera. En efecto hay muchos que no parecen admitir más que un cierto juicio, casi instantáneo extremo y final, que sea clausura del mundo y retribución a los buenos y a los malos. Sin embargo, hay otros que además de aquel juicio final y antes del mismo, admiten un cierto juicio general, que no solo revoque los escándalos, elimine a los impíos y destruya las potestades adversas a Cristo y su reino destruido, sino
que reconozcan la potestad y el imperio de Cristo y sus santos, es decir que el juicio no dura un instante, sino que hay una época de juicio.
Por lo tanto, ahora se pregunta si se admite este tiempo de juicio en la consumación del Reino de Cristo en la tierra. En este tiempo de juicio no sólo elimina a los impíos y destruye las potestades adversas, sino que devuelve toda la potestad a Cristo y a sus santos. En otras palabras, se pregunta si después de la destrucción de todas las potestades antiteocráticas, que han introducido los escándalos en la tierra, y después de la destrucción del reino del Anticristo, es admisible en la tierra un Reino de Cristo y de sus santos consumado en la tierra.
De la parábola de la cizaña, que el mismo Cristo expuso: Mt 13, 24-30: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía vino su enemigo sembró encima cizaña entre el trigo y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo
es que tiene cizaña? Él les contestó: Algún enemigo ha hecho esto. Le dicen los siervos: ¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla? Les dice: No, no sea que al recoger la cizaña arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambas crezcan juntas hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero».
Además, esta parábola es explicada por el mismo Cristo: Mt 13, 37-44 «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la siega es el fin del mundo y los segadores son los ángeles. De la misma
manera, pues, que se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes», El sentido de la parábola y su explicación está muy claro. Sin embargo, es preciso hacer notar algunas cosas que en ella se suceden. Es de señalar aquellas palabras de los siervos al padre de familia: «¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?» Estas palabras manifiestan la intención de los siervos, que era recoger la cizaña y dejar el trigo; el Señor, sin embargo, lo impide para no dañar el trigo y lo deja hasta el tiempo de la siega:
«Dejad que ambas crezcan juntas hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: “Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero”».
Por lo que de estas palabras se deduce no solo que la siega durará por algún tiempo, sino que en el tiempo de la siega primero ha de ser recogida la cizaña y luego el trigo. Lo mismo expone en la explicación de la parábola: Mt 13, 40-43
«De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Por consiguiente, el Reino del Hijo del Hombre es Reino sobre los viadores, es la Iglesia del tiempo presente. Si los ángeles retiran todos los escándalos del reino del Hijo del Hombre, para que se haga esto, ciertamente, es necesario que permanezca el reino del Hijo del Hombre en la tierra.
También de ello se deduce que habla de un tiempo de siega, pues dice que primero recogerá la cizaña y se han de quitar los escándalos del Reino de Cristo.
Tiempo de eliminación de escándalos
También en la profecía de Daniel, (Dn 2) se habla de que ha de haber un tiempo de eliminación de la potestad antiteocrática, pues ha sido esta potestad antiteocrática o no teocrática la que ha creado estos escándalos que han luchado y luchan contra el Reino de Cristo, como se puede ver en Daniel. Él lo explica con un sueño de Nabucodonosor y su visión que representa en una estatua (Dn 31-35):
«Tú, ¡oh, rey! mirabas y estabas viendo una gran estatua. Era muy grande la estatua y de un brillo extraordinario. Estaba en pie ante ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de la estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus caderas eran de bronce. Sus piernas de hierro. Y sus pies, parte de hierro y parte de barro. Tú estuviste mirando hasta que una piedra desprendida, no lanzada por mano hirió a la estatua en los pies de barro, destrozándola. Entonces el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro, se desmenuzaron conjuntamente, y fueron como tamo de las eras en verano, se los llevó el viento, sin que de ellos quedara traza alguna; mientras que la piedra que había herido a la estatua se hizo una gran montaña, que llenó toda la tierra».
