TRAS siete años de descalificaciones a Trump sale a la luz la verdad, que es exactamente la contraria a la versión oficial que nos repitieron hasta la saciedad. La investigación «Crossfire Hurricane» del FBI (que ha pasado a la historia como el ‹Rusiagate›) debía demostrar que la campaña electoral de Donald
Trump en 2016 actuó en connivencia con los servicios de inteligencia rusos para manipular la intención de voto.
Finalmente nadie pudo demostrar vinculación alguna de Trump con los servicios rusos. Ahora, seis años después, nos enteramos de que la propia investigación del FBI se basó en prejuicios y no en pruebas y fue encargada por la rival de Trump, Hillary Clinton. Según el informe del fiscal especial John Durham, «el personal del FBI mostró una grave falta de rigor analítico con respecto a la información recibida». Además, «se hizo hincapié en las líneas de investigación sugeridas o financiadas por los oponentes políticos de Trump». Todo un ejemplo de juego sucio y uso partidista de la policía.
En concreto, el FBI no tenía «ninguna prueba real de colusión» entre la campaña de Trump y Rusia cuando inició su investigación. Al hacerlo, violó sus estándares, abriendo una investigación sin antes llevar a cabo análisis de inteligencia. Peor aún: según un informe de la CIA de 2016, Clinton había recibido, al principio de la campaña, «una propuesta de uno de sus asesores de política exterior para desprestigiar a Donald Trump fomentando un escándalo alegando la interferencia de los servicios de inteligencia rusos». Este informe había sido debidamente entregado a la administración Obama… y fue completamente ignorado por el FBI.
El FBI admitió finalmente el error, afirmando que ya había «implementado docenas de acciones correctivas» que, de haber estado en vigor en 2016, habrían evitado una acción tan poco ortodoxa como el Rusiagate. Pero las dudas razonables subsisten. Lo que sí sabemos ahora con certeza es que no hubo colusión entre Trump y la inteligencia rusa, al contrario, lo que sí existió fue una deshonesta colusión entre el FBI y Clinton. Algo no precisamente muy ejemplar para la «primera democracia» del mundo, que nos ayuda a entender mejor mucho de lo que ha ocurrido en los Estados Unidos a lo largo de los últimos años.
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