No puede faltar en un número sobre mártires recientemente beatificados un artículo dirigido a recordar a nuestros mártires; me refiero, a los todos los laicos, seminaristas, sacerdotes, religiosos y obispos que dieron su vida en defensa de la fe durante la Segunda República (1931-1939) y la Guerra civil española (1936-1939). Trece obispos, más de 4000 sacer dotes diocesanos y seminaristas, unos 2000 frailes y casi 300 monjas… la mayor persecución religiosa de la historia de la Iglesia. Sobre la magnitud de la persecución hay un consenso general entre los historiadores. En palabras del especia lista Antonio Montero; «En toda la historia de la universal Iglesia no hay un solo precedente, ni siquiera en las persecuciones romanas, del sacrificio sangriento, en poco más de un semestre, de doce obispos, cuatro mil sacerdotes y más de dos mil religiosos». En el mismo sentido afirma el hispanista Stanley G. Payne; «La persecución de la Iglesia católica fue la mayor jamás vista en Europa occidental, incluso en los momentos más duros de la Revolución francesa». Y es que las ideas tienen consecuencias, y tras la instauración del liberalismo en el siglo pasamos al socialismo y el marxismo como etapas de un mismo proceso que tiene como objetivo erradicar la presencia de la fe cristiana en la vida social, familiar y personal. La instauración de la segunda República con la aprobación del artículo 28 de su constitución nos traía «la implantación del laicismo de Estado con todas sus inevitables consecuencias» y la disolución de la Compañía de Jesús como primera consecuencia de una larga serie de otras más que nos hacían calibrar de qué iba la república. «España ha dejado de ser católica» dijo Azaña en 1931, «a pesar de que existen ahora muchos millones de españoles creyentes». Ciertamente desde tiempo atrás en España las oligarquías gobernantes habían buscado la descristianización de la misma, sin embargo, no tuvo en cuenta el señor Azaña, que en aquellos años treinta, muchos, muchísimos españoles estaban dispuestos a dar su vida en defensa de su fe, con un ejemplo de heroicidad martirial muy singular en la historia, ya que casi se desconocen casos de claudicación en la hora suprema y fueron numerosísimos los que murieron perdonando a sus verdugos. Desde que en 1987 Juan Pablo II beatificara a tres mártires carme litas descalzas de Guadalajara, la elevación a los altares de nuestros mártires no ha cesado. En octubre de 1992 vinieron las beatificaciones de los mártires de Barbastro el «seminario mártir» (como lo llamó san Juan Pablo II) que fue cantando su himno a voz en grito en el silencio de la noche, «y qué ideal, por ti, Rey mío, la sangre dar». Los que los veían pasar se asombraban del coraje de estos jóvenes, que no contaban más de veinte años. Faustino Pérez, uno de los misioneros mártires, escribió, en nombre de todos, una carta de despedida que todos los que queda ban firmaron: «[…]Morimos todos contentos sin que nadie sienta des mayos ni pesares […] Morimos por llevar la sotana y morimos precisa mente en el mismo día en que nos la impusieron. […] ¡viva Cristo Rey!, ¡viva el Corazón de María! […]». El papel era el envoltorio de ese choco late que desayunaban, sobre el que trazaron unas líneas que emociona ron profundamente a Juan Pablo II. El primer grupo de mártires en llegar a ser canonizados fueron los santos mártires de Turón, ocho hermanos de las Escuelas Cristianas (hermanos de La Salle) y un sacer dote pasionista asesinados en 1934 en la parroquia asturiana de Turón (Mieres), durante la Revolución de Asturias. Dirigían el colegio Nuestra Señora de Covadonga, que había sido fundado y era sostenido por la empresa Altos Hornos de Vizcaya, que era la propietaria de las minas, única fuente de trabajo de la localidad. En octubre de 2001 Juan Pablo II beatifica en Roma a 233 mártires, la más numerosa hasta entonces, pero pronto quedaría superada por otras posteriores más numerosas toda vía. En aquella celebración san Juan Pablo II destacó la fi gura de María Teresa Ferragud Roig, de 83 años, miembro de Acción