Hoy, la fiesta de la Inmaculada nos hace contemplar a la Virgen que, por singular privilegio, ha sido preservada del pecado original desde su concepción. Aunque vivía en el mundo marcado por el pecado, no fue tocada por él: María es nuestra hermana en el sufrimiento, pero no en el mal ni en el pecado.
Es más, el mal en ella fue derrotado antes aún de rozarla, porque Dios la ha llenado de gracia (cf. Lc 1, 28). La Inmaculada Concepción significa que María es la primera salvada por la infinita misericordia del Padre, como primicia de la salvación que Dios quiere donar a cada hombre y mujer, en Cristo. Por
esto la Inmaculada se ha convertido en icono sublime de la misericordia divina que ha vencido el pecado. En la concepción inmaculada de María estamos invitados a reconocer la aurora del mundo nuevo, transformado por la obra salvadora del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La aurora de la nueva creación realizada por la divina misericordia. Por esto la Virgen María, nunca contagiada por el pecado está siempre llena de Dios, es madre de una humanidad nueva.
Francisco, 8 de diciembre de 2021