Fraternidad para sanar el mundo. «Vosotros sois todos hermanos» (Mt 3, 28). Con este lema tuvo lugar el 53º Congreso Eucarístico internacional (CEI) los días 8 a 15 de septiembre en la ciudad de Quito (Ecuador) por celebrar ese país el ciento cincuenta aniversario de su consagración al Sagrado Corazón de Jesús.
Desarrollando este lema, el documento base del Congreso proponía la reflexión sobre la fraternidad en el designio creador de Dios, que ha sido rota por el pecado y se presenta hoy en día totalmente desfigurada. Sin embargo, nuestro mundo herido no ha sido abandonado a su suerte, sino que ha sido merecedor de una sanación infinitamente mayor a su herida, de una nueva vida que brota del costado abierto de Cristo y que a través de la Eucaristía, cumbre y fuente de toda vida cristiana, ofrece un nuevo rumbo a la historia humana.
En este clima espiritual, bajo el resplandeciente sol quiteño y en un ambiente de fiesta, unas dos mil personas, con delegaciones de todos los continentes, se congregaron en la explanada del parque Bicentenario de la capital ecuatoriana para participar en la Eucaristía inaugural del CEI 2024. Tras los ritos iniciales, se compartió un vídeo mensaje enviado por el papa Francisco en el que recordó –citando a san Agustín– que «siendo muchos, somos un único cuerpo, un único pan» y es así como crecemos como hermanos y como Iglesia, unidos por el agua del bautismo y acrisolados por el fuego del Espíritu Santo. Esta es la fraternidad honda –continuó el Santo Padre glosando a san Ignacio de Antioquía–, que nace de la unión con Dios, que nace de dejarnos moler, como el trigo, para poder llegar a ser pan, cuerpo de Cristo, participando de este modo plenamente de la Eucaristía y de la asamblea de los santos, y que los cristianos de hoy deben buscar de forma proactiva. «Recobremos esta fraternidad radical con Dios y entre los hombres. Somos uno, en el único Señor de nuestra vida; somos uno de una forma que no somos capaces de entender plenamente, pero lo que sí entendemos es que sólo en esa unidad podemos servir al mundo y sanarlo».
Durante la Santa Misa, en la que estuvieron presentes el cardenal Baltazar Porras, legado Pontificio para este Congreso, monseñor Andrés Carrascosa, nuncio apostólico en el Ecuador, junto a obispos de varios países del mundo, sacerdotes y religiosos, más de 1600 niños recibieron su primera comunión convirtiéndose en los protagonistas de la jornada. En la homilía, monseñor Alfredo José Espinoza, SDB, arzobispo de Quito, destacó la importancia de la Eucaristía como un desafío para convertirnos en verdaderos constructores de fraternidad, sanando las heridas del mundo y promoviendo la unidad entre los hombres. «El mundo nos divide, pero Jesús nos llama a ser hermanos». La Eucaristía concluyó con la intervención del cardenal Porras, que declaró inaugurado el Congreso y resaltó el gran regalo que ha sido la primera comunión de todos esos niños: «Son ellos una luz de esperanza, son ellos los que hoy con su canto, con su candor y con su ternura nos están diciendo que sí vale la pena seguir al Señor y que es la Eucaristía la que nos da a todos nosotros su fuerza». Además de las distintas ponencias y testimonios presentados en el Congreso durante esos días el sábado 14 de septiembre, tras la celebración de la santa misa, tuvo lugar una solemne procesión con el Santísimo Sacramento por las calles del centro histórico de Quito, adornadas con decenas de alfombras de flores con llamativos diseños eucarísticos. Desde su salida en la plaza de San Francisco, el Santísimo realizó siete paradas –en las que se oró por las intenciones del Santo Padre y de la Iglesia, por el país, la ciudad y sus autoridades, por la vida religiosa, la familia, la paz, por la niñez y juventud y por agentes de pastoral– antes de llegar a la basílica del Voto Nacional, donde el cardenal Porras impartió la bendición con el Santísimo Sacramento.
Al día siguiente concluyó el Congreso con una misa de clausura o Statio orbis en la explanada del parque Bicentenario presidida por el cardenal Porras. En la homilía el legado pontificio afirmó llegar al final de este Congreso Eucarístico Internacional con las alforjas llenas de ricos testimonios cargados de esperanza y con la seguridad de que la Eucaristía y la devoción al Corazón de Jesús ampliarán el horizonte de nuestras vidas para servir mejor a un mundo contradictorio, herido, pero redimido en Cristo, con la tarea de transfigurarlo. Y antes de dar la bendición final anunció con gran entusiasmo que la próxima sede del Congreso Eucarístico internacional será la ciudad de Sídney (Australia) en 2028, coincidiendo con la conmemoración del centenario del Congreso Eucarístico internacional de 1928 que se celebró en aquel país.