Un alma “débil y pequeña”
En el prefacio, la autora del libro aclara que sus páginas “no pretenden ser una biografía exhaustiva de Leonia Martin”: “Yo solo quisiera contar cómo la insoportable, ebelde y reticente Leonia fue caminando poco a poco hacia la dulzura, la humildad, y se convirtió en verdadera hija del “santo de la dulzura”, San Francisco de Sales.”
Afirma, además, que hablar del “arduo caso de la joven indisciplinada que fue Leonia, puede ayudar y dar esperanza a los padres y madres de familia actuales que sufren enfrentamientos, a menudo violentos, con sus hijos.”
Es, pues, la historia de “la pobre Leonia” -como se referían a ella sus padres y sus tíos- la de un alma pobre y débil, miope y enfermiza, a quien Dios dio finalmente responder al “llamamiento misericordioso del bondadoso Corazón de Jesús, que invita a su banquete a los ciegos, cojos, etc., y les sana como Médico divino. Como mensajera de sus misericordias inefables con estas almas débiles y pequeñas envía el misericordioso Jesús a santa Teresita, para que reciban aliento, luz y confianza los
pobres enfermos de espíritu, tal vez menospreciados o desahuciados de sus maestros y médicos. 1 ” Leonia asimilará poco a poco y hasta el final de su larga vida, con una humildad verdaderamente notable, el Caminito de su hermana.
Para elaborar el retrato de Leonia, la autora pudo consultar la numerosa correspondencia que la Sra. Martin intercambiaba con su hermana visitandina, con su cuñada – la Sra. Guérin – y con su hija Paulina. Además, Leonia recibió hasta su muerte en 1941 más de mil cartas de sus hermanas -12 de Teresita-, y se conservan unas 340 que ella escribió para Paulina, María, Celina y Teresita. Además, la biografía se escribió en 1989, cuando todavía vivían varias de las visitandinas que habían vivido
en el monasterio de Caen con Leonia. Baudoin-Croix tuvo la dicha de conocerlas y recibir de ellas testimonios de primera mano.
“Mi infancia fue detestable”
Leonia nace el 3 de junio de 1863, y fue una niña muy enfermiza. Durante sus primeros dieciséis meses estuvo “entre la vida y la muerte”. Inmediatamente después de la novena rezada a la beata Margarita María por la hermana de Celia, Sor María Dositea -religiosa visitandina en Caen-, la niña “empezó a correr como un conejito.”
En su infancia, Leonia será una niña rebelde y desobediente, y de “inteligencia poco desarrollada”. Enviada con sus hermanas a estudiar en el pensionado de Le Mans, no será aceptada por no tener condiciones “para seguir a las demás compañeras de curso.” Celia insistirá en enviarla a la Visitación con su hermana que, al parecer, era la única persona que tenía influencia sobre ella. “Cuando le preguntamos a esta pobre niña qué hará cuando sea mayor, la respuesta es siempre la misma: “Seré monja de la Visitación con mi tía”. Quiera Dios que sea así, pero sería demasiado hermoso, no me atrevo a esperarlo.” Finalmente, y a pesar de los esfuerzos de su tía, fue de nuevo expulsada.
Esta infancia difícil hizo sufrir mucho a su madre, pero también sufrió la propia Leonia que, hablando de su primera comunión en una carta dirigida a sus hermanas carmelitas, escribió: “Ese día no fue el más hermoso de mi vida porque mi infancia y mi adolescencia pasaron en el sufrimiento y en las pruebas más dolorosas.” Paulina escribió en una ocasión a Leonia: “Sufro cuando pienso en tu infancia porque estabas como caída del nido”.
La vocación de Leonia
La preocupación de Celia aumenta cuando le detectan un cáncer de pecho. En su último encuentro con su hermana Sor María Dositea, que fallecería poco después, le hará varios encargos para el cielo: pedir a la Santísima Virgen y a la beata Margarita María que reparen a Leonia. Ésta, pocos días después, escribió a su tía haciéndole otro encargo: “pídele a Dios que me conceda la gracia de convertirme y también que me dé la vocación de llegar a ser una monja verdadera, ya que pienso en ello a diario.”
Su hermana María le preguntó qué quería decir con ser una “monja verdadera”. Leonia respondió: “Quiere decir que quiero ser una monja absolutamente buena, o sea, santa”. Sor María Dositea había escrito en una ocasión a su querida hermana: “No puedo dejar de creer que un día será visitandina”.
