Una de las meditaciones clave en los Ejercicios Espirituales propuestos por san Ignacio de Loyola es la «Meditación de las Dos Banderas». En ella, el santo contrasta las propuestas radicalmente opuestas de Cristo y Lucifer: mientras el Demonio seduce con la «codicia de riquezas», Cristo invita a la «pobreza espiritual» e, incluso, «si su divina Majestad fuere servida y los quisiere elegir, no menos a la pobreza actual». En un mundo que parece regido por la economía, parece escandaloso que san Ignacio nos haga plantear si estamos llamados no sólo a la «pobreza espiritual», que debería ser propia de todo aquel que, viéndose en su realidad, acepte menesteroso la misericordia de Dios, sino incluso a la «pobreza actual».
Sin entrar a reflexionar aquí acerca de qué es lo que el Señor nos pide a cada uno, lo cual queda a la consideración de la conciencia de cada persona, no debemos olvidar los tres escalones que nos propone san Ignacio y que «inducen a todas las virtudes». En un mundo que nos tienta a vivir agobiados por un futuro incierto, es importante saber «de quien me he fiado». Desde este saber de quien nos hemos fiado, san Ignacio nos exhorta a tratar de «subir» los escalones que nos llevan a la perfección: «el primero, pobreza frente a riqueza; el segundo oprobio o menosprecio frente al honor mundano; el tercero, humildad frente a soberbia; y de estos tres escalones induzcan a todas las otras virtudes». De todos esos escalones, el primero es la pobreza, y de ella dijo san Francisco hablando a sus religiosos:
Apoya a los autores y suscríbete a los contenidos
Esto es material premium. Suscríbete para leer el artículo completo.