Y Daniel lo explica a continuación, Dn 2, 37-45
«Tú, ¡oh rey! Eres rey de reyes porque el Dios de los cielos te ha dado el imperio, el poder, la fuerza y la gloria… Tú eres la cabeza de oro. Después de ti surgirá otro reino, menor que el tuyo (de plata) y luego un tercero que será de bronce y dominará sobre toda la tierra. Habrá un cuarto reino fuerte como el hierro, como todo lo rompe y destroza el hierro […] Lo que viste de los pies y los dedos, parte de barro de alfarero y parte de hierro es que este reino será dividido, pero tendrá en sí algo de la fortaleza del hierro, aunque viste el hierro mezclado con el barro. Y el ser los dedos parte de hierro y parte de barro, es que este reino será en parte fuerte y en parte frágil. Viste el hierro mezclado con el barro porque se mezclarán con alianzas humanas, pero no se pegarán unos con otros como no se pegan el hierro y el barro.
En tiempo de esos reyes el Dios de los cielos suscitará un reino que no será destruido jamás, y que no pasará a poder de otro pueblo: destruirá y desmenuzará a todos esos reinos, mas Él permanecerá por siempre. Eso es lo que significa la piedra que viste desprenderse del monte sin ayuda de mano, que desmenuzó el hierro, el bronce, la plata y el oro. El Dios grande ha dado a conocer al rey lo que ha de suceder después. El sueño es verdadero y cierta su interpretación.»
En estas palabras se explica el poder antiteocrático, su destrucción, el tiempo de juicio (caída de la piedra y formación del monte) y el Reino mesiánico que esperamos.
La victoria sobre los poderes antiteocráticos
En el cap 7 de Daniel se nos describe otra visión, significando cuatro bestias, similar a la de la estatua, que son cuatro poderes antiteocráticos, los mismos que en la estatua, que se alzarán en la tierra. En esta visión añade al final la aparición del Anticristo, antes de la venida del Reino de Cristo. Y nos acaba mostrando el poder del Anticristo (Dn 7,23-26) La cuarta bestia es un cuarto reino sobre la tierra, que se distinguirá de todos los otros
reinos y devorará la tierra toda y la hollará y la triturará. Los diez cuernos son diez reyes que en aquel reino se alzarán, y tras ellos se alzará otro que diferirá de los primeros y derribará a tres de estos reyes. Hablará palabras arrogantes contra el Altísimo y pretenderá mudar los tiempos y la ley. Aquellos serán entregados a su poder por un tiempo, tiempos y medio tiempo. Pero se sentará el tribunal y le arrebatarán el dominio hasta destruirle y arruinarle del todo.
Es decir, que este cuarto reino tendrá diez cuernos y uno de ellos derribará a tres reyes y se alzará contra el Altísimo. Este cuerno es el Anticristo, el cual tendrá poder durante tres tiempos y medio, pero después será derribado por Cristo que le dará muerte con la aguda espada de doble filo que saldrá de su boca y a Cristo se le dará el Reino: (Dn 7, 27) Dándole el Reino, el dominio y la majestad de todos los reinos de debajo del
cielo, al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo Reino será eterno y le servirán y obedecerán todos los señoríos.
La paz mesiánica
Se lama paz mesiánica aquela paz que es concedida por el Mesías y se predice en los libros de los profetas y de los salmos. La paz es la tranquilidad del orden. Porque según las diversas naturalezas o modos del orden se establecerá la naturaleza o el modo de la paz. En el hombre se puede contemplar un triple orden: el orden del hombre hacia Dios, el orden del hombre hacia sí mismo y el orden del hombre hacia otros o de los hombres entre sí. Así a este triple orden le corresponde una triple paz, en efecto: la paz del hombre con Dios, la paz del hombre consigo mismo y la paz de los hombres entre sí.
Esta paz la destruyó el pecado; así es, destruyó la justicia y el recto orden y consecuentemente destruyó la paz, que es la tranquilidad del orden. Destruyó la paz con Dios, porque por el pecado, el hombre se reveló contra Dios y le incitó a la cólera hacia Él, y se hizo su enemigo; destruyó la paz del hombre consigo mismo, porque el pecado produjo aquela lucha y rebelión de la concupiscencia contra la razón; destruyó la paz de los hombres entre sí, porque del pecado nacieron las envidias y el odio entre los hombres, incluso entre los hermanos, que produjeron aquel primer fratricidio y después otras muchas disputas, luchas y guerras.
Por lo tanto era razonable que aquel restaurador del género humano y hombre Redentor y Salvador, que fue prometido por Dios a nuestros primeros padres, (Gn 3, 15) aquel Mesías preanunciado al pueblo de Israel, que había de venir y que destruiría el pecado y salvaría y restituiría al género humano, volviera a traer a los hombres aquela paz perdida por el pecado. Pues esta es la paz mesiánica traída por el Mesías y que los Profetas predicen muchísimas veces, es:
1.- Paz del hombre con Dios
2.- Paz del hombre consigo mismo y también paz de los hombres entre sí.