Sin embargo, la adolescencia de Leonia no presagiaba que esa vocación pudiera realizarse. “Leonia -escribía la señora Martin a Paulina- sigue siendo una cruz muy pesada de llevar. Ojalá tu tía querida me obtenga que esta pobre niña cambie. No dejo nunca de esperarlo.” Finalmente, Celia escribiría a su cuñada: “Creo que mi hermana me ha conseguido una gran gracia”. El reciente distanciamiento entre madre e hija había sido provocado por la influencia negativa de una criada. Descubierta esta
circunstancia y recuperada la cercanía, su madre diría: “Estoy viendo brillar para Leonia un rayo de esperanza que me hace presagiar un cambio completo en el futuro.”
Antes de fallecer, Celia obtuvo de su hija María la promesa de que se ocuparía de Leonia como una madre. En octubre de 1887, durante una visita al convento de las clarisas de Alençon, Leonia – que tenía entonces 23 años- expresa un repentino deseo de quedarse. Con la misma celeridad la Madre aconseja su entrada inmediata. Dos meses después “la pobre Leonia” estará de vuelta en los Buissonets. Será el primer intento fracasado de abrazar la vida religiosa: en julio de 1887 partiría a las visitandinas de Caen. Teresita escribía a su prima María Guérin: “Creo que solo allí será dichosa”. Leonia, a su vez, diría a Teresita: “Me siento muy feliz en mi nueva familia”. Su segundo ensayo en la vida religiosa duró seis meses, pero su corazón dulce no sentirá ninguna envidia por la perseverancia de sus hermanas carmelitas María, Paulina y Teresita – que había entrado en el Carmelo de Lisieux en 1888- y, en sus cartas, les demostrará un enorme afecto, firmando en ocasiones como “tu pobre hermanita”.
En 1893 volverá a la visitación: “De nuevo he venido a arrojarme, no solo en los brazos de Dios, sino en su divino Corazón”. En abril de 1894 tomará el hábito, adoptando el nombre de Sor Teresa Dositea. Sin embargo, la buena voluntad de la “pobre Leonia” se ahogará a menudo en el rigor de las observancias que exigía la Superiora, y saldrá de la Visitación en julio de 1895, volviendo a Lisieux con sus tíos. Teresita, en sus cartas, le expresará la misma ternura que le profesaba cuando estaba en la visitación: “Te quiero mil veces más tiernamente de lo que se quieren las hermanas normales y corrientes, ya que yo puedo amarte con el Corazón de nuestro Esposo celestial”.
El Caminito
Teresita, desde el Carmelo, será la guía de Leonia: “Te aseguro que Dios es mucho mejor de lo que piensas. Se conforma con una mirada, con un suspiro de amor.” El Caminito trazado por su hermana pequeña será para Leonia el del abandono y la confianza, incluso después de la muerte de Teresita a la que llamará “nuestra santita”. En Leonia se hizo realidad el deseo de la santa de “hacer amar a Dios como yo lo amo y de dar mi Caminito a las almas”. A finales de septiembre de 1989 se publica “Historia de un alma”, que será a partir de entonces su libro de cabecera.
La entrada definitiva en la Visitación de Caen “resuelta a caminar, cueste lo que cueste”, será en 1899. En la correspondencia con sus hermanas se mantendrá vivo el recuerdo y el camino trazado por Teresita: “…cantemos con nuestro ángel: “Mi alegría es permanecer siempre pequeña, así, cuando me caiga en el camino, me podré levantar rápidamente y Jesús me tomará de la mano.”” Leonia, en la Visitación, pensaba sin cesar en Teresita: “Le pido que esté a mi lado siempre, no quiero estar sin ella ni un minuto”.
Finalizado el año de noviciado, Leonia se prepara para su Profesión: “Soy y seré una pequeña – ¡Oh, sí! -, una muy pequeña visitandina para toda la eternidad”. El tío Guérin le escribirá palabras que describen bien el tortuoso camino recorrido por su sobrina: “Tu barca arriba a puerto. Muchos vientos han tratado de evitar su llegada porque Dios quiso que maduraras y así hacerte digna del gran honor que solicitabas.” Leonia que, siendo niña, “aprendía con dificultad”, tendrá encomendadas en la
Visitación tareas en las que siempre será auxiliar. Refiriéndose a su propia torpeza, escribía en: “No sé sacar nada de mis diez dedos” y “Con mucha razón puedo decir como mi santa hermana: soy un alma muy pequeña que no puede hacer más que cosas muy pequeñas”. Sus compañeras -aún vivas cuando la autora del libro redactaba sus páginas- afirmaban que Leonia, recordada por su sencillez, se consideraba verdaderamente como una sierva inútil y la última de todas. Ella era en todo momento muy consciente de su miseria, se llamaba a sí misma “muy pequeña”, y el Caminito de su hermanita trazaba la senda que la llevaba al abandono en la Misericordia de Dios. A veces, las dificultades que encuentra para sobreponerse a su carácter difícil la entristecen. Sus hermanas la animan desde el Carmelo.