Católica asesina da junto a sus cuatro hijas monjas. El Pontífice recordó que el 25 de octubre de 1936 la anciana María Teresa, tal como la madre de los macabeos, pidió acompañar a cuatro de sus nueve hijas al martirio y ser ejecutada en último lugar para poder así alentarlas a morir por la fe. «Su muerte impresionó tanto a sus verdugos que exclamaron: “Esta es una verdadera santa”. Ferragud era la más anciana de los 42 beatos laicos beatificados en aquel 2001. El más joven era el químico beato Francisco Castelló i Aleu, de 22 años quien nos dejó un precioso legado epistolar con su familia y su nuestros mártires son motivo de esperanza para todos nosotros, pues vemos en ellos el inicio de la promesa que el Sa grado Corazón de Jesús hiciera sobre España al beato padre Hoyos, como un lugar donde el Corazón de Jesús reinaría con especial predilección. prometida Mariona Pelegrí, donde su profundo amor a Dios se ponía de manifiesto en cada frase que escribía. Su sucesor, Benedicto XVI beatificó a 530 mártires en los años 2005, 2007, 2010 y 2011, siendo la mayor beatificación la de los 498 mártires españoles en octubre de 2007. Entre los 498 mártires había obispos, sacerdotes, religiosas y fi eles de ambos sexos. Tres tenían 16 años y el mayor sobre España al padre Hoyos, como un lugar donde el Corazón de Jesús reinaría con especial predilección. «Hemos de volver la mirada a nuestros mártires» Para concluir, quiero recordar las acertadas palabras de la homilía en la conmemoración de los mártires de Paracuellos de Mons. Juan Antonio Reig Pla el 15 de noviembre de 2015: 78. Procedían de todas las partes de España. Es de destacar la fi gura de Apolonia Lizárraga superiora gene ral de las carmelitas de la Caridad e impulsora de la canonización de san ta Joaquina de Vedruna, asesinada de la manera más atroz en Barcelona tras pasar por la checa de la CNT-FAI de San Elías (Barcelona) Y en 2013, año de la fe, el reciente mente proclamado papa, Francisco, beatificó 522 mártires españoles en tre los que se encontraban tres obispos y diversos grupos de religiosos y sacerdotes. Después se han sucedido más beatificaciones prácticamente cada año hasta las más recientes del sacerdote Cayetano Clausellas y el laico Antonio Tort el pasado mes de noviembre en la Sagrada Familia. El 6 de noviembre está señalado en el calendario litúrgico nacional para celebrar la memoria de once santos y 2.119 beatos mártires de la persecución religiosa del siglo xx en España. Estamos convencidos de que a día de hoy si en España todavía permanece sustrato católico se debe a estos mártires cuyo testimonio de fidelidad a la fe recibida de sus mayores no ha caído en el olvido y su memoria seguirá siempre viva en la Iglesia. Nuestros mártires son motivo de esperanza para todos nosotros, pues vemos en ellos el inicio de la promesa que el Sagrado Corazón de Jesús hiciera «Hoy cuando contemplamos la de cadencia moral de España y la pérdida de sus raíces cristianas, hemos de volver la mirada hacia estos gigantes del espíritu para aprender el ver dadero sendero de la vida (Sal 15). Ellos son los “sabios que enseñaron a muchos la justicia” (Dan 12, 3) y supieron entregar a sus hermanos el fruto granado de la Tradición. Con el testimonio de su muerte, con sus pa labras y escritos, ellos nos enseñan, en efecto, que la grandeza de España depende de los fuertes vínculos con la familia, con la religión y con la patria, la tierra de nuestros padres. Estos fueron sus grandes amores que hoy solicitan de nosotros la fidelidad a quienes nos dieron la vida y nos enseñaron la fe, la adhesión a Jesucristo, a la Iglesia nuestra Madre y a esta tierra bendita que, inspirada por un alma católica, ha fl orecido con tantos santos y mártires».
Presencia y fructificación en la Iglesia de una doctrina eminente
Extraído del artículo que escribió Francisco Canals Vidal para CRISTIANDAD (Enero-febrero de 2001) «Presencia y fructificación en la Iglesia de una doctrina eminente», con el propósito de dar razones que sustentaran la posibilidad de la declaración de san Ignacio...