3.- Paz social e internacional, y es paz fundada en la justicia verdadera y real, segura y tranquila.
Y se afirma en Is 11, 6-9:
«Habitará el lobo con el cordero y el leopardo se acostará con el cabrito y comerán juntos el becerro y el león, y un niño pequeño los levará. La vaca pacerá con la osa y sus crías se echarán juntas, y el león como el buey comerá paja. El niño de teta jugará junto a la hura del áspid y el recién destetado meterá la mano en la caverna del basilisco. No habrá ya más daño ni destrucción en todo mi monte santo, porque estará lena la tierra del conocimiento de Yahvé, como lenan las aguas el mar.
La edificación del Cuerpo de Cristo
A lo largo del tiempo la Iglesia de Cristo que peregrina en la tierra avanzará en tres formas, así es: en extensión o dilatación de la fe en los diversos reinos y pueblos de la tierra, en intensidad de fe, justicia y santidad en sus miembros y en la revocación de los escándalos, eliminación de los impíos e inicuos, que contra ella combaten e impiden la expansión de su bondad, su paz y su prosperidad, pero al final de los tiempos, una vez que los judíos se habrán convertido, tras la caída del Anticristo, y leven tras de sí a toda la gentilidad, ocurrirá lo que el Apóstol expresa en Ef 4, 11:
«Y Él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a éstos evangelistas, a aquelos pastores y doctores para la perfección consumada de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo: hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, cual varones perfectos, a la medida de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños, que fluctúan y se dejan levar de todo viento de doctrina por el engaño de los hombres, que para engañar emplean astutamente los artificios del error. Al contrario, abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad, legándonos a aquel que es nuestra cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo, trabado y unido por todos los ligamentos que lo unen y nutren para la operación propia de cada miembro, crece y se perfecciona en la caridad».
Pues como se deduce de las profecías de Daniel, de las palabras de Cristo en la parábola de la cizaña, de las palabras del Apóstol y como se confirma en el Apocalipsis, caps. 19 y 20 (que no explicamos para no alargar el artículo), esperamos para todo el mundo en la tierra un tiempo de juicio en el que reinará Cristo con los santos en la tierra y en el que toda la Iglesia formará un cuerpo digno de su Cabeza, Cristo Señor.
En realidad, puede concederse que aquel reino de los santos en la tierra ha de ser hasta cierto punto, impropiamente dicho, el principio del reino celeste, o incluso que el reino de los santos celeste será casi la continuación del mismo reino en la tierra. Pero de este reino de los santos en la tierra no puede ser dicho, en verdad y propiamente, que es el principio del reino celestial. Pues este reino de los santos en la tierra es diverso o de diverso género que aquel reino celeste; puesto que, en este reino terreno habrá un orden especial y una subordinación de los reinos de la tierra al pueblo de los santos, será casi un cierto imperio de los santos del
Altísimo, a los que los reyes servirán y obedecerán; lo que exige ciertamente que los reinos sean terrenos y no reinos celestiales. Por lo tanto, el reino de los santos en la tierra no será, propiamente dicho, el principio del reino celestial, sino algo diverso del mismo. Además, ni siquiera puede decirse que aquel reino de los santos habrá de durar en la tierra un corto espacio de tiempo, ya sea porque un reino así sería irrisorio, ya sea también, porque
apenas se entiende que Dios, después de tantas aflicciones y persecuciones de los santos, finalmente les vaya a conceder un gran poderío en la tierra y un reino con el total sometimiento y obediencia de todos los reyes, para que poco después este poder cese por completo o se transforme en un reino celestial. Porque sería mejor negar completamente aquel reino de los santos en la tierra, que defender que debe durar breve tiempo, principalmente cuando esta aseveración es sostenida sin sólido fundamento. Si, en verdad, se admitiera dicho Reino, como ha de ser admitido aquel extenso reino universal del pueblo de los santos en la tierra, instituido por el mismo Dios, en realidad se ha de decir que este Reino, también en su duración en la tierra, ha de ser digno para Dios y por lo tanto ha de durar por largo tiempo
*El artículo está basado en el libro del padre Juan Rovira Orlandis,
El reino consumado en la tierra (volumen 1) Balmes (Barcelona 2018).