Las hermanas Martin
Los extractos que la autora selecciona de la abundantísima correspondencia entre las hermanas Martin retratan una relación de total confianza, de sinceridad, no exenta de pequeños detalles cotidianos y de buen humor. Leonia tuvo siempre variados problemas de salud y, en una ocasión en que su dolencia parecía grave, la hermana Inés escribió a un buen amigo del Carmelo de Lisieux a Roma pidiendo oraciones por su querida hermana. La respuesta llegó en forma de telegrama venido del Vaticano: el Papa pedía por intercesión de “la santita” divinos consuelos para Leonia. Ésta, que encontraba “demasiado largo” su tiempo en la tierra, y experimentando una mejoría, les dijo: “He terminado creyendo que la bendición del Santo Padre me retiene en la tierra. A propósito, os pido que, si enfermo de nuevo, no se lo hagáis saber”.
Diez años después de la muerte de Teresita, el Carmelo de Lisieux anota las gracias concedidas por Teresita a hombres y mujeres de todo el mundo, que conocen a través de las numerosas cartas que reciben cada día. En 1910 se abrirá el Proceso diocesano para la Causa de sor Teresita del Niño Jesús, cuya segunda fase tendrá lugar en el Carmelo de Lisieux. Leonia tuvo que acudir para presentarse como testigo ocular, y se produjo así un feliz encuentro de las hermanas Martin, a las que no ve desde hace 17 años. Además, recorrió con entusiasmo los lugares donde su hermanita había vivido, rezado y sufrido. De regreso a Caen, recibirá todas las publicaciones que se refieren a Teresita: “¡Nada me agrada más que lo que se dice de ella, ¡la amo tanto!”. Su felicidad será completa en el verano de 1921 cuando sepa que el Papa, Benedicto XV, había declarado “venerable sierva de Dios” a su pequeña hermana. Dos años después, y con vistas a su beatificación, los restos de Teresita serán llevados a la capilla del Carmelo. ¡50000 personas acompañaron el coche que trasladaba el féretro.!
El 11 de junio de 1937 el entonces Cardenal Pacelli, que dos años más tarde será el Papa Pío XII, bendice la basílica construida en Lisieux en honor a Santa Teresita del Niño Jesús. Pío XI había querido que fuera “muy grande y hermosa”. El Papa quiso que las hermanas de Teresita oyeran su mensaje radiofónico, por lo que se colocaron postes radiofónicos en el Carmelo y en la Visitación, donde oyeron el mensaje “de rodillas y llenas de emoción, sobre todo vuestra pobre hermana, que regó el suelo con sus lágrimas”
“Un cristal roto fácil de reemplazar”
Leonia, la muy pequeña y pobre hermanita de las Martin, la buena mujercita muy esmirriada, no comprenderá las atenciones que prodiga su Superiora, en el convento, a la niña viejecita, al cristal roto fácil de reemplazar que ella es. Habiendo recorrido el Caminito, alentada y sostenida durante tantos años por sus hermanas carmelitas, teniéndose en una nada pequeñita en brazos de Jesús, vivirá sus últimos años oculta y escondida en su querida Visitación de Caen, a la que acuden peregrinos que quieren conocer a la hermana de la florecilla de Lisieux. Leonia, en la clausura, se sustraerá a las visitas. Teresita había dicho un día a sor María del Sagrado Corazón: “Después de mi muerte,
haré que Leonia entre en la Visitación donde perseverará”. Sor Francisca Teresa, la de la vida difícil, podrá celebrar sus 40 años de profesión religiosa en la Visitación de Caen donde después de su doloroso ir y venir, de sus fracasados intentos de colmar su anhelo de entregar sin reservas su pequeñez al Señor, había entrado definitivamente “resuelta a caminar, cueste lo que cueste”.
Falleció Leonia en la medianoche del 16 al 17 de junio de 1941. A pesar de haber declinado el honor de ser enterrada en la cripta del Carmelo, bajo las reliquias de Santa Teresita, no pudo evitar que su cuerpo, expuesto en la capilla de la Visitación, fuera venerado por cientos de personas que se maravillaban de la sonrisa que adornaba su rostro arrugado. En los años venideros, padres que sufren por la rebeldía de alguno de sus hijos, matrimonios inestables o religiosas preocupadas por su vocación escriben a la Visitación pidiendo la intercesión de Leonia, la de la infancia detestable que tanto hizo sufrir a su su madre, la de la naturaleza rebelde…la que mostró que el Caminito es una senda que se recorre hasta el último aliento de una larga vida. Víctima, como su hermanita, del Amor y la Misericordia de Dios, Leonia nos recuerda que podemos, como expresaba Teresita refiriéndose a ella, “esperar contra toda esperanza”.