Que Jesucristo reine
Jesucristo quiere reinar en el mundo. Pero, ¿cómo reina Él? Su reinado se da primero en los corazones de cada persona, y así de cada familia y por fin de la sociedad.
De una forma sencilla el Sagrado Corazón de Jesús «conquista» los corazones de aquellos que le invitan a entrar en sus hogares, que le aman o por lo menos intentan amarle, de aquellos que quieren corresponder a su amor con una vivencia auténtica de la vida cristiana.
Toda esta dinámica del amor funciona de forma muy simple: Jesús nos ama primero, y cuando nosotros tomamos conciencia y nos sentimos amados y, como dice el papa Francisco, «misericordiados» por Él, surge en nosotros el agradecimiento que nos empuja a vivir cada vez más cerca suyo, que nos anima a ser cada vez más fieles a sus enseñanzas; nos duele cada vez más ofender a Dios porque sabemos que nuestra respuesta a su amor no le es indiferente. Y entonces nace el deseo de reparación, reparar por nuestras culpas y las de todos los hombres, queremos «curar» esas heridas provocadas por nuestro pecado… y así, poco a poco, nos vamos santificando.
Es una dinámica muy fácil de comprender, casi resulta algo infantil, pero ¡ay! qué difícil es vivir esto plenamente.
Nuestras propias heridas y pecados, nuestra soberbia, nuestra superficialidad y tantas otras cosas, nos impiden muchas veces creer, confiar y gozar de este amor.
El demonio, además, va a dificultar en todo lo posible el que vivamos esta cercanía al amor del Corazón de Jesús, porque sabe que las personas y las familias que se sienten profundamente amadas por el Sagrado Corazón hallarán la fuerza para luchar por cambiar las estructuras de pecado que a menudo rigen nuestra sociedad.
Los verdaderos devotos del Corazón de Jesús, son hombres y mujeres que quieren vivir su vida de manera «íntegra», no dependientes de las modas y eslóganes que les propone el mundo. Están firmemente dispuestos a combatir, en primer lugar, en la batalla principal que es la que se libra en el interior, contra sus vicios y defectos predominantes, y después en las batallas sociales que vivimos y que muy a menudo, bajo variados disfraces, no dejan de ser un claro enfrentamiento a Dios y a su plan para nosotros. La batalla por la familia y la vida, por la libertad de educación, la libertad de culto, la defensa real de los más necesitados… todo esto se convierte en primordial para los devotos del Corazón de Jesús que han entendido que todos los hombres son sus hermanos, y que amándolos a ellos, defendiendo sus derechos, y remediando sus necesidades, están amando, defendiendo y «ocupándose» de Dios mismo. Han comprendido también que el orden social, la erradicación de las desigualdades, y, en fin, la tan ansiada paz y felicidad para los hombres, no se alcanzará gracias a la buena intención de gobiernos o a la grandilocuencia de los planes promovidos por organismos internacionales. Tampoco la solución a la tan temida «crisis del planeta tierra» llegará por estas vías. Esta nueva sociedad, este nuevo mundo, esta renovada «casa común» en donde los hombres puedan de verdad realizarse, vivir en paz y más felizmente, solo se hará realidad en la medida en que haya verdadera conversión de los corazones de cada hombre, que unidos al Corazón de Jesús y compartiendo sus mismos sentimientos, instaurarán el reinado de Cristo en la tierra.
Por eso nuestra misión primera y principal es provocar que cada hombre y mujer, que cada niño y anciano, que cada familia se encuentre cara a cara, con el amor transformador del Corazón de Jesús.
Y estamos seguros de que un medio muy apto para conseguir este objetivo es promover la consagración de las familias y la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares.
«Bendeciré las casas y los lugares en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada» «Daré paz a sus familias»
Las personas que participamos en el «Apostolado del Sagrado Corazón para vivir en familia» tenemos una fe firme en estas promesas que hizo el Sagrado Corazón de Jesús a santa Margarita María de Alacoque. Por eso invitamos a todas las familias a que «entronicen» el Sagrado Corazón de Jesús en sus hogares y se consagren a Él. Esto es ponerle a Él en el centro, darle nuestra vida, tal como somos, con lo bueno y con lo malo que tenemos individualmente y como familia, confiando en que Él nos puede transformar. La colocación y entronización de la figura del Sagrado Corazón en un lugar principal de nuestra casa es el signo externo de esta actitud interna de dejar a Dios reinar en mi vida y mi familia.
De este encuentro personal entre la familia y el amor del Corazón de Jesús surgirá una nueva forma de vivir y de actuar ante los acontecimientos en nuestro hogar.
