Ayaan Hirsi Alí sorprendió a todos en noviembre de 2023 al declararse públicamente cristiana. Nacida en Somalia, su huida de un matrimonio forzado la llevó a Europa, donde se convirtió en una de las voces más críticas con el Islam al tiempo que se sumaba al grupo de los “Nuevos ateos”. Ahora, en una reciente conferencia dentro del marco de las Oakeshott Lectures en Oxford, Ayaan Hirsi Alí hace algunos interesantes apuntes sobre la insuficiencia de la postura de quienes ven la bondad de los frutos de la civilización cristiana pero no dan el paso hasta la fuente de la misma:
“Anuncié mi conversión hace casi un año. Al hacerlo dejé conmocionado a mi querido amigo, Richard Dawkins. Richard se ha autodenominado “cristiano cultural”. Aunque le respeto mucho, no creo que baste con disfrutar del arte y la música del cristianismo mientras se ridiculiza la creencia en sus enseñanzas. He optado por suspender mis dudas para redescubrir esta gran tradición que ha funcionado desde hace casi dos milenios en Europa.
Tras el redescubrimiento de lo que somos, a través de nuestra historia, debe haber un renacimiento de la fuente de nuestra legitimidad moral: del cristianismo. Sin el cristianismo, no tenemos ninguna razón para afirmar el carácter sagrado de la vida humana. Es lo que les ocurre a muchos o a todos mis amigos ateos. Cualquier apelación a los derechos humanos deja de tener sentido. Un humanista secular a lo más que puede llegar es a decir: “Espero que valga la pena proteger la vida humana”.
Es por el principio de que estamos hechos a imagen de Dios que abolimos el comercio de esclavos. No nos embarcamos en aquella cruzada para defender los “derechos humanos”. Lo hicimos porque no podíamos soportar ver a sus hermanos y hermanas siendo esclavos. Gracias al cristianismo, Lord Bentick luchó contra la quema de novias, el matrimonio infantil y el infanticidio en la India. Sin el cristianismo, no habríamos hecho las cosas que dan a Occidente el derecho a afirmar que es una civilización mejor que los brutales imperios del Islam o de la Antigüedad. Roma no habría dejado de enterrar los cadáveres de los recién nacidos en los burdeles ni de dejar morir a los bebés no deseados en los vertederos. El mismo Holocausto que queremos que no vuelva a repetirse no significaría nada si no creyéramos que la vida de un judío importa tanto como la de un gentil”.