En noviembre de 1947, hace 75 años, la revista Cristiandad conmemoraba el cincuentenario de la muerta de santa Teresita del Niño Jesús. Como se recordaba en aquel número, los Sumos Pontífices han recomendado la doctrina del caminito de infancia espiritual de la santa con insistencia y entusiasmo. El mismo Benedicto XV, en su discurso sobre la heroicidad de sus virtudes nos exhortaba: «Nos deseamos que el secreto de la santidad de Teresa no quede ignorado por nadie».
En una sociedad en la que prima el protagonismo, la soberbia y vanagloria, santa Teresita nos enseña el camino de la humildad como camino que lleva al hombre a conocer su realidad de criatura necesitada de redención. En la carta que escribía el Santo Padre Pío XII en el cincuentenario que se celebraba escribía al Obispo de Bayeux-Lisieux:
«Olvidamos con demasiada frecuencia que para ver claramente el complejo de las cuestiones que hoy día atormentan a la humanidad es necesario junto con la prudencia, aquella superior sencillez que comunica la sabiduría y que santa Teresa de Liseux nos muestra de la manera más amable y con tan profundo atractivo que arrastra a todos los corazones. El mundo actual tenía gran necesidad de oír este mensaje de humildad, de sobrenatural elevación y de sencillez».
Extraemos algunos párrafos del artículo escrito por María Asunción López sobre una de las poesías de santa Teresita que al Dr. Canals tanto gustaba comentar en sus charlas, ya que sintetiza maravillosamente la doctrina de la humildad, la confianza y el amor que caracterizan el caminito propuesto por la santa carmelitana.
La rosa deshojada
Estamos en mayo de 1897. En el convento de las carmelitas de Lisieux dan las ocho de la noche y termina el recreo general, pero les queda todavía a las religiosas un espacio de tiempo libre… traza sobre el blanco papel la señal de la cruz y transcribe el verso que ya ha compuesto por la mañana y que retiene en la memoria para no faltar un punto a la regla que señala para dedicar a estas expansiones únicamente las horas de tiempo libre, por eso la pluma vuela escribiendo:
La rose effeuillée Jésus,quand je te vois soutenu par ta Mère quitter ses bras, essayer en tremblant sur notre triste terre tes premiers pas;
Devant toi je voudrais effeuiller une rose en su freîcheur pour que ton petit pied bien doucement repose sur une fleur.
Cette rose effeuillée est la fidele image divin Enfant du coeur que veut pour toi s’immoler sans partage achaque instant.
Seigneur, sur tes autels plus d’une fraîche rose aime à briller. Elle se donne a toi, mais je rêve autre chose; c’est m’effeuiller…
¿Quire rememorar la predicción de su nacimiento, o simplemente expresar en un raudal de ternezas la razón de su vida? … es cierto que con ello nos da una clave segura…
Esta razón aparece ya con claridad meridiana; es una inmolación de amor. De un amor vehemente que no busca compensación, de un anhelo infinito que se abandona hasta el heroísmo.
Se ha enamorado de Jesús Niño y ha penetrado el misterio fecundo de su infancia. Arrobada ve cómo se desprende de los brazos de su Madre y ensaya sus primeros pasos; adivina que esos pasitos vacilantes empiezan su ruta hacia el Calvario y sienten ya la aspereza de la tierra seca y dura del destierro. ¿Y no se encontrará manera de suavizar estas asperezas? Sí. Un amor como el suyo es fecundo en ardides. ¿No es ella una rosa? Pues bien, se deshojará donde haya de posar sus piececitos y el Divino Niño andará más dulcemente sobre los pétalos fragantes de una flor. Cierto que deshojar una flor en su lozanía supone un desgarro, un doloroso deshacer la carne viva, la renuncia al ser… mas ¿qué importa? si este dolor es tan sólo una imagen de cómo su corazón, con plena conciencia, le ha inmolado un posible glorioso porvenir con una delicadeza que traspasa los límites de lo humano. Muchas son las flores espléndidas que quieren delante de Jesús atraer por su brillantez sus dulces miradas y gozar los regalados dejos del éxtasis de su amor…; pero ella desea otra cosa, deshojarse … envolver a Jesús en su aroma sin que sepa de dónde viene, si esto fuera posible, «sabiéndolo parece que viene obligado a agradecerlo, ¡y aun esto quisiera evitar! Como víctima posa voluntariamente en el altar de los holocaustos y quiere desaparecer convertida en aroma sólo por dar gloria y placer al Amado, pues sigue así:
La rose en son eclat peut embellir ta fête aimable Enfant! Mais la rose effeuillée, on l’oublie, on la jette. Agré du vent…
La rose, en s’effeuillant, sans recherche se donne pour n’etre plus.Comme elle avee bonheur, a toi je m’abandonne petit Jesus!