Ya son más de 3000 familias las que se han consagrado a través del «Apostolado del Sagrado Corazón para vivir en familia», y queremos que sean muchas más.
Diez claves para explicar de forma sencilla a las familias la importancia de la consagración y la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares
1. Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús a santa Margarita María de Alacoque.
La devoción al Sagrado Corazón no es una devoción cualquiera.
Los papas han escrito encíclicas sobre ella, los santos han hablado en numerosas ocasiones de la importancia central que tiene… Además, esta devoción tiene un origen bíblico.
La imagen del Sagrado Corazón de Jesús, nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso Amor no es correspondido.
Por todo esto, el culto al Corazón de Jesús no se limita a las personas de una época, de un país concreto, o de una congregación o movimiento de la Iglesia en particular, es para que todos lo vivamos y profundicemos.
Esta devoción se dio a conocer ampliamente a raíz de las apariciones del Sagrado Corazón a santa Margarita María (1673-1675) que están avaladas por la Iglesia.
Durante estas apariciones Jesús dio unas promesas a la santa: «Bendeciré las casas y los lugares en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada», «Daré paz a sus familias».
Estas promesas son las que Jesús se compromete a cumplir cuando entronizamos su imagen en nuestro hogar. Nuestro compromiso como familia es intentar honrarle con nuestra vida diaria vivida junto a Él.
2.El Sagrado Corazón de Jesús quiere ir a todas las casas, sea cual sea su situación.
«Estoy a la puerta y llamo» (Ap 3,20). No olvidemos que la iniciativa en el amor la lleva siempre Él. El Sagrado Corazón quiere ir a nuestros hogares para hacernos el bien. No está esperando a que seamos perfectos porque entonces no podría estar nunca con nosotros. Quiere compartir la vida con las familias que están rotas, las familias en las que hay vicios, adicciones, rencillas, enfermedad… Por supuesto también con las familias que tienen más estabilidad, que viven ya una vida de fe madura, a los hogares de las personas que viven solas e incluso también quiere entrar en las familias donde hay alguna persona que no quiere recibirle. Hay que abrir una rendija, hay que «colar» a Jesús en todas las casas para que Él haga su labor.
Jesús quiere entrar en todos los hogares, pero no quiere ir a una casa donde se viva en pecado para apoyar y bendecir esa situación. Quiere ir para acompañar y dar las gracias de conversión que todos necesitamos para cambiar de vida.
3. Cuanto mejor sea la preparación mejor será la llegada del Sagrado Corazón a nuestro hogar.
Cuando entronizamos el Sagrado Corazón de Jesús en nuestro hogar puede ocurrir que nos quedemos solo con los detalles externos: una figura religiosa más que ponemos en la casa, un evento familiar más …por eso es importante que las familias conozcan el significado profundo de lo que están haciendo, no solo a nivel teórico, sino que también es necesaria una preparación espiritual, del corazón. Por ejemplo, es muy recomendable una buena confesión de todos los miembros de la familia. También se puede rezar un triduo o una novena. Crecer en el deseo que Jesús llegue a la casa. Preparar el lugar donde voy a colocar la figura, decirle a Jesús con sencillez: «Quiero recibirte en mi hogar» «Gracias por elegir mi casa para morar en ella»…
En esta preparación pueden y deben participar también los hijos mayores y pequeños en la medida de lo posible.
4. Hay que quitar a un rey para poner a otro.
Cuando nos preparamos para la consagración, todos en más o menos medida vamos a encontrar esta dificultad: para darle verdaderamente el trono y el reinado de la casa y la familia al Corazón de Jesús, primero ese trono ha de estar vacío. No pueden convivir dos reyes, no podemos servir a dos señores (Mt 6,24)… así que nos toca bajar del trono y ceder el lugar al Sagrado Corazón. Esto nos cuesta mucho a todos, siempre.
En el momento de la consagración nos comprometemos a consultarle todo a Él: si le parece bien cómo gastamos el dinero, a qué colegio van nuestros hijos, qué actitud debemos adoptar con ese familiar que nos ha hecho daño, qué vemos en la TV o en internet, cómo nos hablamos… El criterio ya no será «lo que yo quiero» sino «lo que quiere Jesús».
5. «Cuida tú de mi honra y de mis cosas, que mi Corazón cuidará de ti y de las tuyas».
La misma alianza que hizo Dios con el pueblo de Israel, la hace ahora también con mi familia. Dios ha sido siempre fiel a su pueblo, en las buenas y en las malas. También lo será con mi familia.
Y a nosotros, ¿qué nos pide? Lo que Él quiere a cambio es que nos esforcemos en vivir una vida cristiana auténtica. Y que tengamos el deseo de llevar una vida santa. Si todavía no lo deseamos, debemos pedir esa gracia.
