«Las sociedades modernas parecen sufrir una forma de depresión generalizada. Digan lo que digan, la causa profunda de esta acedia no se encuentra en el poder adquisitivo ni en la desigualdad, sino que es esencial y profundamente mística. Al rechazar a Dios, el hombre moderno se vuelve indescifrable a sus propios ojos, el sentido profundo de su existencia se le escapa cada vez más. […] La Eucaristía es el antídoto más eficaz contra esta inquietante depresión social. En efecto, la hostia consagrada contiene nuestro origen y nuestro fi n, nuestro amor, nuestro Todo, un Dios que nunca nos abandonará. Así pues, no estamos acorralados por un destino ciego, que somos amados en un plan de amor. Como dijo el santo Cura de Ars: “He tenido una idea rara durante la Santa Misa de esta mañana, le he dicho a Nuestro Señor: «Si, más tarde, no estuviera contigo, ahora que te tengo, no te dejaría jamás»”. No dejemos de abrazar a quien nos abraza y quedaremos preservados de los males de la acedia moderna».