L’on marche sans regret sur des feuilles
Devant toi je voudrais effeuiller une rose en su freîcheur pour que ton petit pied bien doucement repose sur une fleur.
Cette rose effeuillée est la fidele image divin Enfant du coeur que veut pour toi s’immoler sans partage achaque instant.
Seigneur, sur tes autels plus d’une fraîche rose aime à briller. Elle se donne a toi, mais je rêve autre chose; c’est m’effeuiller…1
1 Jesús, cuando te veo sostenido por tu Madre – Dejar sus brazos y ensayar vacilante sobre nuestra tierra – Tus primeros pasos – Delante de Ti querría deshojar una rosa – En su lozanía – Para que tu piececito suavemente posara – Sobre una flor. – Esa rosa deshojada es la fiel imagen – Divino Niño – Del corazón que quiere inmolarse enteramente por ti – A cada instante – Señor, en tus altares más de una fresca rosa – Quiere brillar- Ella se te entrega, más yo quiero otra cosa; deshojarme…
de rose et ces debris. Sont un simple ornament que sans art on disposse, Je l’ai compris.2
Aquí la cruda realidad aparece bañada con luz de otras esferas; aquí la suprema aspiración de su alma hecha ritmo y poesía encierra toda la virtualidad ascética que san Ignacio, aquella gigante fortaleza de la Iglesia, pide a los campeones que más Se quieran señalar en el ejército del Rey eternal y Señor universal. Aquí el tercer grado de humildad vibrando en melodías está comprendido, expresado, aceptado, sencillamente…
Sí, la rosa en su esplendor embellece las fiestas, aroma y color son atavíos brillantes de su forma graciosa, el suave balanceo de su talle aumenta el encanto; es obligado el tributo de admiración, es merecido, mas, ¿qué obscuro destino aguarda a la rosa deshojada? Se la olvida, se la deja al capricho del viento; al deshojarse desaparecen la forma y el colorido; saturará el ambiente de aroma que todos aspirarán con placer, pero ¿quién pensará qué nace de aquellos pétalos que se pisan sin cuidado, porque son un deshecho?
¡Qué bien conoce Teresa que la rosa deshojada espeja su vida! De este modo el desgarro puede ser total y hecho sin piedad, porque es plenamente consentido. «Su gloria no aparecerá jamás a los ojos de los hombres»; los altos muros del convento la aíslan del mundo; el velo de religiosa esconde su figura…
Jésus, pour ton amour j’ai prodiguéma vie, Mon avenir, Au regard des mortel rose a jamais fletrie. Je dois morir.
Ante tan sutil delicadeza, ¿no han de dejar los pies de Jesús, al posarse sobre los frescos pétalos deshojados a su paso, la impronta de su huella divina? Esto explicaría cómo los rasgos de la vida de Jesús se reflejan en la de Teresa; el misterio fecundo de su infancia cristalizado en «su caminito»; el profundo conocimiento de «los tesoros de ternura encerrados en su Corazón», que inspiran la gozosa ofrenda al Amor misericordioso y la llevan al más sublime grado de aquel místico amor del Amor; el ansia apostólica de salvar y redimir a las almas que la convierte en perpetua orante transformando en amorosas oraciones todos los actos de su vida; y ahora, en su última primavera, cuando contempla con ojos de vidente la larga y dolorosa agonía que ha de culminar en su muerte, se perfilan aún más estos rasgos de semejanza que la hacen decir, como Jesús en Getsemaní: «Señor, hágase tu voluntad».
No se contenta con afirmarlo una vez, lo repite y lo concreta:
Pour toi je dais mourir, Jésus, beauté supreme, Oh! quel bonheur!
Je veux en m’effeuillant te prouver que je t’aime de tout mon coeur.
Sus tes pas enfantins je veux avec mystèrevivre ici bas
et je voudre ancore adoucir au Calvairetes derniers pas