Vamos a ofrecerle los hijos, la salud, el dinero, el trabajo… no de forma teórica ni solo sentimental. Es un ofrecimiento real, que se reflejará en nuestra vida cotidiana: rezar juntos, confesión frecuente, asistir a la santa misa todos los domingos y todos los días que nos sea posible, estar abiertos a la vida, no criticar, poner a los demás primero, ser honrado en el trabajo aunque eso me impida ascender…
6. Hay diversas formas en las que nos podemos consagrar.
Podemos prepararnos acudiendo a alguna conferencia o con algún libro o video que veamos. También con diversas oraciones que podemos rezar en familia.
En cuanto a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que vamos a entronizar, ha de estar bendecida. Puede ser nueva o antigua, un cuadro, una lámina o una figura. Podemos comprarla o nos la pueden entregar en una santa misa que se celebre para las familias que se consagran.
La oración de consagración también puede variar. Hay varias diferentes que podemos encontrar en libros o en internet. Incluso podemos escribir nuestra propia oración de consagración.
Hay que tener en cuenta que aunque nos acompañe el sacerdote, quien se consagra y da el reinado de su hogar al Corazón de Jesús es la familia. Es la familia la que hace su ofrecimiento total, la que abre las puertas de sus «intimidades» para que Jesús las conozca y ayude a remediarlas.
A pesar de esto, es muy aconsejable que el sacerdote nos acompañe en casa, porque es la forma más solemne de vivir ese momento de la consagración. Además, él puede bendecir toda la casa, decirnos unas palabras…
Pero si por alguna razón el sacerdote no puede acudir, nosotros como familia podemos rezar la consagración frente a la imagen y será totalmente válida.
7. ¿Dónde coloco la imagen?
Al Rey hay que darle el lugar que le corresponde. El lugar desde donde gobernará y guiará a la familia. Pero Jesús no quiere ser un rey lejano y en la distancia, Él quiere reinar como aquellos reyes que se preocupan y se acercan a las personas. Por eso hemos de elegir un lugar especial para colocar su imagen, que esté siempre donde le podemos ver, dónde podemos tocarlo, dejarle una nota escrita con alguna petición o agradecimiento, donde podemos mirarle y pedirle que nos ayude a no decir esa palabra hiriente que se nos quiere escapar de los labios o donde podemos llorar y consolarnos…
También es recomendable que esté cerca la imagen de la Virgen María.
8. Quien entroniza al Sagrado Corazón en su hogar le da el reinado también a la Virgen María.
Jesús nunca viene solo. Siempre está bien acompañado por su Madre. Son dos corazones íntimamente unidos y no pueden separarse. Por eso, al darle el reinado de nuestra familia al Corazón de Jesús, le damos también el mando a nuestra Madre, la Virgen María. Ella es la «dueña», la «tesorera» del Corazón de Jesús. Ella intercederá por nosotros ante Jesús, como lo hizo en Caná. Ella, con su dulzura y paciencia, es la que nos va a ir guiando hasta conseguir que el latido del corazón de nuestra familia se acompase con el latido del Corazón de su Hijo.
9.¿Qué notaré después de la entrada del Sagrado Corazón en mi hogar?
Hay un antes y un después de la consagración de la familia, no por nuestro mérito, sino por la seguridad que tenemos en que Él cumple siempre sus promesas. ¡Jesús es siempre fiel!
Lo que ocurre es que los frutos que el Sagrado Corazón nos permite ver, muchas veces no son nada en comparación con el bien oculto que Él va obrando en el alma de cada miembro de la familia. Él trabaja casi siempre silencioso y tiene sus tiempos. Su mirada amorosa está fija sobre nuestra vida diaria, y esta mirada es eficaz.
Por eso confiamos en que Él irá dandonos las gracias necesarias, el aliento, la conformidad, lo que necesitemos en cada momento.
10. ¿Consagrarse una sola vez es suficiente?
Muchas veces durante la vida vamos a tener la tentación de «destronar» a Jesús para reinar nosotros y hacer nuestra propia voluntad. Esto es fruto del egoísmo y la soberbia con la que tendremos que combatir siempre. Por eso es recomendable que la consagración se renueve en los aniversarios, y también siempre que pasemos por momentos difíciles o de tentación. Es bueno repetir una y otra vez: «Sagrado Corazón, tú reinas».
Para más información sobre el Apostolado o para consagrar tu familia al Sagrado Corazón puedes ponerte en contacto: sagradocorazon@regnumchristi.org
https://regnumchristi.es/sagrado-corazon/
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!